Efectivos y uniformados

Dos vocablos que forman parte hoy del lenguaje de la prensa al referirse al componente humano de las Fuerzas Armadas. Ambos representan, en mi opinión, un esfuerzo más que posiblemente intencionado en origen de «desnaturalización semántica», por el borrado de esencias específicas que conllevan.

Decir que las Fuerzas Armadas están compuestas por unos 120.000 «efectivos», en lugar de militares, es difuminar por completo la realidad que representan. ¿Qué son efectivos? ¿Todos los medios de que dispone una empresa cualquiera juntando edificios, mesas, ordenadores, personas, etc? ¿A alguien se le ocurre decir que un periódico está compuesto por 200 efectivos? ¿Porqué se utiliza este término especialmente para las Fuerzas Armadas? ¿Se trata de dejarlas sin sello identificador de contenido, amén de las palmarias carencias de capacidades y sueldos raquíticos que ya atesora su continente?

Muy similar, en cuanto a forma y fondo, es el uso de «uniformados». Aquí, debo confesar mi sorpresa mayúscula por su utilización reciente en otras páginas incluso por algún altísimo ex cargo militar. Ello parece poner de manifiesto que, salvo lapsus calami, es evidente la penetración mental generalizada de este uso arbitrario. ¿A quién se refiere exactamente «uniformado», dada la cantidad existente de profesiones, colegios, etc, donde todos sus miembros van equipados igual? Y como antes, ¿porqué sólo se emplea para referirnos a las Fuerzas Armadas?

No es un tema baladí. Para los medios que, por ejemplo, han defendido con fuerza en estas fechas la pervivencia del «Feliz Navidad» frente al «Feliz solsticio de invierno», es sencillo comprender los efectos nocivos del «embadurnamiento» que se intenta con este tipo de iniciativas. Opónganse a ellas, y no olviden que los que han jurado dar su vida por España no son efectivos ni uniformados. Son militares.