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Sant´Egidio editada

Navidad en las calles

«También entre los pucheros anda el Señor»: 12 horas con Sant´Egidio visitando las «periferias existenciales» de Madrid

1.200 personas perciben comida caliente todas las semanas en la capital gracias a la labor de la comunidad de Sant´Egidio. Son cada vez más las familias españolas abocadas a este tipo de asistencia

Hay una marmita humeante, como las del rancho de los colegios, en la cocina de la casa de Olivar, en Lavapiés. En su interior, un potaje de verduras y pasta borbotea emanando un aroma suave y apetecible. A los mandos del cucharón, Eva, miembro de la comunidad de Sant´Egidio. Pablo, un joven universitario, está al lado, llenando los termos dirección Tribunal. Por el lugar van pasando, diligentes, alegres, cantando villancicos, haciendo bromas, las postulantes de las franciscanas misioneras de la Madre del Divino Pastor, que han venido a echar una mano en las jornadas previas a Navidad. Mientras tanto, en la calle, la furgoneta de la comunidad aguarda en la puerta para ir a repartir, una noche más, alimentos a los más vulnerables. 

Desde que Andrea Riccardi fundase en 1968 la comunidad de Sant´Egidio, poco tiempo después de finalizar el Concilio Vaticano II, cuando París ardía reclamando los derechos y libertades de aquella época en la que las guillotinas afilaban las ideas, miles de voluntarios de 70 países llevan más  de 50 años abonando el terreno al Papa Francisco en aquello de frecuentar «las periferias existenciales», donde la marginación y la miseria se van dando la réplica con la esperanza y un mensaje de salvación que no caduca, por muy fuerte que suene el trapeo. Se trata de hombres y mujeres, unidos por el lazo de fraternidad que entrevera la escucha del Evangelio, que salen a las calles a encontrarse con «sus amigos», tal y como dicen en Sant´Egidio. 

Con cerca de 200 miembros solamente en la capital y 500 en toda España, estos laicos comprometidos apuran el embalaje de los regalos con los que obsequiar a los que menos tienen en esta Nochebuena. «Nosotros estamos con ellos, les vamos a ayudar, nos les vamos a fallar porque somos su familia», nos dice Tíscar Espigares, responsable de la comunidad de Sant´Egidio en Madrid. «Atendemos a personas de perfiles muy distintos: desde ancianos hasta familias, pasando por migrantes que acaban de llegar a España o personas que llevan años viviendo en la calle». «Nuestro hilo con ellos es la amistad, pero la amistad en mayúsculas. Cuando vino el confinamiento por la pandemia, nadie salía. Nosotros no podíamos desatender a aquellos que están sin hogar. ¿Cómo iban a sobrevivir? En aquel entonces no solamente no interrumpimos nuestro servicio de cenas calientes sino que aumentamos los días a la semana para poder atenderles». 

Tíscar Espigares nos recibe en la casa ubicada en la calle Larra, donde próximamente se hará la inauguración oficial

Tíscar Espigares nos recibe en la casa ubicada en la calle Larra, donde próximamente se hará la inauguración oficialR.M.

«Tuve hambre y me distéis de comer»

«Estos días se multiplican los mensajes de alegría, pero tiene que haber un motivo para que tenga sentido», cuenta la responsable de la comunidad en Madrid. «Para nosotros la alegría es saber que hay Alguien que te quiere, que hay otros que se preocupan por ti y que alguien prepara un banquete en estos días tan especiales para ti», nos dice Espigares. «Vincular Mateo 25 con la Navidad es muy pertinente. Aquello de »tuve hambre y me distéis de comer, tuve sed y me distéis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis«. Esa es la historia de la Navidad. Que todo el mundo se pone en camino para adorar a un Niño en pañales, para obsequiarle. Todos tenemos que ponernos en movimiento para ver a Jesús. ¿Dónde me lo encuentro hoy? En la calle. Ahí está el portal de belén de este año 2021». 

En la calle Olivar se preparan alimentos para más de 1.200 personas a la semana. La mayor parte de ellos son, como nos indicaba Tíscar y posteriormente Manuela Pérez, coordinadora de la acción Amigos de la calle, extranjeros, parados de larga duración y familias. Muchas familias. «Con la pandemia se ha acrecentado el número de padres, madres y niños que vienen a pedirnos ayuda», nos dice Manuela mientras los voluntarios ultiman los detalles para ir a hacer los repartos. «Da lástima ver que cada vez hay más jóvenes que vienen a nuestras cenas. También ves muchos casos de personas que, literalmente, están en un limbo administrativo, sin poder acceder a ayudas sociales para salir adelante por todas las trabas burocráticas que hay y lo difícil que es pedir este tipo de asistencia». 

En el local, mientras conversamos con Manuela, 15 voluntarios se afanan en terminar los preparativos de la noche y de cortar y sellar en bolsas térmicas un poco de embutido y queso para la cena de Nochebuena. 

«Cada vez que salimos con nuestros amigos de la calle es una escuela de humanidad enorme. Los gestos de mayor generosidad los he visto en nuestras colas, cuando alguna vez faltaban bocadillos o algo de comida y entre ellos compartían y se ayudaban. Son personas que, a pesar de tener una vida complicada, te muestran su confianza en Dios. Ellos saben que no les vamos a abandonar», nos dice la coordinadora de Amigos de la calle. 

Las hermanas franciscanas preparando todo para el reparto del 22 de diciembre

Las hermanas franciscanas preparando todo para el reparto del 22 de diciembreR.M.

«Pido trabajo para poder ayudarles»

Una vez preparadas las bolsas de comida para la noche, tras el visionado del mensaje del Papa Francisco de vivir  lejos de los postulados del consumo desenfrenado que tanto caracteriza estas fechas, salimos dirección a la plaza Dos de Mayo, donde en una de sus esquinas está la Iglesia Nuestra Señora de las Maravillas. Allí, fieles, voluntarios y personas sintecho comparten un momento de oración.

Entre los bancos, cestas de comida. Frente al Crucificado, bolsas de regalos. Tras el canto de los salmos, los que abarrotan el templo comparten un rato de animosa charla antes de ir a conformar las colas del hambre. 

En el epicentro de Malasaña, con una farmacia atestada por aquellos que apuran la compra de antígenos, alguno de ellos departiendo con la dependienta cómo todo se va al garete por sexta vez consecutiva, entre alguna que otra guitarra flamenca, el aroma a canuto y litrona, y un loco dando vueltas diciendo que «se va a partir el pecho y que lleva las deudas de sangre grabadas en el corazón», los voluntarios de Sant´Egidio empiezan a dar sus invitaciones de Navidad y a repartir las sopas y bebidas. 

Manuela Pérez registra a las personas que acudirán a la comida de Navidad

Manuela Pérez registra a las personas que acudirán a la comida de NavidadR.M.

Repaso con Manuela el listado de los que acudirán el 25 de diciembre a ese mismo punto a recibir sus regalos y paquete de comida. Son mayoritariamente españoles. Con Alberto, que lleva la mascarilla del Atleti a media asta, charlamos un rato. 

–¿Cómo vives esta Navidad? 

–Bueno... No tener a nadie es lo peor. Por suerte tengo aquí a mi amiga, que voy a pasarla con ella. Si no, no la paso con nadie. 

–¿Os reconforta que la comunidad de Sant´Egidio salga por las calles con este frío? 

–Claro, nos reconforta el poder comer y que nos den un poco de alegría. 

–¿Cómo estás afrontando esta situación que nos está tocando? 

–Muy mal. Se va todo a la mierda. Todo está cerrando...

¿Qué le pides a este nuevo año que entra? 

–Pues un trabajo y poder salir de aquí, de la miseria esta. Salir adelante y poder ayudar a los demás. Poder seguir luchando y que todos estos -refiriéndose a la cola de personas que están esperando su turno para cenar- puedan tirar con sus vidas. 

Alberto, tras recibir su invitación de Navidad de la comunidad de Sant´Egidio

Alberto, tras recibir su invitación de Navidad de la comunidad de Sant´EgidioR.M.

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