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en primera líneaAntonio López-Istúriz

Resultados de la COP28

Aunque el camino sea largo y tortuoso, se van construyendo los consensos necesarios y se recobra la esperanza en el multilateralismo

Actualizada 01:30

Terminada la COP28 y el debate que sobre ella tuvimos en el Parlamento Europeo, es hora de evaluar y reflexionar sobre los resultados. Tras diez días de intensas conferencias y negociaciones, durante los cuales las críticas no se hicieron esperar, especialmente hacia el país anfitrión, uno de los principales productores de combustibles fósiles, las expectativas se mantenían elevadas debido a la magnitud del desafío climático actual.

En la COP21, celebrada hace ocho años y en la que se logró la firma de los Acuerdos de París, se estableció una base común sobre la necesidad de actuar. Sin embargo, las ediciones posteriores evidenciaron la necesidad de un consenso más robusto sobre una agenda global que abordara la mitigación, adaptación, compensación y financiación de manera justa y realista. Finalmente, en esta cumbre, se logró un acuerdo en el que se menciona explícitamente la reducción de combustibles fósiles con el objetivo de lograr una transición justa.

En un tema tan complejo, que comprensiblemente los resultados no satisfacen a todos, especialmente a países que ya experimentan las consecuencias del calentamiento global de manera evidente. A pesar de ello, la COP28 ha propiciado un debate necesario, identificando los sectores en los que debemos enfocar nuestros esfuerzos en los próximos años.

El cambio climático, con sus efectos ya palpables, plantea desafíos urgentes que trascienden la ecología. En un mundo interconectado, la seguridad ambiental se entrelaza con la seguridad global. La competencia por recursos intensifica tensiones geopolíticas, alimenta conflictos regionales y propicia la migración forzada. La conferencia, sabedora de que los problemas derivados del cambio climático requieren una gestión global, no solo abordó cuestiones ecológicas, sino que también estableció un marco sólido para la cooperación internacional, reconociendo la vinculación intrínseca entre la seguridad de un país y la sostenibilidad ambiental global. Un logro clave fue asegurar un fondo monetario para mitigar los efectos del cambio climático en países en desarrollo.

Otro de esos problemas globales es la gestión del agua. Su escasez afecta no solo al consumo humano, sino también a la agricultura, la ganadería e incluso a la industria. En occidente estamos acostumbrados a la abundancia de agua. Nuestra posición geográfica, el clima, y las infraestructuras creadas en los últimos años para facilitar su acceso ha hecho que no le demos el valor que realmente tiene. Pero en los últimos años, la sequías recurrentes y la desertificación nos han hecho ver de cerca los peligros a los que nos enfrentamos.

Ilustración: calentamiento global

Paula Andrade

En este sentido, cumbres como la COP deben servir para el intercambio de buenas prácticas, transferencia de conocimiento entre industria e instituciones fomentando relaciones con con países ya líderes en tecnología aplicada para paliar los efectos del cambio climático. Por ejemplo, es sabido que en Israel, un país con escasos recursos hídricos pero con un potente sector tecnológico, cada gota de agua es utilizada hasta 3 veces.

La utilización óptima de los recursos esenciales, como el agua, es un área en el que debemos profundizar. El desarrollo de sistemas y tecnologías que permitan la implementación de economía circular será uno de las grandes ventanas de oportunidad que se abrirán al afrontar los retos climáticos.

La transición hacia energías limpias se erige como otro de los pilares fundamentales para lograr equilibrio ambiental y geopolítico. No solo es una necesidad ecológica, sino también una estrategia clave para aumentar la autonomía estratégica de Europa, porque reduciendo la dependencia de combustibles fósiles, disminuirá también la influencia de países no democráticos en la matriz energética global, tal y como ocurre con el gas ruso o el petróleo venezolano, y nos aportará más resiliencia energética, para que no tengamos que buscar alternativas de suministro en países como Qatar, que por un lado nos venden gas pero al mismo tiempo buscan influir de manera ilegal en nuestras instituciones democráticas, tal y como se hizo evidente hace un año con el escándalo del Qatargate.

Diversificar las fuentes de energía creará oportunidades económicas en sectores emergentes, tanto en Europa como en otros países del arco mediterráneo. La producción, almacenamiento y exportación de energía solar, eólica y geotérmica, así como la producción de hidrógeno se presentan como oportunidades para que comencemos a autoabastecernos y a crear industria que genere riqueza y prosperidad para la población local.

La transición verde en España es una oportunidad para cambiar el sistema productivo. La Comisión Europea ha señalado que España necesita renovar el parque inmobiliario para aumentar la eficiencia energética, hacer que la movilidad y el sector del transporte sean más sostenibles y seguir aumentando la proporción de energías renovables en la combinación energética. Para todo ello, la Unión Europea ha dispuesto los fondos Next Generation, que financian iniciativas para enfrentar estos problemas. Lamentablemente, nuestro país está perdiendo una excelente oportunidad de dar un paso al frente, dado que la implementación de estos fondos es muy deficiente, y no se están llevando a cabo proyectos que inyecten estos fondos en la economía real ni revirtiendo los efectos contaminantes de nuestro sistema.

En un mundo que avanza hacia la descarbonización, la falta de implementación efectiva en la transición hacia energías limpias compromete la capacidad de los países para liderar los sectores económicos del futuro. La COP28 ha servido para elaborar estrategias hacia un futuro más seguro y sostenible, un paso constructivo hacia la autonomía estratégica que nos permita no depender de los combustibles fósiles. Aunque el camino sea largo y tortuoso, se van construyendo los consensos necesarios y se recobra la esperanza en el multilateralismo.

  • Antonio López-Istúriz es eurodiputado y secretario general de la IDC
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