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Cartas al director

El aborto y los rincones del cielo

He terminado La peor parte, las memorias de amor de Savater. Ha coincidido con la machada de Macron.

No recordaba que Pelo Cohete había abortado voluntariamente ni las íntimas dudas de Fernando al respecto: «Hay cosas que la ley no castiga y sin embargo continúan revolviéndose una y otra vez en la conciencia…». Pelo se fue, así lo quiso, sola a Francia y allí abortó.

Dios no es Miura, ni lo pretende, pero ¿tendrá como el ganadero un libro en el que apuntar los desechos de tienta?

Para Macron el nasciturus es desecho de tienta, o menos. Francia registró en 2022 234.300 abortos. Criaturas que habrán de estar en un algún almario. ¿Dónde, Dios?

Que el cielo está lleno de rincones me lo enseñó Machín mucho antes de la revolución woke: «Aunque la virgen sea blanca/ Píntame angelitos negros/ Que también se van al cielo/ Todos los negritos buenos/ Pintor, si pintas con amor/ Por qué desprecias su color/ Si sabes que en el cielo/ También los quiere Dios…»

Después, santa Wikipedia, he podido leer la letra completa, de Andrés Eloy Blanco, y que Pedro Infante había protagonizado una película en 1948.

¡Hay tanta magdalena! Angelitos me ha llevado sin solución de continuidad a mi madre, a su admirada Lana Turner y a Imitación a la vida.

En la novela, de Fannie Hurst, las cosas no sucedían como en la película, Douglas Sirk cambió la historia porque, ya entonces, temía que los afroamericanos, en plena lucha por sus derechos tras el asesinato de Emmett Till y la osadía de Rosa Parks, la mujer negra que se sentó en un autobús en las plazas reservadas a los blancos, le echaran abajo la película.

Hay cosas, como la corrupción, que vienen de antiguo.

Felipe Sánchez Gahete

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