Diego Cera, el fraile español que construyó el primer órgano de bambú de la historia
Durante las misiones españolas en Filipinas en el siglo XIX, un fraile aragonés transformó una simple caña de bambú en un instrumento musical para glorificar a Dios
Durante la era colonial, los misioneros españoles en Filipinas no solo difundieron su fe, sino que también dejaron una huella imborrable en la cultura y el arte local. Estos pioneros lograron una sorprendente fusión entre las tradiciones europeas y los recursos del archipiélago. Uno de sus logros más fascinantes es el órgano de bambú de Las Piñas, una creación innovadora de un fraile español, según relata el portal Aleteia. Con habilidad y visión, este fraile transformó la sofisticada tradición del órgano europeo en un instrumento único que resonó con el espíritu y la creatividad de su nuevo hogar.
Los órganos de tubos han sido fundamentales en la música sacra a lo largo de los siglos, combinando complejidad técnica con una poderosa resonancia. Entre los ejemplares más notables, el órgano de Valère, en Suiza, es famoso por ser el más antiguo en funcionamiento, mientras que el órgano de bambú de Las Piñas, en Filipinas, destaca por su singularidad y la historia detrás de su creación.
Obra maestra de fray Diego Cera, este agustino recoleto llevó la innovación a Filipinas a principios del siglo XIX. Tras su llegada en 1792, se enfrentó al desafío de construir un órgano con los recursos disponibles. Su solución fue un órgano de bambú, una muestra extraordinaria de creatividad que combinó técnicas tradicionales con materiales locales. Este instrumento no solo demostró su habilidad como artesano, sino que también dejó una marca duradera en la cultura musical de Las Piñas.
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El bambú encuentra su voz
Este órgano tan inusual se encuentra concretamente en la parroquia de San José. El sacerdote español creador de tal innovación, con formación en arquitectura y ciencias naturales, se encontró en un entorno en el que el bambú era un material de construcción esencial. Aprovechando esta disponibilidad, Cera decidió fabricar un órgano de tubos utilizando esta planta, un material que no había visto nunca en España.
El padre Cera, con la ayuda de artesanos locales, seleccionó las mejores cañas de bambú de los bosques cercanos de Las Piñas y Zapote para construir el órgano. Aunque su ambición inicial era construir el instrumento completamente de bambú, al final optó por utilizar metal para los topes de las trompetas, lo cual proporcionaba un sonido de mayor calidad. El órgano de bambú de Las Piñas fue utilizado en misas y celebraciones desde finales de 1820, pero su sonido no estuvo exento de desafíos.
La región sufrió varios desastres naturales a lo largo de los años, incluyendo terremotos y ciclones, que dañaron gravemente el órgano. A pesar de los esfuerzos constantes del padre Cera por restaurar el instrumento, el daño fue considerable. A principios del siglo XX, el órgano ya no podía tocarse. Sin embargo, en la década de 1960, se llevaron a cabo esfuerzos a través de donantes de diversos países para su restauración.
La colaboración entre Filipinas, Japón y Alemania permitió darle una segunda vida y, en 1975, el órgano de bambú se presentó al mundo en un concierto en la embajada de Filipinas en Bonn, Alemania. Hoy en día, el órgano de bambú continúa resonando en la iglesia de Las Piñas con una autenticidad que refleja su historia.
La audacia de fray Diego llega a Manila
Nacido en Graus, Huesca, Diego Cera creció en una familia con tradición en ebanistería. Ingresó en la vida religiosa en 1786 y recibió formación musical en España, donde aprendió no solo a tocar el órgano, sino también a construirlo. Esta experiencia sería crucial en su labor misionera en Filipinas, donde llegó con el bagaje de sus conocimientos y habilidades.
En 1790, Fray Diego Cera se embarcó en un viaje que duraría nada más y nada menos que dos años. Tras navegar por el Atlántico y el Pacífico y atravesar México, donde tuvo que esperar junto a los 13 voluntarios de su orden al siguiente galeón que partiera hacia Filipinas, llegó a Manila en junio de 1792. La misión de Fray Diego, como parte de la expedición de misioneros, iba más allá de la evangelización: se proponía llevar la riqueza cultural y musical a nuevos territorios.
La iglesia de San Nicolás en Intramuros, Manila, carecía de un órgano de tubos, y el padre Diego pronto se propuso la tarea de construir uno nuevo. Aunque se dedicó con gran empeño, el órgano no se completó en su totalidad en el primer año. Las crónicas recoletas indican que para 1793-1794, Cera había terminado algunos registros básicos del órgano, destinados a la liturgia, pero no el instrumento en su totalidad. Se estima que la obra finalizó en 1798, según diversos cronistas.
Un encargo para la reina
En 1793, Diego también creó un instrumento que algunos describen como un pianoforte y otros como un órgano de bambú, que fue enviado a la reina María Luisa de Parma, consorte de Carlos IV. La reina, en agradecimiento, envió a Diego un cáliz, vinajeras de oro y una campanilla, que todavía se conservan en la iglesia de Las Piñas.
En junio de 1794, Fray Diego fue enviado a la parroquia de Malabacat, a unos 100 kilómetros al norte de Manila, donde sirvió hasta finales de diciembre de ese año. En 1795 regresó a Manila y fue propuesto para una nueva parroquia, San José en Las Piñas, donde asumió el cargo de primer cura párroco en diciembre de 1795.
Aunque residía en Las Piñas, Diego continuó viajando a Intramuros para completar el órgano de San Nicolás, el cual terminó en 1798. El órgano era considerado impresionante y monumental, y se mantuvo en excelente estado durante casi un siglo, hasta que quedó dañado y destruido tras la revolución filipina de 1898 y posteriormente los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
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En Las Piñas, el padre Diego trabajó arduamente para mejorar las condiciones de la nueva parroquia. Compró terrenos para una nueva iglesia y formó un coro. También fabricó instrumentos de cuerda y bambú para bandas y orquestas locales. Además, enriqueció la iglesia con ornamentos y estatuas, culminando con la construcción de su obra maestra final: el órgano de bambú que se convirtió en la joya de la parroquia y que, además, pudo sobrevivir al paso del tiempo. Aunque la vida del fraile terminó en 1832, su órgano de bambú sigue siendo un tesoro nacional en Filipinas, y su influencia se celebra cada año en el Festival del Órgano de Bambú, manteniendo viva su memoria y contribuciones culturales.