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En primera líneaEmilio Contreras

El silencio de los 40 principales

Es lógica la sorpresa, yo diría el pasmo, de muchos al ver que ex ministros de Felipe González siguen dando su apoyo a quien acepta gobernar con los que se proponen demoler el sistema que ellos contribuyeron a construir

Actualizada 01:30

En la zarabanda de mítines, debates y declaraciones de los candidatos, recogidas por todos los medios en las semanas que precedieron a las elecciones del 23J, hubo un hecho que casi pasó desapercibido. El 20 de julio se hizo público un manifiesto en el que unos 40 ex ministros de los gobiernos de Felipe González daban su apoyo cerrado a Pedro Sánchez. «Lo hacemos -decían- por lealtad a nuestro partido» que «defiende una España unida y diversa».

Esas palabras habrían sido creíbles hace cuatro años cuando en los meses que precedieron a las elecciones de noviembre de 2019 Pedro Sánchez repitió que nunca pactaría con populistas, separatistas y herederos de ETA. Pero desde 2020 hemos visto cómo ha hecho lo contrario; y sin cortarse un pelo ha afirmado luego que no ha engañado a nadie y que únicamente se ha limitado a cambiar de opinión.

Ilustración Felipe González

Lu Tolstova

Con este manifiesto, los ex ministros incurrieron en una contradicción porque la política de Sánchez se enfrenta radicalmente con lo que hicieron los gobiernos en los que ellos participaron. Y probablemente lo hacen por una lealtad emotiva e idealizada -no sabemos si en algunos casos interesada- a unas siglas con 144 años de vida, pero el choque entre lo que entonces se hizo y lo que ahora se está haciendo es evidente y frontal.

La colisión con lo que hizo Felipe González empezó desde el primer momento. En las elecciones generales de marzo de 1996, el PSOE consiguió 141 diputados, Izquierda Unida 21, Convergencia 16, PNV 5, BNG 2, ERC 1 y Eusko Alkartasuna 1. En total, 187 diputados, 11 más que la mayoría absoluta. Y Felipe González se negó a pactar con ellos un gobierno que se habría adelantado en 24 años al gobierno Frankenstein que Pedro Sánchez formó en 2020 y que ahora está pactando con esos socios. González rechazó seguir en La Moncloa con esas compañías, y se fue a su casa.

¿Por qué lo hizo? Felipe González se negó a seguir en el poder porque su objetivo era gobernar con un programa socialdemócrata -con el que se puede estar de acuerdo o no; esa es otra cuestión- y cuando vio que para seguir en el poder tenía que ceder en asuntos que iban contra principios innegociables del ideario del Partido Socialista, como la unidad de la nación o gobernar con los comunistas, prefirió abandonar el poder. Su objetivo era aplicar un programa, no permanecer en La Moncloa a cualquier precio.

El caso de Pedro Sánchez es radicalmente opuesto. No ha dudado en pactar su acceso al poder y su permanencia en él con quienes no ocultan su intención de desmontar el orden constitucional y acabar con la existencia de la nación española.

El manifiesto de los 40 es el síntoma más preocupante del cambio radical del PSOE en 44 años, desde el Congreso Extraordinario de septiembre de 1979. Es una rectificación ideológica y estratégica en toda regla, es apoyar a quienes quieren desmontar el edificio constitucional y la vertebración de la nación española que UCD y PSOE construyeron en los años de la Transición. Es ir contra lo que su partido y ellos mismos hicieron. Y no quieren ver que el único objetivo del actual PSOE y de su presidente es permanecer en el poder a cualquier precio.

Pero es aún más preocupante el silencio de esos ex ministros cuando tras el 23J Junts y ERC se han quitado la careta y exigen la amnistía y el referéndum para la independencia al saberse imprescindibles para la investidura de Pedro Sánchez. Lo han hecho con la arrogancia de quienes saben que tienen la sartén por el mango y el mango también. Aragonés ha dicho que no quieren el «encaje» de Cataluña en España sino separarla de España. Y Puigdemont planteó sus condiciones en Bruselas con la amenaza de no apoyar la investidura. Sin olvidar la propuesta de convención de Urkullu, para saltarse la Constitución.

Y ante esta evidencia, los firmantes del manifiesto guardan silencio ¿No se han sentido manipulados, incluso traicionados? ¿Creen que con el pacto con los separatistas se está defendiendo una «España unida y plural»? Salvo Ramón Jáuregui, Jordi Sevilla, Joaquín Almunia y Tomas de la Quadra-Salcedo, el resto guarda el silencio de los corderos. Y han mirado a otro lado cuando los que fueron su presidente y su vicepresidente -Felipe González y Alfonso Guerra- han lanzado serias críticas al pacto con los que exigen la amnistía y el referéndum de independencia.

Los firmantes saben que el separatismo siempre ha traicionado a la democracia española. Lo hizo el 14 de abril de 1931, cuando incumplió el Pacto de San Sebastián con los republicanos; el 6 de octubre de 1934, cuando se aprovechó de la revolución de marxistas y anarquistas; y también lo hizo el 27 de octubre de 2017. Y lo volverá a hacer.

¿No son conscientes de que, aunque se consiga la victoria pírrica de seguir gobernando, si la amnistía y el referéndum nos llevaran a las puertas de una declaración de independencia, el PSOE correría el riesgo de un hundimiento electoral que lo pondría al borde del abismo?

Los 40 principales guardan un silencio indulgente si no cómplice mientras se negocia el precio a pagar a los separatistas por seguir en el poder. Treinta monedas.

¿Creen de verdad que el PSOE podría sobrevivir a una España rota?

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