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Maxi Oettingen es el fundador de las Comunidades de Loreto

Maxi Oettingen es el fundador de las Comunidades de Loreto

Entrevista al fundador de las Comunidades de Loreto

Maxi Oettingen: «En las ruinas de nuestro tiempo, tenemos que reunirnos para recibir al Espíritu Santo»

El fundador de las renovadoras Comunidades de Loreto, Maxi Oettingen, participó en el Encuentro SED, organizado por Cursos Alpha en Alicante, para reclamar que la Iglesia abra «espacios en los que la gente pueda encontrarse de verdad con Jesús»

Surgieron en 2004, tras el asombro de ver cómo las personas que acuden a Medjugorje pasan horas y horas ante Cristo Eucaristía y después experimentan un cambio de vida. Hoy, las Comunidades de Loreto reúnen a más de 20.000 personas en países tan secularizados como Austria, Suiza y Alemania. Su impulsor, el seglar alemán Maxi Oettingen –casado y padre de tres hijos–, ha visitado Alicante para participar en el Encuentro SED, organizado por Cursos Alpha y en el que también colaboró El Debate. Más allá de reflexionar sobre cómo renovar la Iglesia a partir de itinerarios de discipulado, Oettingen insiste: es urgente abrirse a la acción real y eficaz del Espíritu Santo.

–Cuando se habla de renovación de la Iglesia, es fácil pensar que es cuestión de métodos, herramientas e innovación. Pero, ¿es esto de verdad lo más importante?

–La nueva evangelización, la renovación auténtica de la Iglesia, empieza cuando nosotros vivimos una verdadera cultura de encuentro con Jesús. Y, a partir de ahí, tenemos que pensar cómo estructuramos nuestras parroquias y comunidades para crear espacios en los que la gente pueda encontrarse con Jesús. En nuestra época, la Iglesia ha perdido el dominio social, y ya no le decimos a la gente lo que tiene que hacer o lo que tiene que pensar. Es tiempo de empezar de nuevo, de volver a desempolvar nuestro primer amor, que es Jesús. Y cuando le ponemos a Él en el centro y dejamos que la gente se encuentre con Él y empiece a hablar con Él, es cuando las cosas empiezan a ponerse interesantes. Pero, insisto: esto empieza con nosotros, que deberíamos intentar hablar menos de Él, y hablar más con Él. Cuando empezamos a vivir de ese modo, y a estructurar nuestros grupos y parroquias de esa manera, al Señor Resucitado le encanta estar entre nosotros y hacer las cosas que sólo Él puede hacer.

–Eso es lo que han hecho en las comunidades de Loreto, que no dejan de crecer. ¿Cuál es su carisma específico?

–Nosotros crecimos a partir de la experiencia de oración que vivimos en Medjugorje. En realidad, una de las principales cosas que hacemos es abrir espacios en los que la gente pueda encontrarse con Jesús. No somos grupos de catequesis de comunión o confirmación, no somos grupos de novios que se preparan para casarse, o grupos de matrimonios… Nosotros sólo tenemos 40 grupos de oración, unos 100 grupos más pequeños y siete casas en distintos países. Y lo principal que hacemos es abrir espacios para que la gente pueda encontrar a Jesús de diferentes maneras: oración al Espíritu Santo, peregrinaciones a Medjugorje, adoración eucarística, itinerarios de discipulado… Pero, en realidad, la única razón por la que la gente viene es porque busca a Jesús. No tienen la obligación de venir: vienen para estar con Él. Y eso es lo que es realmente dulce.

Los más difíciles, los de 40 a 60

–¿Y qué tipo de personas van a los grupos de Loreto?

–Todo tipo de personas, como usted o como yo. Promovemos nuestras actividades abiertamente, y cualquiera puede venir en cualquier momento. Básicamente, podríamos dividir la audiencia en dos grupos: personas entre los 15 y los 35, y familias jóvenes.

–La evangelización se centra habitualmente en niños y jóvenes, pero la quiebra en la transmisión de la fe se ha dado sobre todo en las generaciones precedentes, entre aquellos que están entre los 40 y los 60…

–Así es, es el grupo más difícil. Quienes están en esa franja de edad no solo tienen la vida más atareada, es que los adultos jóvenes son los que más se resisten a tener fe, los que tienen el corazón que más se resiste a la conversión.

–¿Y qué hacen para alcanzar a esas personas, que en otros lugares casi nunca se les ocurriría pasar por la parroquia?

–Empecemos por el principio: nuestra comunidad está en Suiza, Austria, Alemania y el norte de Italia. En esas zonas deben de vivir más de 100 millones de personas. Y, sin embargo, en nuestras comunidades participan anualmente unas 20.000 personas. Es decir, en relación con la población, ¡aún llegamos a muy pocos! Y la verdad es que, para ser totalmente honesto, no tengo ni idea de cuál es el secreto para llegar a las personas de mediana edad. Sí creo que, como Iglesia, tenemos que reconocer que necesitamos lanzar una invitación específica para esas personas. Porque, cuando lo hacemos, esas personas vienen. El Señor nos envía hoy a ellos, igual que hizo el Señor después de Pentecostés, según narran los Hechos de los Apóstoles. Desde entonces, a la Iglesia vienen las personas a las que Jesús invita a venir. Si no invitamos, no vendrán.

–Pero, ¿cuál es el método específico desde el que hacen esa invitación?

–Por supuesto, trabajamos mucho, mucho, con testimonios. Y juntamos a las personas según su rango de edades o situaciones vitales, para hablarles de cuestiones que sean relevantes para ellos. Intentamos aterrizar la fe en cuestiones cotidianas. Los jóvenes hablan para los jóvenes, las personas un poco más mayores hablan para las personas de más edad. Pero, como católicos, creo que tenemos que asumir un hecho que puede ser difícil de aceptar: en este cambio de época, o en esta batalla cultural, o lo llamemos como lo llamemos, ya no llegamos a todo el mundo, y debemos concentrarnos en invitar y en actuar con aquellos que el Señor nos envía.

Su carisma específico

–¿Cuál es el carisma específico de la comunidad de Loreto?

–Me impresionó mucho en Medjugorje, como a muchos de nosotros, que la gente se quedaba ante la presencia del Señor, en la exposición del Santísimo, durante horas y horas. ¡Antes de ir allí, no sabíamos que se podía rezar durante tres horas seguidas! Ahora, eso mismo es lo que estamos viendo en nuestros grupos de oración, en nuestros grupos de adoración permanente, 24 horas al día los 7 días de la semana, y en nuestros festivales de Pentecostés. Cuando una persona se encuentra realmente con Cristo, le gusta quedarse en su presencia y, simplemente, estar con Él. Así que nuestro carisma es abrir un espacio donde la gente pueda encontrarse con Cristo, un espacio en el que las personas disfruten de su presencia… y en el que también Jesús disfruta estando con nosotros. Tiene mucho que ver con Betania, el lugar en el que Jesús disfrutaba de estar entre amigos sin tener que hacer muchas cosas, y del santuario de Loreto, en Italia, donde la gente acude a una gran basílica, para terminan rezando en la pequeña capilla de la casa de la Virgen, porque la presencia de Dios es allí más densa, casi tangible.

–Loreto es, en efecto, un santuario mariano. El centro del kerigma es Jesucristo, pero, ¿cuál es el papel de la Virgen María en la renovación que necesita la Iglesia?

–Hay una frase en el número 59 de Lumen Gentium, del Concilio Vaticano II, que dice que antes de Pentecostés, vemos a la Virgen María en el cenáculo, orando por una efusión del Espíritu Santo como la que ella misma experimentó en Nazaret. Es una idea maravillosa y potente. Porque aunque el Espíritu Santo ya estaba sobre ella, y ella ya había recibido su misión de engendrar a Cristo y darlo a luz al mundo, aunque ella ya era la madre de Dios, entró en un nuevo estado para convertirse en una madre espiritual para la Iglesia naciente y para todos nosotros. Y me la imagino en el Cenáculo diciéndoles a los apóstoles, a los discípulos que acababan de traicionar a su hijo: «Os lo estoy diciendo. Nos dijo que nos quedáramos en la ciudad para orar y recibir el poder de lo Alto. Veréis que algo nuevo sucederá. Así que oremos juntos. Sé de lo que hablo».

Y por eso hoy día creo que necesitamos aprender de María para ser madres y padres espirituales, que aunque ya hayan llevado adelante su misión, criado hijos, vivido un buen matrimonio o hecho cosas en la parroquia durante muchos años, o lo que sea, estén junto a los nuevos discípulos y oren para que ellos también puedan recibir el Espíritu Santo. Hoy la Virgen es un modelo para nosotros, que podemos y debemos seguir a Jesús. No sólo rezar para que María interceda, que obviamente es algo que siempre debemos hacer, sino también imitarla en el papel que específicamente jugó antes de Pentecostés.

–El modelo de vida de María es todo lo opuesto a lo que hoy propone el mundo: humildad, servicio, discreción... ¿Cómo pueden las familias católicas hacer presente a la Virgen, si los valores legítimos que buscan para sus hijos son el éxito, destacar, que no les falte nada…?

–Mi esposa Stephanie y yo tenemos tres hijos de 25, 20 y 16 años. Aunque podríamos rezar en familia un poco más, rezamos con bastante regularidad. Y lo que rezamos es el rosario, ya sea un misterio, o todo completo. Es una manera muy fácil, muy simple y muy tranquila de hacer que María desempeñe su papel en la familia. También en esta época, creo que es muy importante que las familias puedan llevar a sus hijos a lugares donde ellos puedan experimentar a Cristo. Y los santuarios marianos son sitios privilegiados para eso. Puede ser Medjugorje, Fátima o donde sea. Ir a lugares donde aprendan a rezar y donde tengan la prueba de qué bueno es el Señor. Porque una vez entiendan eso, entenderán el modelo de María y cómo imitarla y cómo llegar a ser como ella, para estar con Cristo siempre. Porque si sólo transmites la virtud o el modelo de María, pero no la vida interior, entonces se hace difícil.

En España, como en Austria, la Virgen María juega un papel enorme en nuestra tradición, y estamos acostumbrados a cultivar una gran devoción mariana como parte de nuestra cultura. Pero si no entiendes su sentido, si no saboreas a Cristo desde dentro, no puedes entender de verdad la cultura mariana. Si sólo se presenta desde fuera, su modelo no funciona.

–Ser católico nunca ha sido fácil, aunque hoy tal vez sea especialmente complicado. En este momento específico de la historia, ¿cuál es la idea principal que los católicos debemos tener presentes para vivir nuestra propia fe?

–Recientemente he leído el libro Reset Church. Se acaba de traducir al alemán y tiene un prólogo muy interesante. Y el prólogo explica cómo después de que Jerusalén fuese conquistada por los romanos en el año 70 d.C., cuando los primeros cristianos regresaron a la ciudad, vieron que el Monte Sion era sólo un lugar en ruinas. La 10 ª legión romana estaba allí para establecerse por las armas. Así que ellos se reunieron alrededor del Cenáculo. ¿Por qué? Porque habían entendido que había llegado una nueva época, un tiempo nuevo. Fueron al Cenáculo buscando recibir de nuevo el poder del Espíritu Santo, para poder así ser enviados por Él.

En nuestra época, los católicos estábamos tradicionalmente muy familiarizados con que el Espíritu Santo actuase dentro de nosotros a través de los sacramentos. Como en Juan, 20, Cristo sopla su aliento sobre nosotros en cada sacramento, y nos sana y nos santifica. Por eso nos bautizamos, vamos a misa, comulgamos… Sabemos cómo funciona eso. Pero, como en el año 70, nosotros ahora tenemos que aprender a relacionarnos con el Espíritu Santo de una manera nueva, porque ha llegado un nuevo tiempo, una nueva era.

–Y eso, ¿cómo se hace?

–Como lo hicieron los primeros cristianos: tenemos que reunirnos alrededor del Cenáculo, alrededor de la presencia de Jesús en la eucaristía, para llegar a recibir el poder del Espíritu Santo. Tenemos que acostumbrarnos a reunirnos para que su unción venga sobre nosotros y seamos enviados. Ha llegado un tiempo nuevo y necesitamos una nueva unción del Espíritu Santo para esta nueva era. En las ruinas de nuestro tiempo, es bueno que nos reunamos como en el Cenáculo para decir: «Ven, Espíritu Santo». Es la hora de ser santos, es la hora de reunirnos en pequeños grupos, junto a Nuestra Señora, y pedirle su intercesión para que seamos llenos del Espíritu Santo y seamos enviados como discípulos misioneros.

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