Sánchez se inventa un nuevo «PER» electoralista
El clientelismo de Sánchez es, con este PERTE que remite a los peores tiempos del PER andaluz, una característica germinal de su manera de entender la política como una combinación de improvisaciones ineficaces; paternalismo infantil y nepotismo ruinoso
La utilización de recursos públicos e instituciones del Estado para fines de partido es, quizá, uno de los rasgos definitorios más preocupantes de regímenes regresivos en términos democráticos, porque supone devaluar el espacio público y malear las reglas del juego para subordinarlo todo a un interés estrictamente partidista.
La aprobación urgente de un plan de inversiones en el campo por parte del Consejo de Ministros a apenas cinco días de las elecciones en Castilla y León es un clamoroso ejemplo de ello: pretender inducir el voto transformando el dinero de todos en una graciosa concesión del PSOE supera los límites del decoro político y se adentra en los del más zafio electoralismo.
Pero además es una falta de respeto al ciudadano en general y, más en particular, al ganadero, al agricultor o al marinero: pensar que va a decidir su voto por una dádiva improvisada, por suculenta que se antoje, resume la visión que este Gobierno tiene de los administrados como un manso rebaño al que puede estabularse con sus dádivas, tan a menudo grandilocuentes en las formas como inanes en su ejecución.
El clientelismo de Sánchez es, con este PERTE que remite a los peores tiempos del PER andaluz, una característica germinal de su manera de entender la política como una combinación de improvisaciones ineficaces; paternalismo infantil y nepotismo ruinoso.
Que unas veces se exhibe con planes como éste; otras transformando al CIS en un aparato de burda propaganda y otras más sometiendo, vejando o ignorando a las instituciones públicas, básicamente legales, que no se someten a sus caprichos.
El sector agroalimentario es lo suficientemente importante como para que nadie pretenda someterlo con una lluvia incierta de millones que, de algún modo, lo equipara con La Palma y transforma a sus profesionales en una especie de meros receptores de limosnas públicas.
Necesita una visión global, transversal y a largo plazo que analice cómo reducir la competencia desleal de terceros países; que reduzca la insoportable carga fiscal de sus operadores; que aminore el sobrecoste de sus suministros y que, en definitiva, les permita trabajar con la experiencia y sabiduría que acumulan.
La política de Sánchez hacia ellos se resume mejor en el desprecio a los ganaderos de Garzón, que ni ha dimitido ni ha sido cesado, que en el plan presentado hoy con urgencias electorales y los pocos escrúpulos habituales.