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Editorial

Sánchez no rompe con Bildu

El presidente del Gobierno les debe el cargo a los cómplices del horror y está dispuesto a darles lo que sea necesario para mantenerse

Actualizada 01:30

Lo sustantivo en la política de Pedro Sánchez al respecto de los herederos de Batasuna y cómplices del terrorismo durante décadas es que, pese a la polémica nacional derivada de la incorporación de miembros de ETA a las listas de Bildu, el líder socialista no es capaz de renunciar a esa alianza ni ahora ni en el futuro.

La interpelación de Feijóo al respecto, en el Senado, fue concluyente: «O rompe con Bildu o rompe con la decencia». Y el presidente del Gobierno esquivó el desafío, lo que en la práctica equivale a mantener el insólito acuerdo con la formación abertzale que le ha permitido llegar al cargo y le es indispensable para mantenerse en él.

Sánchez se retrata así como un dirigente que, más allá de subterfugios y eufemismos, está dispuesto a blanquear el horror etarra con tal de camuflar a duras penas la verdadera naturaleza de su sumisión a un partido incapaz de distanciarse de ETA y dispuesto a explotar la debilidad de quien rige los destinos del país.

La supuesta renuncia de siete delincuentes con crímenes a tomar posesión de unos cargos a los que siguen siendo candidatos, por mucha publicidad que se le dé a su gesto inane, no cambia el paisaje desolador que dibuja el entreguismo del Gobierno, e incluso lo ahonda.

Porque supone el enésimo intento de blanquear el currículo asesino de una banda inhumana y no incluye el aislamiento de su gran tutor político, que sería la única manera de demostrar un compromiso cierto con la verdad histórica y la decencia política más elemental.

Al contrario, la trampa intenta consolidar la sintonía entre el PSOE y Bildu, entre Sánchez y Otegi, y presagia lo peor: porque intentar colocar en cargos públicos a delincuentes sin arrepentimiento alguno y rectificar exclusivamente por el temor a la represalia electoral supone más una decisión táctica que una posición inamovible y presagia la consolidación de una alianza nefanda.

Todo lo que no sea renunciar a cualquier botín político derivado del respaldo de Bildu equivale a legitimar sus objetivos y blanquear su pasado, que es lo que Sánchez lleva años haciendo con indignas concesiones.

Porque con ese partido ha logrado investiduras, presupuestos e incluso el Gobierno de Navarra, en liza ahora de nuevo el próximo 28M: si el PSOE reedita el Gobierno Foral o se lo cede a las siglas abertzales, quedará aún más clara la simbiosis entre socialistas e independentistas y elevará la amenaza contra España a su máxima categoría.

Porque Bildu mantendrá en puestos de alcalde o concejal a 37 candidatos y mantendrá su desafío constitucional con un proyecto anticonstitucional que, lejos de renegar de su pasado violento, lo utiliza como elemento de presión a un presidente indigno, dispuesto a las peores concesiones con tal de repetir en el puesto.

Incluida la indignidad de normalizar a terroristas en las instituciones y reforzar al brazo político que compartía objetivos y solo acepta cambiar de medios por razones tácticas: tiene a su disposición las llaves de la Moncloa y el aparato mediático, institucional y judicial de un presidente capaz de reescribir la historia con tal de librarse del estigma de indignidad que nadie con algo de humanidad puede ya disculparle.

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