«La Inteligencia Artificial nos puede volver esclavos si no la gestionamos con criterio»

Existe un miedo atávico a que la máquina supere a su creador y lo someta. Y el rápido desarrollo de la Inteligencia Artificial Generativa no ha hecho sino incrementar este temor en muchas personas.

Pero, más allá de la euforia que suscitan estas herramientas, o de las teorías de la conspiración de sesgo distópico, ¿qué amenazas y qué oportunidades reales ofrece actualmente la inteligencia artificial?

Verónica Micossi, experta en el desarrollo de herramientas de IA, formada en la Universidad de Oxford y en el Center of Humane Technology, es inequívoca en su diagnóstico: «Estamos metidos en una guerra entre grandes compañías tecnológicas, que necesitan para su supervivencia hacerse con este mercado y quieren que seamos cada vez más dependientes de esta tecnología».

En el último número de La Antorcha, la revista gratuita editada por la ACdP, Micossi explica que los actuales modelos de Inteligencia Artificial Generativa, como ChatGPT, Gemini o Copilot «funcionan de una forma muy compleja, reproduciendo las redes neuronales del cerebro humano». De hecho, actualmente «no sabemos exactamente, dado un input, cómo ha llegado a generar cierto texto porque realmente se basa en modelos probabilísticos».

Alucinaciones y sesgos

Además de alertar del riesgo de que las herramientas de IA caigan en «alucinaciones» al presentar algo falso como verdadero, y de los «sesgos» de sus respuestas, Micossi señala que el crecimiento exponencial de la IA en los últimos años «más que alarmar, nos tiene que alertar».

La experta indica que sus promotores «quieren que seamos cada vez más dependientes de esta tecnología: ahora es muy accesible y gratuita, a pesar de los grandes costes de desarrollo. Ha pasado rápidamente del ámbito de la investigación a nuestros móviles». «¿Cómo es posible?», se pregunta a sí misma en su conversación con el productor audiovisual de La Antorcha, Josema Visiers.

Una nueva forma de esclavitud

El motivo es que «estamos metidos en una guerra entre grandes compañías tecnológicas». Algo que «implica un riesgo, porque podemos caer en una forma de esclavitud, de depender de un supercerebro que llevamos en el móvil, que me quita trabajo, responde a todo a cualquier hora, pero que me puede volver un esclavo si no sé gestionarlo con criterio», asegura.

De hecho, Micossi apunta que, aunque uno de los grandes beneficios con que hoy se presenta la IA generativa es la promesa de facilitar el trabajo y lograr que las personas sean mucho más productivas, «eso no significa que vayamos a trabajar de forma más relajada».

Y lo explica: «Si antes tardabas una hora en hacer un informe y ahora tardas quince minutos, no significa que el resto del tiempo vayas a estar ocioso, sino que te van a pedir cuatro informes en una hora. Y los acabarás haciendo con más superficialidad».

Ante esta posibilidad cierta de ser sometidos a una nueva esclavitud, explotación o adicción, Micossi recuerda que, «como nos dice san Pablo en la carta a los Gálatas, Cristo nos ha dado la libertad para que seamos libres, no para que volvamos a caer bajo el yugo de la esclavitud».