Marisa, la demócrata

Como buena mujer de izquierdas, condición sine qua non para erigirse adalid y abanderada de la libertad y la democracia en representación de la cultura de España –porque la cultura en nuestro país parece haberse convertido en los últimos años en una realidad privativa de la izquierda– mostró en un lugar tan inadecuado como la entrada a la capilla ardiente de Concha Velasco su verdadera cara: su llegada coincidía con la salida de la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, abucheada por algún camarada de la Paredes que hizo que la actriz se percatase de la presencia de la presidenta de la comunidad, ante lo que, literalmente dijo: «¿Qué hace aquí? Fuera», Marisa dixit: la misma que hace unos meses vociferaba contra la censura aboga ahora por censurar directamente la presencia de una persona en un lugar público, en un contexto tan delicado como es la puerta de un teatro que hacía las veces de tanatorio, mostrando así Marisa, la demócrata, que la esencia de la izquierda, defensora histórica de derechos y libertades, pasa por la cancelación, la desaparición de la vida pública de todo aquel que piensa diferente, idea y fundamento de todo régimen dictatorial como lo fue del franquismo. Eso es ser facha, Marisa: quien lo probó, lo sabe.