
Antonio Moreno Sevilla, el primer notario que podría alcanzar la santidad
Persecución religiosa
El primer notario en los altares: mártir, granadino, padre de siete y defensor del jornal justo
Antonio Moreno Sevilla fue asesinado en 1936 a los 46 años de edad junto a 126 compañeros mártires: «Murieron tranquilos y sin odio»
Para unos era «el notario católico», porque iba a misa los domingos, participaba en las celebraciones de Semana Santa y rezaba el rosario, acompañado por su esposa y sus 7 hijos. Pero, para otros, era «el notario rojo», por defender un jornal justo para los campesinos. En cualquier caso, para todos era Antonio Moreno Sevilla, y pronto se podría convertir en el primer notario en ser declarado santo por la Iglesia católica. El pasado sábado, el arzobispo de Granada, monseñor José María Gil Tamayo, presidió una eucaristía en la catedral en acción de gracias por el mártir granadino, que fue beatificado en Córdoba en octubre de 2021, junto a otros 126 compañeros mártires de la persecución religiosa en España en los años 30 por odio a la fe.
Antonio Moreno nació en la localidad granadina de Chauchina el 30 de diciembre de 1889. Según Miguel Varona Villar, director del secretariado diocesano para las Causas de los Santos del obispado de Córdoba, «creció en Melilla, comenzando sus estudios de Derecho en Granada, destacando como excelente estudiante y hombre caballeroso y honorable». Fue notario primero en Híjar (Granada), luego en Alhama de Aragón (Guadalajara), Padrón (La Coruña) y Cuevas de Almanzora (Almería), antes de llegar a Bujalance (Córdoba) en 1931.

Durante la Guerra Civil
El sacerdote toledano que asistió al asesino de su padre y le abrazó en su muerte
Se casó con Rosario Torres López, con la que tuvo ocho hijos, todos varones, pero el mayor murió al nacer. «Siempre les inculcaron y dieron un profundo testimonio de vida cristiana», subraya Varona. Era un hombre culto e instruido, «con vastos conocimientos en muchas ramas del saber: música, artes en general (pintaba bien), física, náutica, ingeniería, astronomía, etc., que transmitía a sus hijos, juntamente con la fe y la piedad cristianas». En casa dirigía a diario el rezo en familia del rosario, y asistía a la parroquia. Esto fue lo que le valdría la pena de muerte a partir del 18 de julio de 1936, cuando se hizo imposible el culto en las iglesias. A partir de ese momento, Antonio leía a diario en su misal latino las lecturas de la misa en su casa, rodeado de su mujer e hijos.
«Lo importante es que se salve España»
«Al inicio de la Guerra Civil se le intentó detener dos veces, con resultado infructuoso», desvela Varona. «Era consciente del peligro que corría. Uno de sus hijos le dijo: 'Papá, te van a matar', y él respondió: 'No importa, porque lo que importa es que se salve España'», prosigue.Finalmente fue detenido en su propio hogar. «Un grupo de milicianos armados se presentó allí y le mostraron un papel en que se le ordenaba que ingresase en la 'Prisión del Pueblo', e indicaba a sus captores que lo tratasen con respeto y consideración, cosa que no hicieron sus captores. No se resistió y se fue tranquilo con ellos», explica Varona. La cárcel estaba cerca de su casa, unos metros más abajo, junto a la parroquia de San Francisco. «Pudo ser visitado con frecuencia por su esposa, recogiendo ésta numerosos datos sobre su cautiverio. Siempre estuvo tranquilo y sereno, más preocupado por su familia que por él mismo. Sus carceleros le tuvieron siempre un trato respetuoso y hasta logró que sus hijos le visitasen y llevasen comida», detalla el director del secretariado diocesano para las Causas de los Santos. «Rezaba y dirigía el rezo del rosario entre los presos, participando en los Ejercicios Espirituales que organizó el párroco también preso don Nicolás Hidalgo García (también mártir)», apostilla.
Unas notas en el colchón
En las cuatro notas que aparecieron ocultas en su colchón de la prisión, dirigía sus pensamientos a su familia «y los impulsaba al perdón y la paz, y afirmaba que ya había confesado con don Nicolás. En una de ellas decía: 'No tengo por mí ningún miedo a nada ni por nada'». Fue fusilado en el cementerio de Cañete de las Torres (Córdoba) al amanecer del 23 de agosto de 1936, «en compañía de otras personas que murieron tranquilos y sin odio. Su cadáver fue sepultado allí mismo», concluye Varona.