Cartas al director
Los impunes horteras
Después de golpearse el pecho y llevar a las jugadoras de la selección nacional de futbol femenino a la cumbre mundial, Luis Rubiales, como un dictador hortera, ha dicho que no dimite por un beso a una jugadora bajo sus órdenes, sujetándola la cabeza con las dos manos para estampárselo en la boca. ¡Faltaría más! Con las facturas de coalición y de rendición que está pagando su amigo y protector Pedro Sánchez, para seguir chupando en la poltrona de la Moncloa. Y no dimite ni siquiera por decoro.
Después de haber visto la escena un centenar de veces, como la mayoría de los españoles, debo decir que ha servido de entretenimiento del verano el acatamiento ante el jefe mediocre, uno más de los que viven del bochorno que causan por su falta de moral y dignidad. Amparándose en las feministas que desean un mundo sin acoso, puro, limpio y sin besos. Y todo regulado por leyes al efecto, ¡hasta el beso! Pero hay un error grave: lanzarse en brazos del Estado que manejan horteras de bolera como Rubiales. O mujeres en el Gobierno que no han protegido a la mujer, sino que han servido puntualmente para favorecer a los agresores. Las mujeres no pueden confiarse al Estado, tienen la obligación de protegerse por ellas mismas, de los besos. Que solo deben de ser como las rimas de Bécquer, el más romántico de los poetas.
Mientras las ondas de la luz palpiten encendidas / mientras el aire en su regazo lleve perfumes y armonías, ¡habrá un beso de mujer! mientras haya en el mundo primavera / mientras la ciencia a descubrir no alcance las fuentes de la vida, ¡habrá un beso de mujer! mientras la humanidad siempre avanzando no sepa a dónde camina / mientras se sienta que se ríe el alma, sin que los labios rían, ¡habrá un beso de mujer!...
La caballerosidad de que presumíamos para dar un beso, daba siempre la razón a las damas, mas cuando la tenían…