Cartas al director
¿Y ahora qué?
Dos años y medio de guerra en Ucrania han servido para evidenciar que Rusia es un gigante euroasiático con pies de barro. El Kremlin pensaba que podría reunir de nuevo a los eslavos ortodoxos de Oriente bajo un único liderazgo y se ha encontrado un resultado muy distinto. La resistencia ucraniana con el apoyo de Occidente, así como las muestras de disidencia dentro la Federación Rusa, acalladas a la manera tradicional del país –extraños accidentes, suicidios, etc.–, han servido para constatar que la expansión territorial rusa por el este y sur de Ucrania no está teniendo los resultados esperados por Vladímir Putin. En el momento actual se percibe como los miembros de la OTAN y de la Unión Europea se están distanciando progresivamente del apoyo militar a Ucrania, cansados de la guerra y sabedores que la contienda no puede saldarse con una derrota humillante de Rusia, lo que a la larga podría ser incluso peor. Las potencias occidentales buscan alternativas para el fin de un conflicto de difícil solución, ya que el presidente ruso no puede cerrar la «Operación Militar Especial» en Ucrania sin la conquista de amplios territorios de habla rusa –supondría seguramente su fin en el corto o medio plazo– y el Gobierno de Volodímir Zelenski no renuncia a la integridad territorial de su patria, máxime ahora que se ve capacitado para recuperar incluso la península de Crimea, anexionada por Rusia en 2014. ¿Y ahora qué? Parece que la solución más probable pasa por la medición de los países de la Alianza Atlántica y la presión que puedan ejercer sobre su aliado de Kiev, favoreciendo un acuerdo de mínimos que no satisfaga a ninguna de las dos partes.