Congreso Iglesia y Sociedad democrática
Omella carga contra las ideologías, medios de comunicación y políticos que «no toleran a la Iglesia»
La Fundación Pablo VI, en colaboración con la Conferencia Episcopal Española, ha organizado durante los días 9 y 10 un congreso que busca poner en diálogo a la Iglesia con la democracia actual
En la tarde el 9 de marzo el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el cardenal Juan José Omella, dio un discurso claro, exhaustivo e incisivo contra las «ideologías» que pretenden arrinconar a la Iglesia. Lo ha hecho en el arranque del Congreso Iglesia y Sociedad democrática, organizado por la Fundación Pablo VI y la CEE.
Tras coger el testigo de las palabras de bienvenida de Jesús Avezuela, director de la Fundación; la lectura del mensaje del Papa Francisco con motivo del Congreso por parte del nuncio apostólico en España, Bernardito Auza, y la intervención del cardenal Osoro, arzobispo de Madrid, Omella ha empezando agradeciendo la posibilidad de continuar el trabajo iniciado durante la primera edición del Congreso, allá por el 2018. «Nos hace mucho bien sentarnos en la misma mesa, encontrarnos en un mismo foro personas de las diversas instituciones y sectores que trabajamos para edificar una sociedad más humana, más justa y más fraterna».
El arranque de su reflexión, compartida ante un nutrido auditorio de forma presencial y telemática, ha estado marcada por la reflexión entorno al significado de la Iglesia. «En la actualidad, es una gran desconocida para muchos conciudadanos nuestros. El afeo sistemático de esta gran familia por parte de algunos medios de comunicación y de diversos agentes sociales y políticos contribuye a que no se conozca el verdadero rostro y misión de la Iglesia». Acto seguido, el presidente de la CEE ha reconocido los «errores gravísimos» -en una referencia velada a los abusos y malas práxis en el seno de la institución católica- «que algunos miembros han comentido». Para el arzobispo de Barcelona se trata de una «pequeña minoría» que, en cualquier caso, ha generado una herida profunda en la sociedad y por la que, en palabras de Omella, «pedimos una y otra vez perdón». «Los errores ocultan las virtudes de muchas personas maravillosas e iniciativas impresionantes que benefician profundamente a nuestra sociedad», reiteraba el cardenal.
La actualidad del mensaje de Cristo
Tras recordar el cordón umbilical que nos une hoy con lo meditado, rezado y ejecutado durante el Concilio Vaticano II, Omella ha señalado que «el mensaje de Jesucristo que transmite la Iglesia es profundamente actual», no sin antes recordar que precisamente los pilares de Occidente y de los derechos humanos, contra las cuerdas hoy en días por las tensiones sociales, económicas, culturales y geopolíticas que estamos atravesando, son «profundamente cristianos». Sin embargo, el cardenal Omella ha señalado que `solamente´ son cuatro los puntos de fricción con «el modus vivendi de las ideologías pujantes en este momento». «Unas ideologías -remarcaba el presidente de la CEE- que se autodefinen como progresistas, pero que ya hemos vivido en otros momentos de nuestra historia antigua». Los puntos en cuestión «de rechazo y ataque» a la Iglesia son para el cardenal: «La visión católica del ser humano, la moral sexual, la identidad y la misión de la mujer en la sociedad, y la defensa de la familia formada por el matrimonio entre un hombre y mujer».
Lo que la institución de todos los católicos tiene que decir al respecto está siendo opacado o silenciado deliberadamente por la cultura de la cancelación, por «algunas ideologías que no toleran la visión de la Iglesia y la menosprecian». Ante esto, al igual que hiciera Carlos Osoro con anterioridad en el Congreso, que señalaba que la Iglesia «no tiene afán de reconquista sino de que los católicos no sean relegados a una sacristía oscura», Omella dice: «Podemos pensar diferente sin tener que ser atacados. Todos merecemos respeto».
Ante el profundo cambio de época que indica el arzobispo de Barcelona, «que se manifiesta en un lógico choque cultural, social y político, que configurará un nuevo mundo que nadie sabe como será», el cardenal Omella recuerda que la Iglesia ha sido testigo del transcurso de los últimos dos mil años de historia, que es una realidad «en reforma y en continua conversión» y que su rol en este nuevo contexto, cuando las democracias occidentales parecen estar contra las cuerdas, «es colaborar con todos los agentes sociales para edificar de forma conjunta, defender al dignidad del ser humano, promover el bien común y trabajar para rehacer la comunión y la fraternidad».
Manuel Pizarro: «Sin miedo»
El abogado del Estado y presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, Manuel Pizarro, ofreció una contestación al discurso de Omella, con el que guarda una larga relación. «El mundo que viene se define como un mundo en crisis. Lo viejo no acaba de morir y lo que viene no se acaba de ver. Es importante que la voz de la Iglesia llegue con toda su pureza, no solo a los fieles, si no hasta el último rincón del mundo donde se produce una injusticia o sufre el hombre. Y hoy son muchos lugares donde ocurre eso», señalaba al comienzo de su intervención.
Tras una lectura de la situación actual, el que fuera presidente de Endesa, ha asegurado que «el cristiano ni puede ni debe conformarse con la terrible, fatalista y cómoda afirmación de que los mercados son amorales; especialmente si esto tiene un coste de pobreza e injusticia». Para ello es crucial que en las democracias occidentales haya el debido respeto institucional, que queden erradicas toda forma de discriminación de los derechos fundamentales, que se respete la libertad pues, como dice Pizarro, «sólo si se es libre el desarrollo puede ser integral y humano». La búsqueda del bien común, de la responsabilidad social, de desarrollar una economía ética y sostenible recogiendo la propia naturaleza del hombre y el legado cristiano.
Por último, Manuel Pizarro ha recordado el decálogo de Juan Pablo II para estar en Cristo: trabajo duro, competencia, orden, honestidad, iniciativa, frugalidad, ahorro, espíritu de servicio, cumplidor y valiente. Así se constituye una «Iglesia que no tenga miedo» para acometer la tarea de responder al mundo que viene.