Democracia
Decisiones de gran importancia, como los presupuestos generales de España, o la reforma laboral, están en manos de estas minorías reales a nivel nacional y que además tienen por objetivo principal, el acabar con España
La definición más clásica de democracia es aquella que dice: «Forma de organización social, que atribuye la titularidad del poder, al conjunto de la ciudadanía».
Ahora en España tenemos lo que se llama una democracia indirecta o representativa, donde los ciudadanos ejercen el poder político a través de sus representantes, elegidos mediante el voto, en elecciones libres y periódicas.
A partir de esta breve descripción de lo que debería ser la democracia en España, encuentro que con el paso del tiempo, desde su instauración, hace más de cuarenta años, no es así como funcionamos y las razones que creo importantes para esta afirmación son:
Las listas de los ciudadanos que nos van a representar en el Parlamento son cerradas, lo que hace que prácticamente nadie conozca a sus representantes en el Parlamento y por tanto lo que se vota es el programa de tal o cual partido y se deposita la confianza en su líder correspondiente, que ese sí es conocido por todos.
Como consecuencia de lo anterior, se da una circunstancia que nunca he entendido y es la llamada disciplina de voto de cada partido; es decir, que todos los diputados sentados en el Parlamento, salvo los líderes, no tienen otra opción que decir en cada votación lo que les indique la ejecutiva de su correspondiente partido y, por lo visto, aceptan no tener ninguna posibilidad de disentir, sin olvidarnos de que nos cuestan mucho dinero a los españoles. Prueba de lo que digo es la multa que acaba de imponer el Partido Popular a la diputada Cayetana Álvarez de Toledo por discrepar en una votación con su partido.
En segundo lugar, en ésta democracia, se decidió tener en cuenta la llamada Ley D’Hont de las proporciones, que en principio se aplica para favorecer a los partidos más votados. Esto, que es verdad y que es un método para asignar escaños en los sistemas de representación proporcional por listas electorales, se ha demostrado que en España, y debido a la concentración del voto en partidos separatistas, resulta una gran desproporción para alcanzar escaños en el Parlamento entre partidos constitucionales de ámbito nacional y partidos independentistas. Esto nos ha llevado a la situación anacrónica que vivimos, en la cual, decisiones de gran importancia, como los presupuestos generales de España, o la reforma laboral, están en manos de estas minorías reales a nivel nacional y que además tienen por objetivo principal el acabar con España.
En tercer lugar, un motivo que tampoco alcanzo a comprender muy bien es sencillamente lo siguiente: si un ciudadano vota a un determinado partido político, cómo es posible que si no alcanza la mayoría necesaria para gobernar parezca muy bien a todo el mundo que lleguen a consensos con quienes sean y del color que sean para asumir el Gobierno de la nación. ¿Por qué digo esto? Pues muy sencillo: estamos asistiendo desde hace dos años, en que se instauró el llamado Gobierno Frankenstein, a continuas prebendas que se dan a separatistas, independentistas, comunistas y terroristas, para sacar adelante distintos temas, sin importar lo más mínimo, si es bueno para España, ya que parece que sólo importa la aritmética parlamentaria.
En cuarto lugar, creo que es importante considerar lo que se ha producido de manera casi total con las concesiones dadas por este Gobierno a los partidos extremistas, de hacerse con el control de la casi totalidad de los medios de comunicación, asistiendo en estos momentos a ver por televisión en casi todas las cadenas el jalear de una manera u otra al actual Gobierno, sin profundizar en la gravedad que han generado en España sus decisiones, ocultando las quejas, que son muchísimas y cada día más, de partidos que están en el arco parlamentario y que incluso se trata de denostarlos, llevándolos a ser considerados como partidos ultraderechistas sin ningún sentido común al respecto.
No puedo extenderme más y por eso dejo expuestas unas pinceladas de la desastrosa situación de nuestra llamada democracia.
- José Fernando Martín Cinto es licenciado en Ciencias Físicas