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tribunaAntonio Bascones

¿Servirá de algo ser campeones de Europa?

No debemos dejar que desaparezca la resaca de lo bien conseguido. Hay que aprovechar este ímpetu para que se pueda hacer pedagogía con los jóvenes que, muchas veces, se encuentran desnortados y es en el deporte donde descubren las respuestas

Actualizada 12:29

En los últimos dias he constatado un ambiente más favorable a «lo español» que llega de la mano del fútbol. Bienvenido sea todo lo que sirva para acrecentar el amor a nuestro país si con ello van también los valores que encarnan nuestro patrimonio. Es necesario volver a las etapas en las que las gentes hablaban, comentaban, exponían sus opiniones sin entrar en comentarios en los que la base es el odio. Y para que esto sea duradero y no humo de pajas, que a los tres días desaparece, se debe espolear la educación día tras día. Son nuestros pequeños los que, al amparo del deporte, deben recibir enseñanzas de valores. Si junto a la copa, justamente ganada, se educa en responsabilidad, tenacidad, meritocracia, solidaridad y defensa de la verdad, entre otras cualidades del ser humano, la educación tendrá efectos positivos y permanentes. La educación es el lustre de la humanidad y sin ella nada prevalece.

A veces, la gloria de un triunfo deportivo puede ser la flor de un solo día. Se marchitará pronto y para evitarlo hay que cuidarla, mimarla con la educación. Hay que usar una técnica a manera del sincretismo en la que, al amparo del triunfo, se inculquen otros mensajes positivos. Y aquí, los profesores y las familias tienen un gran protagonismo. No debemos dejar que desaparezca la resaca de lo bien conseguido. Hay que aprovechar este ímpetu para que se pueda hacer pedagogía con los jóvenes que, muchas veces, se encuentran desnortados y es en el deporte donde descubren las respuestas. Pues bien, debemos acompañar estas respuestas, que el adolescente ha descubierto, con nuestros mensajes educativos. El odio no puede seguir anidando en nuestros corazones. Debe ser desterrado. Los éxitos deportivos en tenis, fútbol y otros deportes deben ser utilizados como excusa para que nuestra palabra, nuestra enseñanza, no caiga en terreno baldío. Es una gran oportunidad a la que nos enfrentamos. La educación debe sustentarse en recomendaciones atrayentes y, si para eso hay que utilizar todo lo que a los jóvenes los encandila mucho mejor. Y por supuesto, los periódicos, las televisiones deben hacer hincapié en todos los segmentos de edades de la sociedad. No quiero limitar los mensajes a la población infantil ya que toda la sociedad los debe recibir, pero creo que la plasticidad cerebral de los niños es más esponjosa que la de los mayores y capta más positivamente lo que se enseña.

Cada vez que hay un acontecimiento de esta naturaleza la vivencia de ser español florece con fuerza, pero un tiempo después languidece. Debemos desterrar la idea de que la felicidad es efímera, un episodio pasajero. Hay que tratar de mantenerla apoyándonos en otras enseñanzas. El cerebro de un niño tiene una gran plasticidad y absorbe todo lo que se le diga. En el adulto, también, podemos desarrollar esta cualidad, pues todo cerebro si se le estimula, si se le azuza, responde positivamente. De aquí la importancia de aprovechar estos éxitos deportivos, que espero continúen muchos años, para tratar de cambiar la sociedad hacia el amor, la solidaridad, la verdad y la meritocracia. El éxito siempre va acompañado del esfuerzo y del trabajo. A nadie se le regala nada, excepto a los que viven merodeando con el poder político. Esos sólo tienen como trabajo ordeñar la vaca de las mamandurrias. Con la pleitesía es suficiente.

Lo que está sucediendo hoy día es, a todas luces, incomprensible. Solo es necesario leer lo que se escribe sobre asuntos importantes, lo que se opina sobre actuaciones que bordean las líneas rojas, cuando no la traspasan, las justificaciones de conductas poco éticas, cuando no ilegales, dichas con mendacidad y con la idea de llevar al que las oye o lee a una posición equivocada. Y qué se puede decir de ciertos comentarios que aparecen en las redes sociales que son vomitivos, destructivos, demoledores. ¡Cómo debe estar la cabeza de esas personas para decir lo que dicen! ¿Cuánto odio encierran en sus corazones! ¿Cómo se puede justificar la mala praxis, la falta de ética y de moralidad en las gestiones? Y quién así opina es una autoridad, una persona que debe dar ejemplo.

Hay un lugar en el Camino de Santiago, la Cruz de hierro, donde los peregrinos arrojan la piedra que lleva en su mochila. El simbolismo es muy rico en este punto. Se desprenden de odios, envidias, miserias humanas y otras faltas que los atenazan y nos los dejan vivir felices. Ese es el mensaje del camino: olvidar las penurias morales y continuar libre de ataduras. ¿No podían hacer lo mismo los que en las redes sociales insultan y agreden?

Para que esto no pase es necesario la solidez moral aprendida a lo largo de los años, pues hubo un profesor, una familia que inculcó amor allá donde había odio, verdad allá donde había mentira, meritocracia donde había enchufismo y responsabilidad y trabajo donde campaba la languidez y la desidia.

Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España

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