Entrevista con Davide Prosperi, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación.
Prosperi: «No tememos la crisis porque nos hace crecer: lo que nos interesa es servir a la Iglesia»
Davide Prosperi es el presidente de Comunión y Liberación, uno de los movimientos protagonizados por laicos católicos cuyo nombre resulta más reconocible. Asiste a EncuentroMadrid para explicar el legado de Luigi Giussani, y para defender la educación como un factor esencial en la formación de la identidad y la libertad personales
Davide Prosperi nació en Milán en 1972, es profesor de universidad, está casado y tiene cuatro hijos. Y, desde hace un año, preside una de las organizaciones católicas más conocidas: Comunión y Liberación. Durante los diez años anteriores había ostentado el cargo de vicepresidente, y en la actualidad le corresponde manejar el timón de esta entidad, en medio de una crisis de la que pretende que nazcan buenos frutos. Conversando con él en la primera entrevista que concede en España, es evidente su apuesta por la mirada positiva.
–Este año se cumple el centenario del nacimiento de Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación (CL). ¿Qué han supuesto Giussani y CL para la Iglesia?
–Podemos resumir el significado y el valor que la persona de don Giussani supone para la Iglesia mediante las palabras del papa Francisco durante la audiencia del pasado 15 de octubre en la plaza de San Pedro —precisamente con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento. Don Giussani es un patrimonio de la Iglesia y de la humanidad, por el bien que hizo a la Iglesia, su persona, su pensamiento y el legado que dejó, y del cual CL es una parte. Seguramente los frutos de este legado ya los conocemos, pero estamos convencidos de que serán cada vez más evidentes en la historia. Es algo que va mucho más allá de la experiencia de CL. En cuanto a CL, y siempre en palabras del Papa, resulta evidente lo que él decía a la Iglesia: «Yo mismo espero mucho más de vosotros».
–¿Qué rasgos definen a CL?
–Un aspecto ciertamente importante de la experiencia de CL es que ha atravesado la historia, especialmente la de Italia y Europa, la historia de nuestro tiempo, en un momento en que la Iglesia está viviendo una era de grandes reformas. No olvidemos que CL nació junto con otros movimientos a resultas del Concilio Vaticano II, engendrado por un carisma de esta nueva etapa de la presencia de la Iglesia dentro de la sociedad moderna. Por tanto, el encuentro y contraste de la Iglesia con la modernidad ha generado entre sus frutos una presencia del laicado que ya no se limita a los ámbitos de las parroquias o de las instituciones eclesiásticas, sino que vive dentro de la sociedad. Y hoy, cuando es tanto el tiempo que las personas pasan en sus lugares de trabajo, en la escuela, en la universidad, en los diversos y diferentes ambientes de la vida, resulta evidente que una presencia católica —capaz de plantear una propuesta persuasiva y convincente de Cristo, y de la experiencia cristiana y de la mirada de Cristo sobre la realidad— supone una novedad que creo que será cada vez más útil y necesaria.
Don Giussani es un patrimonio de la Iglesia y de la humanidad
–¿De qué modo influye CL en la sociedad?
–Giussani siempre insistía en la educación como un factor decisivo. La educación es una introducción a la entera realidad, y consiste en tomarse en serio una propuesta ya formulada y verificarla en la propia experiencia. La comprobación no consiste en una reflexión interior, sino que constituye una relación con la realidad. Lo cual potencia enormemente la libertad de las personas, no las convierte en esclavas de una obediencia formal. Esta constatación es fuente de la propia identidad. Porque la identidad no se define por un esquema de valores, sino como expresión de una vida que nace de una fuente que –según lo que es el cristianismo en cuanto tal es el acontecimiento cristiano; Cristo Dios se ha hecho hombre. El mismo EncuentroMadrid es factor de expresión, de expresividad de esta cultura que quiere proporcionar una lectura de la realidad que sea capaz de abordar el origen de una experiencia cristiana. Es una identidad que dialoga con todos, porque de todos quiere aprender. También hay interés hacia la política por parte de algunos miembros de CL; política como preocupación por el desarrollo de las relaciones humanas, por la organización de la estructura de la democracia o la valoración que merece el gobierno del país. O bien la traslación de la política a la sociedad civil mediante ejemplos, mediante iniciativas, que procuran responder a determinadas necesidades que surgen en la sociedad. En resumidas cuentas, generar esperanza para la gente.
–Cuando usted se refiere a participación en política, ¿hablamos de corporativismo o de iniciativa y responsabilidad personales?
–Claramente, hablamos de iniciativa personal. En CL, empezando por don Giussani, mantenemos siempre una prudente distancia hacia cualquier tentación de corporativismo. Nunca ha habido una forma de representatividad, por así decirlo, de CL en las instituciones. Cada cual se compromete personalmente con lo que considera más justo y verdadero. Uno vive su pertenencia a la comunidad cristiana como un factor generador de la propia conciencia y de la valoración que le merece la realidad, de ahí que tienda a traducirlo también mediante una iniciativa política. Pero es importante tener vivo un lugar de amistad que sostenga y acompañe a quien decide meterse en política o en otros ámbitos de responsabilidad pública e institucional. Hoy, en cambio, a menudo quien tiene este tipo de responsabilidad se encuentra solo en el desempeño de la misma.
–¿Está usted de acuerdo con quienes afirman que hemos entrado en una era post–cristiana?
–Mucho antes de nosotros, ya decía Charles Péguy que vivimos en un mundo que no es simplemente post–cristiano, sino más bien no–cristiano. Se trata de una afirmación dura en un contexto en el que la Iglesia sigue estando, en cierto modo, presente en la sociedad. Sin embargo, ahora, en muchos ambientes, y no necesariamente lejos de Occidente, la experiencia cristiana –o los valores cristianos– ha dejado de ser un factor conocido. No es que haya dejado de ser determinante, es que ni siquiera se conoce. Me he topado con jóvenes que no sabían nada sobre Jesucristo o sobre la historia del cristianismo. Pero luego pienso que, paradójicamente, esto supone una ventaja, puesto que la tierra de misión ya no queda tan lejos. La tierra de misión es donde estamos. Tal como sucedió en las sociedades paganas. Un ejemplo: el columnista de Il Corriere della Sera Antonio Polito escribió un artículo hace unos días, tras haber asistido a la misa de funeral por un niño, hijo de unos compañeros suyos. Se quedó muy impresionado por la homilía del sacerdote que anunciaba con fuerza la Resurrección de Cristo. Y, conmovido por esas palabras, dijo: «Yo no soy creyente, pero creo que hoy más que nunca todos necesitamos que los cristianos vuelvan a estar presentes como anuncio del hecho cristiano en tanto que salvación del hombre». El mundo lo necesita, porque el mundo necesita sentido.
EncuentroMadrid es factor de expresión de una identidad que dialoga con todos, porque de todos quiere aprender
–¿Cuál es la situación actual de CL? ¿Se ha solventado la reciente crisis?
–En cierto sentido, la crisis no se resuelve. En el sentido como el Papa, durante la audiencia que mantuvimos, habló explícitamente de la crisis en la que nos encontramos, refiriéndose a CL. Sin embargo, lo significativo es que empleó este término en un sentido positivo, es decir, no de crisis, como normalmente nos referimos a un período de dificultad del que debemos salir, o de crisis subrayando errores que hay que corregir. Ciertamente, errores hay; no nos duelen prendas en comentarlo. Pero, más que nada, se plantea la crisis en un sentido positivo, constructivo. Crisis como período de discernimiento, de reflexión sobre nuestra experiencia, para crecer, para poder estar cada día más implicados en las raíces, en la naturaleza del carisma. En ese sentido, bienvenida sea la crisis. Porque no nos interesa mantenernos firmes en nuestras posiciones. Lo que nos interesa es servir a la Iglesia, ser un factor de construcción de la presencia de Cristo en el mundo, y por tanto comprender y dejarnos ayudar a comprendernos a nosotros mismos. En este proceso no estamos solos. La Iglesia nos acompaña paso a paso.
–Durante este proceso, ¿qué grado de interlocución con la Santa Sede han tenido ustedes?
Mantenemos un diálogo muy estrecho con el Dicasterio y, a través del dicasterio, también con el propio Papa. El Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, en una conversación personal, me ha dicho: «Tenéis que seguir siendo vosotros mismos hasta el final, sin dejar nada al margen, recuperando toda la originalidad de la propuesta cristiana, tal como nace del carisma de don Giussani». «Si dejáis de ser vosotros mismos, u os concentráis sólo en algunos aspectos, dejando de lado toda la riqueza de vuestra experiencia, ya no interesaréis a nadie, a nadie», me decía. Por tanto, entiendo que este diálogo es factor de construcción, por supuesto que del Movimiento, pero también es un factor de construcción y de renovación para toda la Iglesia.