Las luces de Sánchez
Sánchez se ha acostumbrado a amplificar problemas ajenos, a crear otros nuevos y, a continuación, a aprovecharlos todos para diluir su incompetencia o tapar sus lagunas y escándalos
El decreto ley de Pedro Sánchez para ahorrar energía, que prevé sanciones millonarias para actividades económicas y comerciales que no apliquen las restricciones previstas, es el enésimo disparate de un presidente desnortado e instalado en una deriva autoritaria.
Para empezar, no está nada claro que la reducción de la dependencia del gas ruso haya tenido efectos económicos o ambientales apreciables, quizá porque mientras Gobiernos como el de España martirizan a la sociedad con una fiscalidad insoportable o una regulación restrictiva; los socios de la Unión solo reducen las compras a Moscú cuando Putin decide cerrar el grifo.
Para continuar, porque con una economía alicaída como la española, no se puede cargar en las empresas y comercios lo que ya sería suficiente que aplicara la Administración Pública, dando un ejemplo que no da, sin duda, el propio presidente: es inadmisible regañar a la ciudadanía, con excusas de todo tipo, mientras uno mismo escapa de las imposiciones y se permite mantener el Gobierno más amplio de Europa o se utilizan caprichosamente medios de transporte tan costosos y poco sostenibles como el Falcon o el Puma.
Y para terminar, porque es inaceptable recurrir a la imposición unilateral, sin diálogo ni acuerdo con nadie una vez más, para tapar el verdadero problema: que el mismo Gobierno que hace una semana se comprometió a no poner límites al consumo se permita ahora, sin justificación previa, apagar las luces en toda España sin tener en cuenta las consecuencias, retrata la mezcla de cesarismo e improvisación que caracteriza a este presidente.
La ciudadanía y las empresas ya se moderan por necesidad, llevadas por unas tarifas insufribles con las que el Gobierno, por cierto, hace caja. A ese esfuerzo cabría pedirle otro a Sánchez que, lejos de la regañina gratuita, añadiera alternativas solventes, bien con la búsqueda de suministradores de gas alternativo, bien con la reactivación de fuentes ignoradas como la nuclear, bien con una mejor gestión de las renovable, bien con todo a la vez.
Sánchez se ha acostumbrado a amplificar problemas ajenos, a crear otros nuevos y, a continuación, a aprovecharlos todos para diluir su incompetencia o tapar sus lagunas y escándalos.
La ciudadanía y las empresas ya se moderan por necesidad, llevadas por unas tarifas insufribles con las que el Gobierno, por cierto, hace caja
Porque mientras se habla del infumable decreto aprobado, no se habla del hundimiento económico de España, de la voracidad recaudatoria de su Gobierno o de bochornos tan recientes, y ya enterrados, como el caso de los ERE.
Quitarse la corbata y subirse al Falcon no puede ser la respuesta de un dirigente serio ante un drama socioeconómico como el que ya sufre España. Pero hacer eso y añadirle un catálogo de multas que criminaliza a quienes están sufriendo, roza ya el delirio totalitario.