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¡Adán y Eva' de Suzanne Valadon

«Adán y Eva», de Suzanne Valadon

Escuela de Verano

¿Se sabe dónde estuvo ubicado el Jardín del Edén?

Dos geofísicos norteamericanos apuntaron hace unos años la que es, hasta ahora, la ubicación más plausible para el fértil oasis que estaría en la base del Paraíso bíblico

La localización del Jardín del Edén que describe el libro del Génesis es uno de los misterios más enigmáticos y evocadores de la Biblia. Además de sus fuertes connotaciones simbólicas, por ser el lugar en el que Dios creó al primer hombre, Adán, y a la primera mujer, Eva, sus posibles ubicaciones geográficas han hecho correr ríos de tinta, de modo destacado en el último siglo. Y lo cierto es que, aunque las hipótesis son muchas, hasta ahora hay una que sobresale del resto.

En la Biblia, el Jardín del Edén es descrito en el capítulo 2 del Génesis como el arquetipo de paraíso terrenal, una auténtica prefiguración del paraíso eterno, con abundancia de frutales y animales, y cruzado por un río que nutría de agua los cuatro puntos cardinales:

«El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia Oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal. En Edén nacía un río que regaba el jardín, y allí se dividía en cuatro brazos: el primero se llama Pisón; rodea toda la tierra de Javilá, donde hay oro. El oro de este país es bueno; allí hay también bedelio y lapislázuli. El segundo río se llama Guijón; rodea toda la tierra de Cus. El tercero se llama Tigris y corre al este de Asiria. El cuarto es el Éufrates. El Señor Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo cultivara».

Posibles ubicaciones

A partir de las referencias geográficas han surgido las diferentes teorías de la localización que habría tenido este frondoso jardín, y que como el resto del libro del Génesis recoge los orígenes de la humanidad y de la revelación de Dios a partir de historias orales y tradiciones arcanas transmitidas de generación en generación por el pueblo de Israel.

Así, la referencia a los ríos Tigris y Éufrates ha llevado a la mayoría de especuladores a situar Edén en la región de Mesopotamia, actual Irak. Esta área es conocida como una de las cunas de la civilización, y comparte la descripción de un entorno fértil y abundante, rodeado de tierra, a modo de jardín cerrado. Algo que casa con el final del relato bíblico, que cuenta cómo después de que el demonio sedujese a Adán y Eva para desobedecer a Dios, estos fueron expulsados del paraíso, «y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida».

Irán, Armenia, Turquía…

Algunas tradiciones orientales han sugerido que el Edén podría estar en las montañas de Irán, Azerbaiyán o Armenia, basándose en interpretaciones de los nombres de los ríos del Génesis, y su posible conexión con fuentes de agua antiguas. La más asentada, singularmente entre los armenios, se da en el hecho de que el río bíblico Guijón, en hebreo, y el actual río Aras, Araxes en su forma griega, tienen un significado similar: «enérgico», «a borbotones» o «de curso rápido».

La llamada «teoría de las confluencias» propone que el Edén estaba en la confluencia de los actuales ríos de la región de Oriente Medio, que habrían formado parte del sistema fluvial más grande antes del fin de la última glaciación, en un área bastante amplia que cubre partes de Turquía, Siria e Irak, y que llegaría hasta Etiopía (la Cus citada en el texto bíblico) y Arabia (Javilá).

El Diluvio de Noé y la geología del Edén

Aunque, entre todas estas posibles hipótesis, una sobresale del resto: la formulada en el libro «El diluvio de Noé» por los geofísicos norteamericanos William Ryan y Walter Pitman. Según sus investigaciones, el Edén habría sido una suerte de gran oasis, famoso entre los pobladores del lugar como hoy podría serlo para nosotros la selva amazónica, y que estaría en la base del relato bíblico.

Tal y como argumentan Ryan y Pitman, el Jardín primigenio habría estado ubicado en la región del actual Mar Negro, en torno a un enorme lago de agua dulce de fértiles contornos. Y aducen que hace unos 7.600 años, una inundación catastrófica provocada por un movimiento sísmico en el Mediterráneo convirtió aquel lago en un mar salado -el Mar Negro-, un evento que podría haber inspirado los relatos tanto del diluvio como del Edén. Su teoría se basa en evidencias geológicas que muestran un rápido aumento del nivel del agua, la inundación de tierras bajas fértiles, y las coincidencias con otros relatos no bíblicos, como las Metamorfosis de Ovidio o el poema acadio de Gigalmesh.

Simbolismo del Edén

Más allá de su posible ubicación física, el Jardín del Edén tiene un profundo significado simbólico, en el que insiste la enseñanza de la Iglesia.

En primer lugar, la idea del paraíso perdido, que representa un estado original de inocencia y armonía entre la humanidad y Dios, perdida con la caída del hombre y la introducción del pecado. Además, el Edén es visto como la fuente de vida y abundancia que nace del amor creador de Dios, con el árbol de la vida y el de la sabiduría del bien y el mal como atributos propios del Creador, con quien, no obstante su grandeza, el hombre puede tener conexión directa.

Así, la tradición de la Iglesia siempre ha expresado que el anhelo por el Edén refleja el deseo humano de redención, el regreso a un estado de gracia original, a la amistad con Dios y a la paz feliz con uno mismo y con todo lo creado. Un estado de vida que es, en la enseñanza católica, la que a pesar del pecado se abre para la persona que abraza la fe en Cristo, a través de la acción del Espíritu Santo. Por ese motivo, la iconografía litúrgica eclesial representa a Jesús levantando la espada del querubín que cerró el Edén. O lo que es lo mismo, que no es necesario buscar en Armenia, Turquía o Irak: por medio de la fe en Jesucristo, el Jardín del Edén se encuentra hoy en cada Sagrario.

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