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20 de septiembre de 2024

Cartas al director

Entendimiento entre nosotros

La vitalidad de un pueblo depende de la capacidad para entenderse con sus diferentes ideas. A nadie se le escapa que hoy en nuestro país la estamos perdiendo. Parece que estamos empeñados en eliminar el entendimiento entre vecinos, cuando se habla de «nosotros» ya no nos referimos a todos los ciudadanos sino solo a quienes forman parte de la idea de partido, o de colectivo, grupo o banda.

Los «vosotros» y los «ellos» os habéis convertido en extranjeros en vuestra propia casa. La causa de ese problema es solo política, por difícil que resulte entender, las relaciones sociales no pueden ser de amigo/enemigo o un juego de suma cero. La verdad se busca en la confrontación de opiniones y debe ser algo saludable en las sociedades libres.

La unanimidad de opiniones siempre resulta sospechosa, incluso tiene su precio. La guerra verbal no es el estado natural del hombre, pero tampoco lo es la paz de los cementerios. Todo lo vivo debe de estar en tensión, si desaparece, equivale a morir. Mejor que haya posturas contrapuestas y se defiendan en un ambiente pacífico y democrático. Ese es un signo de vitalidad. De un gran filósofo aprendimos que somos seres dotados de palabra precisamente para poder dialogar sobre el bien y el mal, lo justo y lo injusto. Para formar una sociedad justa y humana.

Los políticos deben poseer una dimensión ética, no se puede hacer política al margen de la moral, cualquier decisión sobre lo justo depende, en último termino, de la idea que se tenga acerca de lo bueno. La política ahora trata de entrometerse en todo, imponiendo conceptos muy concretos del bien humano que van mucho más allá de los principios morales para la convivencia. Así acabaremos otra vez, en la imposición de la moral de unos sobre todos. En el Parlamento se han aprobado varias leyes, por decreto, sobre cuestiones polémicas que dividen a la sociedad. Invocando la fuerza de la mayoría partidista de una sola idea. Dejando casi sin espacio a quienes las consideran injustas. No vivimos en un país para disidentes, pues genera desesperación entre quienes no ven reconocidas sus legítimas razones…

Máximo de la Peña Bermejo

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