Cartas al director
Sísifo y el TOC
Sísifo fue condenado a empujar un peñasco por la pendiente de una colina hasta llegar a la cima y volver a empezar, eternamente, ese proceso cuando aquél caía al suelo.
Los enfermos de TOC pasan casi todo el día debatiéndose con lo absurdo, siendo así que las obsesiones se refuerzan; luchan contra los pensamientos intrusivos, de modo que su sufrimiento se acrecienta. Las obsesiones son como ese peñasco que los enfermos de TOC empujan hasta que su ansiedad llega al clímax, momento desde el que comienza a descender. Los ritos neutralizan su ansiedad, pero este alivio es momentáneo. De modo que cuando otra obsesión acecha, se enzarzan con ella en una lucha sin cuartel a través de los ritos que aumentan su infierno. Este es el círculo vicioso del que no pueden salir, como Sísifo no puede dejar de empujar peñascos. Es la adicción del enfermo de TOC: recurrir a los ritos para que le proporcionen alivio, buscando nuevas formas de conseguirlo, como quien compra una dosis de cocaína, creyendo que esnifándola desaparecerán sus preocupaciones terrenales.
Los enfermos de TOC son nuestros Sísifos. Pero mediante psicoterapia, psicofarmacología y su colaboración incondicional, pueden romper aquel círculo vicioso; ellos tienen las llaves de la jaula para abrirla y ser libres, que es, en última instancia, aquello que temen. Mas hemos de recordar, con Jean Paul Sartre, que «estamos condenados a ser libres». Esa y no otra es nuestra condena. Que se mejoren; les deseo que vivan en libertad y paz mental.