San José de Calasanz, el español que fundó la primera escuela gratuita en Europa
El 25 de agosto de 1648 fallecía en Roma el santo visionario y creador de las Escuelas Pías, que salvaría a miles de niños marginados de la calle
josé de Calasanz Gastón dedicó su vida a una causa revolucionaria para su tiempo: la educación de los niños pobres. Inicialmente, su llegada a Roma tenía un propósito temporal, pero la ciudad se convirtió en su residencia definitiva y en el epicentro de su misión: «He hallado en Roma la mejor manera de servir a Dios, ayudando a esos pobrecillos», dijo. Allí, sus ambiciones personales se transformaron en un profundo compromiso con la realidad que vivió, centrado en brindar una educación accesible y de calidad a los más desfavorecidos.
Calasanz no solo defendió la importancia de la instrucción, sino que también promovió la educación integral, priorizando el desarrollo moral e intelectual de sus alumnos por encima del simple acto de enseñar conocimientos. En un tiempo donde la educación era un privilegio, su enfoque estableció los cimientos de las Escuelas Pías, un legado que perdura y que subraya la relevancia y la visión adelantada de este pionero en la educación universal.
Roma, su ciudad eterna
El aragonés José de Calasanz inició sus estudios de latín en Estadilla, con la intención de convertirse en sacerdote. Continuó con filosofía y parte de teología en la Universidad de Lérida, aunque luego se trasladó a Valencia para completar su formación. Sin embargo, se vio obligado a abandonar la ciudad debido a las atenciones de una dama que amenazaban con desviar su vocación. Fue en Barbastro donde finalmente se ordenó sacerdote en 1583. Tras varios años de servicio en la península, se trasladó a Roma en busca de una canonjía. Debía ser un viaje de ida y vuelta y, sin embargo, se quedaría en la Ciudad Eterna nada más y nada menos que treinta y seis años, hasta aquel 25 de agosto de 1648, día de su muerte.
Al llegar a Roma, Calasanz fue testigo de las devastadoras consecuencias de una inundación del río Tíber, lo que lo llevó a unirse a una cofradía que ayudaba a los afectados. Fue en este contexto donde se dio cuenta de la gran cantidad de niños que vivían en la pobreza extrema, sin acceso a la educación. Y así, en el corazón del santo, maduró un proyecto, una visión: salvar a esos jóvenes, realizando sus aspiraciones más íntimas; salvarlos de la calle. Pero, ¿cómo hacer factible este sueño?
El santo tuvo una idea que podía ser realmente transformadora en aquella época: crear escuelas diarias y gratuitas para ellos, con programas bien definidos, divididos en clases. Las materias a enseñar: fe, moral y humanidades. Por ello decidió fundar en 1597 una escuela gratuita en la parroquia de santa Dorotea, en el barrio romano de Trastévere. Esta iniciativa, conocida como la Escuela Pía, se convirtió en la primera escuela gratuita de Europa, marcando el inicio de un movimiento que cambiaría el panorama educativo del continente.
Enseñanza accesible a todos
La visión de Calasanz era revolucionaria para su tiempo. En una época en la que la educación estaba reservada para las clases privilegiadas, que recibían lecciones individuales o en grupos muy reducidos, él propuso una enseñanza accesible a todos: aulas colmadas de alumnos, sin tener en cuenta su origen social. Introdujo un sistema educativo estructurado, con niveles graduados y evaluaciones periódicas, asegurando una formación completa que abarcaba desde la lectura en latín hasta la formación moral y religiosa.
El éxito de la fundación no tardó en atraer la atención de la comunidad, y en poco tiempo la escuela se trasladó al palacio de la familia Torres, a pocos pasos de la Plaza Navona. Este lugar fue cedido en 1612 a Calasanz gracias a la intercesión del cardenal Benedetto Giustiniani y fue allí donde el santo viviría y dirigiría su obra hasta su muerte. Empezó así a dar sus primeros pasos en la fundación de los Escolapios, enfocada en la educación de los niños pobres.
Sus seguidores formaron una comunidad singular, sin votos ni reglas definidas, manteniéndose unidos y motivados por la autoridad moral y el carisma de su fundador. Este modelo de comunidad funcionó hasta que el Papa Paulo V la transformó en una Congregación de votos simples, y más tarde, en 1621, Gregorio XV la elevó al rango de Orden con votos solemnes, nombrando a José de Calasanz como su general.
Paciencia, humildad y obediencia
San José de Calasanz enfrentó una grave injusticia dentro de la orden debido a la traición del padre Mario Sozzi, quien logró su destitución mediante intrigas y difamación. A pesar de ser despojado de su cargo y sometido a humillaciones a sus ochenta años, Calasanz soportó con paciencia, humildad y obediencia, sufriendo calumnias mientras animaba a sus más próximos a perseverar.
La influencia de José de Calasanz fue tan significativa que, a lo largo de los siglos, su modelo de enseñanza fue adoptado en diversas partes del mundo como Polonia, España, Hungría, Francia o Austria. La capilla donde recibió su última comunión, en el palacio Torres, donde además tuvo visiones místicas de la Virgen María, sigue estando intacta.
Su cuerpo descansa en la iglesia de san Pantaleo, frente al palacio donde vivió. Su legado perdura, no solo en las escuelas que fundó, sino también en el impacto duradero de su visión de una educación accesible para todos, fundamentada en el lema de los escolapios Pietas et Litterae (Piedad y Letras). En 1767, el Papa Clemente XIII lo canonizó, reconociendo su obra y su contribución a la formación de generaciones.