Yo te dejo gobernar y tú dejas que me vaya
ERC y Junts perdieron el 23J 549.567 votos. El PP ha logrado 6.234 votos más que Esquerra y 76.483 más que los de Puigdemont. La situación de los separatistas es desesperada y aprovecharán la debilidad de Pedro Sánchez para arrancarle un referéndum de independencia que les reconcilie con sus votantes
De las catorce elecciones generales que ha habido en España desde la recuperación de las libertades, solo dos han sido determinantes: las del 15 de junio de 1977 y las del pasado 23 de julio. Las primeras porque la derecha democrática y reformista (UCD) y la izquierda socialdemócrata (PSOE) consiguieron 283 diputados, el 81 por ciento de los escaños. Ese resultado permitió aprobar en 1978 la única Constitución por consenso de nuestra historia. A los tres años de la muerte de Franco se hizo un cambio revolucionario sin hacer una revolución.
Las elecciones del 23-J son determinantes porque existe el riesgo de que se recorra un camino inverso al que se emprendió en 1977. Hasta ahora la victoria de un partido no afectaba a los cimientos del Estado o a la permanencia de la nación. Las perspectivas de cambio no eran radicales, y no daban miedo a los votantes del partido que había perdido las elecciones.
Ahora el riesgo está en que el resultado electoral y los pactos con los separatistas puedan afectar a la estructura del Estado y a la unidad de la nación. Esa es la preocupación de los españoles que no han votado a Pedro Sánchez, porque temen que los separatistas catalanes y vascos impongan tales condiciones en la investidura y al nuevo gobierno que abran un camino irreversible hacia la desaparición de España como nación. Y este es un hecho nuevo que nos haría retroceder a lo peor de nuestro pasado, porque sería ingenuo creer que tal cosa podría ocurrir sin que se produjera una convulsión social en el país.
Nunca en 46 años se han dado unas condiciones tan favorables para que los separatistas jueguen sus cartas. El PNV ha sido desbordado por los radicales de Bildu. Y el pasado día 27 el senador de Bildu, Mario Zubiaga, afirmó que los etarras «tomaron las armas para renovar el pueblo»; nadie lo desautorizó.
ERC y Junts pronto darán un paso más hacia el extremismo para tratar de recuperar los 549.567 votos que han perdido –entre todos los partidos separatistas catalanes son 700.000 votos– la mayoría refugiados en la abstención. Ese ha sido el mensaje de parte de su electorado a los que teniendo una mayoría del 52 por ciento en el Parlament y 21 diputados en el Congreso no dieron el paso para forzar la independencia en la anterior legislatura, cuando eran esenciales para la supervivencia del gobierno de Pedro Sánchez. Se han sentido traicionados y les han retirado su confianza. Para ellos, ERC y Junts han sido unos cobardes, y ahora ambos partidos pugnarán por ser el más radical en su lucha para arrancar a Cataluña del resto de España.
El desastre que han sufrido ha sido tal que el PP ha obtenido en Cataluña 6.234 votos más que Esquerra y 76.483 más que Junts, algo inimaginable desde hace muchos años. La situación de ambos es desesperada porque temen que surja un nuevo partido de la cantera de la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), que podría recoger los votos de quienes se sienten traicionados y pudiera fulminarlos del escenario político catalán.
Ahora Esquerra y Junts tratarán de recuperar la confianza de los votantes que les han abandonado, y jugarán fuerte. El precio que impondrán a Sánchez será un referéndum disfrazado de consulta que, valiéndose de cualquier subterfugio legal, les abra el camino a la independencia. Y tendrán grandes posibilidades de conseguirlo, aunque rebase los límites de la Constitución, porque creen tener asegurado el apoyo de un Tribunal Constitucional con mayoría ideológica afín. Si tal cosa ocurriera, el PSOE tendría que atenerse a las consecuencias históricas de haber propiciado la independencia de Cataluña.
Hay un hecho que confirma el acuerdo con los separatistas desde antes del 23-J. Nunca en la historia de la democracia, el partido que ha quedado a 55 escaños de la mayoría absoluta ha demostrado tanta euforia como el PSOE en la noche electoral. Es la prueba de que ya tenían cerrado un acuerdo con los separatistas para seguir en el poder a pesar de su derrota. El pacto está claro: yo te dejo gobernar y tú dejas que me vaya. De esos pactos surgirá el gobierno más frágil desde 1977; dependerá de seis partidos más los 15 que integran Sumar.
La noche electoral un grupo de simpatizantes gritó con entusiasmo ante la sede del PSOE: «No pasarán», el eslogan que hizo célebre la dirigente comunista Dolores Ibarruri en el Madrid de 1936. Celebrar el resultado de unas elecciones democráticas recuperando un grito guerracivilista de hace 87 años que nadie trató de acallar, es retrotraernos a lo peor de nuestro pasado removiendo el resentimiento de las dos Españas. Es jugar con fuego.
Unos días antes del 23-J varias decenas de exministros de Felipe González –él no– firmaron un documento de apoyo a Pedro Sánchez que, con su pacto con los separatistas y Bildu, puede demoler el orden constitucional que ellos contribuyeron a construir. Ese texto es un monumento a la contradicción política. El día 24 coincidí con un ex alto cargo socialista de esos años, buen amigo mío, que me contó cómo tenía decidido abstenerse, pero cuando faltaba una hora para el cierre de los colegios electorales, cambió de opinión y fue a votar «…y voté a la tribu», me dijo.
No votó a la tribu, votó al retorno de la España tribal, que es distinto y peor. Al tiempo.
- Emilio Contreras es periodista