Cartas al director
De héroes y canallas
La Guardia Civil cumplió la orden y se echó al agua en una frágil zodiac para enfrentarse a un narco asesino que llevaba la muerte a bordo de su potente planeadora. Y mientras David y Miguel Ángel morían en la dársena del puerto, unos canallas que no merecen ni el aire que respiran jaleaban a esos malditos. Pero hoy la miseria humana no sólo habita en Barbate, porque en Pamplona, su alcalde bildutarra, un tal Asirón, y sus palmeros nacionalistas de Geroa bai rechazaban guardar un minuto de silencio por los asesinados, una vileza más que a nadie sorprende. Y en Barcelona, el partido del Gobierno, el PSC, tampoco vio pertinente conceder sesenta segundos de respetuoso silencio. Y qué decir de nuestros Goya y sus recurrentes mensajitos tan políticamente correctos: ni una palabra, ninguna ausencia por el luto; Sánchez puso un tuit y «la cultura» siguió a lo suyo. Frente a toda esta miseria, el honor de nuestros guardias civiles que llevaron su lema de «paz y honor» hasta el final, y lo hicieron, como reza su himno, con «valor firmeza y constancia». Y el honor de una viuda que tuvo el coraje de enfrentarse al ministro responsable. Y el de los compañeros en los homenajes a los caídos, donde los himnos resonaron alto, muy alto, como queriendo acompañarles hasta el lugar que ocupan los héroes. El Benemérito Instituto no entiende de miserias, su vocación es la de servicio a España y a los españoles sin distinción alguna –«guarda fiel de España entera» dice su himno–. Y así lo hacen a pesar de todo, día tras día, en todo momento y lugar, serenos en el peligro. Viva honrada la Guardia Civil.