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Cartas al director

Limpieza, lo primero

Creo entender la adhesión de muchos vascos a Bildu. Sus políticas sociales y progresistas atraen a muchos jóvenes. Su profundo regionalismo se exhibe más cercano y veraz que el del desgastado PNV. Ha ganado mucho en moderación, tanto en el escaño como en la calle. Su vocación pragmática le ha llevado a sostener al Gobierno nacional, proyectando en esta faceta una imagen limpia, alejada de las contradicciones y las amenazas escénicas de otros socios. Es un compañero de viaje austero y fiable. Me cuesta creer no obstante, cómo puede articular Bildu esta línea de acción global tan eficiente, a juzgar por los resultados electorales, con la contribución a Sortu, el principal y vetusto socio de la coalición.

¿Cómo es posible que designe a un ex etarra para representarle en una Comisión de las Juntas Generales de Álava? Es una provocación en toda regla. Tampoco es posible armonizar el debate político sobre la ética en los impuestos, que es el caso en cuestión, cuando quien lo hace fue condenado por transportar una furgoneta a Madrid con explosivos. ¿Qué sentido ético le han creído apreciar, a quien en defensa de su ideal político era muy capaz de llevarse puesto, sabe a Dios a qué inocentes?

Con que talante puede hablar Bildu de regeneración y de mirar para adelante, cuando designa como interlocutor institucional lo más retrógrado del pasado que pretenden olvidar. Si Bildu quiere pasar página de verdad, aún con los principios de siempre, tendrá primero que sanear su mundo de la escoria que aún le queda. Aún ya cumplida su condena, lo que pretendió semejante especie debería perseguirle de por vida.

Enrique López

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