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TribunaGonzalo Ortiz

Irán y el acuerdo nuclear

Como escribió Shirin Ebadi, una jueza iraní que fuera premio Nobel de La Paz en 2004, «una revolución que no esté en guerra perpetua con sus enemigos se ve obligada a rendir cuentas con sus ciudadanos»

Actualizada 01:05

Desde la revolución que destronó al Sha Reza Palehevi en 1979, Irán es el único país del mundo dirigido por clérigos (si no tenemos en cuenta el Vaticano, que es un estado sui generis), donde religión y política están intrínsecamente unidos. El Presidente actual, elegido en 2021, Ibrahim Raisi lo es, así como el veterano, Líder Supremo de la revolución, Ali Khamenei. El código civil y el código penal de la era anterior, que eran laicos, fueron sustituidos por la sharia o ley islàmica.

Irán es un país con una gran historia, mayoritariamente chií al 90 por ciento, que aspira a a ser la potencia chií líder en el mundo. De ahí sus intervenciones recientes en Irak (la guera Irán-Irak de los años 80), su presencia en el Líbano a través de Hizbol, en el conflicto sirio y desde hace unos años en Yemen. Estas actuaciones bélicas (en las que tuvo una participación marcante el general Qassen Soleimani, luego asesinado por un misil israelí), han alarmado profundamente a los países sunníes de la región y especialmente a Arabia Saudí.

La preocupación respecto a Irán viene de antiguo, dado que el presidente Ahmadineyah, un nacionalista radical y violento propició el desarrollo de la energía nuclear, teóricamente con fines pacíficos. Pero en el resto del mundo se interpretó como que Irán aspiraba a participar como un miembro más del club nuclear de países poseedores de la bomba atómica.

Durante años se negoció un convenio nuclear con Irán, firmado finalmente en 2015 por Estados Unidos, Rusia, China, la Unión Europea, Francia, Alemania y Reino Unido, que establecía una serie de controles a su desarrollo nuclear, y preveía la eliminación de las sanciones impuestas hasta entonces. En 2018, el Presidente Trump denunció el acuerdo y desde entonces el resto de los firmantes (y particularmente la Unión Europea) se han afanado por volverlo a poner en pie. La Unión Europea e Irán acaban de fijar sus respectivas posiciones, y la pelota está ahora en el tejado de los Estados Unidos. «Ahora o nunca» titulaba el pasado 17 de agosto un periódico español que añadía «se trata de la última oportunidad para devolverlo a la vida».

¿Es sincero Irán en su propósito de recuperarlo? ¿pueden los Estados Unidos garantizar que mantendrán su compromiso más allá de la actual Administración? Hay muchas dudas al respecto, pero lo cierto es que las sanciones están haciendo daño a la economía iraní. Una prueba de sinceridad iraní sería la vuelta de los expertos de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, y en consecuencia, la mejora de los mecanismos de control. La diplomacia europea bajo la batuta del Alto representante José Borrell se ha implicado fuertemente en este tema, que fue vendido durante años como un formidable éxito diplomático.

El atentado contra Salman Rushdie de hace unos días, ha traído de nuevo a Irán al primer plano internacional, no porque el presunto agresor sea iraní, sino por la indiferencia que el hecho ha tenido en Irán, y a lo largo y ancho del mundo islámico. Se ha publicado que Rushdie «se lo ha buscado por sus ataques a mil quinientos millones de creyentes». Se ha podido leer en estos días felicitaciones al agresor, y sobre todo la confirmación de que la fatwa de Khomeini que le condenaba a muerte sigue en vigor.

Además, Putin en su primera salida al exterior desde que empezó la guerra de Ucrania el pasado veintisiete de julio , eligió este país. Rusia e Irán mantienen un intenso tráfico comercial de armas y drones. Se podría hablar de un eje de China, Rusia e Irán contra los Estados Unidos. El líder supremo Ali Khamenei subrayaba el otro día que «los poderes arrogantes son cada vez más débiles» y se jactaba de un «despertar islámico». El episodio de la toma de rehenes era expresión de este odio a los Estados Unidos catalogados como Satán, el enemigo. Como escribió Shirin Ebadi, una jueza iraní que fuera premio Nobel de La Paz en 2004, «una revolución que no esté en guerra perpetua con sus enemigos se ve obligada a rendir cuentas con sus ciudadanos».

¿Hay motivos para la esperanza? Rusia apoya a Irán en la construcción de nuevas centrales nucleares. En el pasado mes de julio Rusia, China e Irán desafiaron a Estados Unidos con grandes maniobras militares en el hemisferio americano en colaboración con Venezuela. El atentado de Buenos Aires de 1994, que se llevó por delante 85 vidas, contra la Asociación judía local, sigue siendo tan oscuro como siempre. Pero llegará el día en el que se cumpla el enunciado del título del libro de Ebadi «Hasta que seamos libres».

  • Gonzalo Ortiz es embajador de España
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