Feijóo, el «inexperto»
En las Fuerzas Armadas siempre gozaron de especial consideración los miembros con valor «reconocido». En la política medran a menudo los pelagatos a los que no «se les supone» valor alguno
Pertenezco a una generación que cumplió el servicio militar, vulgo la mili, y conocí aquella dualidad que diferenciaba el valor «reconocido» y el valor «se le supone». Es obvio que a toda aquella muchachada el valor se nos suponía y ya era mucho suponer. Los de milicias y los de quintas no teníamos sino un compromiso temporal con las Fuerzas Armadas; luego cada cual seguiría su camino. Ese reconocimiento no se da en la política. A menudo, según a quién, ese valor, en este caso civil, se le niega. La izquierda es experta en apuntar valores a cualquier pelagatos de los suyos y negárselos a los contrarios aunque tengan inobjetable consistencia.
Alberto Núñez Feijóo es un objetivo de la ley del embudo socialista. En el debate con Sánchez, además de comprobar la inutilidad de sus cientos de asesores que sestean y cobran, constatamos que Sánchez no fue más allá de la interrupción continuada, la descalificación, la demostración de su vanidad y, cómo no, las mentiras concatenadas. Circulan vídeos que lo demuestran. Las mentiras son para Sánchez tan vitales como la respiración. Tengo la impresión de que se las cree, pero es asunto para psicólogos; las patologías rebasan el ámbito de los analistas políticos.
En un momento del debate, Feijóo comenzó a enumerar los gruesos insultos recibidos tanto de Sánchez como de miembros de su Gobierno. Un presidente que llegó a la Moncloa falseando una sentencia, con la complicidad de un juez, y así lo decidieron más tarde los Tribunales, y antes había sido concejal y diputado de rebote por renuncia de quienes le precedían en las listas; que en la secretaría general de su partido sumó el célebre voto forzado tras la cortina; que fue apartado de Ferraz cuando sus órganos dirigentes entendieron que iba a hacer lo que luego hizo y a pactar con quienes luego pactó. A su regreso –sí, es un resistente– cambió las reglas para asegurarse el sillón hiciese lo que hiciese. Pues este hombre que no había gobernado ni su comunidad de vecinos ha despreciado repetidamente a Feijóo como «un inútil que no sabe de nada».
Yolanda Díaz, la chulísima, conocida por su ingratitud hacia quienes desde su inicio la alzaron en la política y por su carné comunista que no se entiende en la UE; Irene Montero, aupada al poder por habilidades que no tienen que ver con la gestión y que explicó en un sonrojante vídeo; Isabel Rodríguez, actual portavoz del Gobierno, amonestada por la Junta Electoral por utilizar las comparecencias informativas tras los Consejos de Ministros para hacer política partidista; Marisu Montero, que fue consejera en Andalucía durante las presidencias de Griñán y Chaves y no se enteró de la corrupción que la rodeaba; Félix Bolaños, capaz de envolver sus insultos en papel de celofán como un regalo pero cuyas palabras son puñales; Nadia Calviño, la más experimentada, que ha declinado presentarse a las elecciones acaso para salvar su futuro en la UE. Estos miembros del Gobierno cuyas experiencias laborales están ahí, algunas para bien y otras para mal, son quienes más han seguido las consignas de Ferraz contra Feijóo a veces con las mismas palabras, como una lección aprendida.
Feijóo fue consejero y vicepresidente de la Junta de Galicia, antes de presidente con cuatro mayorías absolutas, presidente del INSALUD en el Ministerio de Sanidad, y entre 2000 y 2003 presidente de Correos en un periodo de transformación. Como hoy Correos nos preocupa a todos, preocupación compartida por los sindicatos de la entidad, debe recordarse que la gestión de Feijóo salvó a Correos. Acabó su mandato con 109 millones de beneficio desde unas pérdidas de 30 millones. Afrontó nuevas estrategias, apuntó a la vía digital, cambio que Feijóo fue capaz de ver una década antes. Y acertó. Valor reconocido.
En el debate cara a cara, Sánchez acusó a Feijóo de «inexperto» y ocultó que el «experto» que él colocó al frente de Correos y, según sindicalistas de la empresa una calamidad gestionando, es Juan Manuel Serrano, su antiguo jefe de gabinete. Con su presidencia Correos tuvo un déficit de 105,5 millones de euros en 2021, y perdió 217 millones en 2022. Los expertos estiman que podría llegar a perder cerca de 800 millones de euros durante los años de gestión de Serrano, amigo íntimo de Sánchez, y cuya esposa, Isaura Leal, concurre como número 8 en la lista electoral de Madrid.
La política no exige demostrar nada, pero la gestión sí, ya sea en una empresa pública o en una privada. Las cuentas de resultados mandan. En la empresa privada echan a la calle a los malos gestores; en la política a veces son ascendidos y si los pactos firmados suponen un error o una desvergüenza se mantiene a los inútiles hagan lo que hagan. ¿Para qué señalar el ejemplo de Irene Montero tras la ley del «sólo sí es sí»? Sigue como ministra cobrando su sueldo y disfrutando de las bicocas anexas porque el presidente no se atreve a cesarla. La venganza de Sánchez la ha protagonizado Yolanda, la chulísima, al excluirla de las listas. Ahora los dos, Sánchez y Yolanda, proclaman que gobernarían juntos. Obvio. Pero el presidente se cuida de aclarar si gobernaría con el conjunto Frankenstein. Sabe que lo haría. ERC y Bildu ya han anunciado que esta vez el precio será mayor.
En las Fuerzas Armadas siempre gozaron de especial consideración los miembros con valor «reconocido». En la política medran a menudo los pelagatos a los que no «se les supone» valor alguno. Miremos alrededor.
- Juan Van-Halen es escritor. Académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.