Cartas al director
Una traición consumada
Hoy está siendo uno de los días más frustrantes en mi vida. En el momento de escribir estas letras, las 10 de la mañana del día 8 de agosto, cuando el prófugo Puigdemont ha desaparecido entre sus acólitos que se concentraban en el parque de la Ciudadela de Barcelona.
Este sentimiento no se lo atribuyo a este independentista, sino al propio Gobierno de España, dirigido por el político más nefando que hemos tenido. No se trata de que el gobierno, Sánchez, haya hecho dejadez de sus funciones constitucionales, permitiendo que un prófugo haga una aparición pública sin que se aplique la Ley, sino que es un comportamiento fruto de sus políticas que solo buscan su permanencia en el poder. Lo que se podría entender como algo cercano a la traición, cuando por un puñado de votos está poniendo a nuestro país en un trance de la propia desaparición del Estado de derecho.
Soy una persona de 69 años, y por ende pertenezco con gran orgullo a esa generación que consolidó la Transición y sentó las bases para una democracia plena como la nuestra. Considero oportuno recordar a mis contemporáneos e ilustrar a los que nacieron años más tarde y no tuvieron ocasión de vivir ese período, que uno de los factores que más contribuyó a ese ilusionante proceso fue la evolución del PSOE, impulsada por Felipe González, hacia la socialdemocracia europea, como parte de la voluntad de los españoles de sustituir las diferencias para centrarnos en lo que nos unía.