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Cartas al director

Presidente y hombre

En 1953, Winston Churchill recibió el Nobel de Literatura por su brillante oratoria « en defensa de nuestras civilizaciones». Quizá sea ese el afán ostentoso y al tiempo inconfesable de Pedro Sánchez pues, desdeñando las Cortes y las típicas comunicaciones con el pueblo y con el juzgado, siempre elige el género epistolar. A tal extremo llega su afición, no tan inocente, que, llamado a declarar como testigo de las conversaciones informales de su particular esposa en la residencia oficial, desdeña Pedro Sánchez declarar, o no, cara a cara con el juez y vuelve a elegir declarar por escrito, advirtiendo a su señoría que hacerle hablar sería inconstitucional.

De nuevo tergiversando la ley que permite al presidente del Gobierno declarar por escrito cuando se trate de hechos conocidos en el ejercicio del cargo. Y si Pedro Sánchez estuvo en reuniones profesionales de su mujer con empresarios, fue porque viven juntos por ser marido y mujer. Si esas conversaciones comprometieron no sólo al hombre enamorado sino también al presidente, correría este con la misma suerte que dos testigos anteriores del mismo caso Begoña, empresario y decano de universidad pública, a quienes el juez atribuyó un nuevo estatus, el de investigados, en el transcurso de sus declaraciones. Más le vale al presidente declarar como un hombre y no arrastrar en su deriva a las instituciones, como él mismo aconsejó al entonces testigo Rajoy.

Teresa Rivera Iglesias

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