El ministro de Cultura no deja de superarse. El pasado martes protagonizó en el Ateneo de Madrid un homenaje al poeta Miguel Hernández en el que dijo rendir homenaje «a quien fue asesinado por transmitir sus ideas». Su sectarismo es de tal envergadura que ni siquiera pueden cotejar los hechos. Hernández murió en la enfermería de la prisión de Alicante por una sucesión de enfermedades fatales: bronquitis y tuberculosis entre ellas.
Mientras sus colegas de Gobierno, incluyendo a la vicepresidente primera del Gobierno, estaban en el funeral de la Catedral de Valencia por las víctimas de la Dana, ella estaba en el Corte Inglés haciendo gasto. Quizá podía haber intentado sumarse al duelo desde la distancia, pero lo cierto es que a la economía española siempre le viene bien que el comercio tenga ingresos y que las compras de Navidad generen riqueza para todos.
El jefe de Vox en el Parlamento Europeo ha tenido la idea de denunciar a José Luis Rodríguez Zapatero en la Eurocámara por su apoyo a la dictadura de Nicolás Maduro. Hay que reconocer que no se le impidió completamente la protesta, pero sorprende ver que un miembro de la cámara no se puede acercar al objeto de su protesta tanto como quisiera. Habría que ver si cambiaran las tornas ideológicas de denunciante y denunciado la distancia fijada sería la misma.
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