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18 de septiembre de 2024

Cartas al director

España aún no sabe quién es Pedro Sánchez

Su mujer, alta institución del Estado, imputada. Su hermano, con los muebles en el aire, imputado. Su exministro de transporte de maletas, en el punto de mira. Su aizkolari referente, imputado. Y el estandarte de su campaña en las generales, ZP, desaparecido.

Cualquiera se habría escondido bajo una piedra… pero Sánchez es lo diametralmente opuesto a ‘cualquiera’. No solo no muestra un ápice de vergüenza, ¡sino que reaparece con un desparpajo! Sonriente, buen color… ¡y con un despliegue gestual! Se marca un mitin complaciente, animoso… 35 minutos sin un titubeo, ¡y sin leer! Solo

un recitar mántrico que hace las delicias de su audiencia, imbuyéndola en un revitalizante trance, quedando su voz en segundo plano, mientras su figura parece engrandecerse: luminosa, dominante, segura. Justo lo que necesitaban para levantar los ánimos. El discurso es un dulce vaivén de elogios a ‘su’ gobierno, es decir, a sí mismo, y de latigazos que propina —con la destreza que solo años de práctica pueden conferir— a un Partido Popular que, a estas alturas, parece haber encontrado en ello un perturbador placer.

El socialista encuentra en Pedro una sonriente fuente de seguridad. Fuente que necesita más que cualquier otra cosa, porque se sabe colaborador necesario de todo lo que acontece. Y cuando la situación se pone peliaguda, la sonrisa del pasivo-agresivo supremo es el bálsamo que su mente necesita… y digo mente, porque su alma, hecha la transacción, ya no le pertenece.

Hoy nadie debería negar que es extraordinario, pero renunciamos a aceptarlo… preferimos regocijarnos con los ‘Michavilas’ que nos aseguran que el Partido Popular tiene 1.752 escaños en el bolsillo.

El plan de Sánchez es un proyecto de décadas. Y solo alguien con su talento e implacable determinación puede llevarlo a cabo, y no hay duda de que ése es Pedro Sánchez. Entiendo que repugne leerlo, pero subestimar al enemigo es el camino

seguro a la derrota. Solo si la oposición se niega rotundamente a legitimar uno más de sus movimientos y se compromete a poner en valor toda resistencia constitucional y patriótica de la que disponemos, solo dando esa batalla, tendremos una ínfima posibilidad de, en dos o tres años, desatornillarlo del poder.

Fabio Pinero

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