La dispersión de los apóstoles por el mundo conocido es el ejemplo más claro de que la Iglesia no es un reducto contra la mundanidad, ni una secta de puros separados de una sociedad decadente. Las tumbas de los apóstoles nos enseñan que el cristianismo, lejos de ser una queja por el estado de las cosas, es el encuentro con cualquier hombre sin mirar la raza, la clase social o el lugar de nacimiento, aunque el riesgo te haga perder la vida. Cualquiera puede salir de su patria, pero no a cualquiera se le construye un mausoleo, ni le respeta la memoria de la historia formando una tradición milenaria e imborrable
comentarios
Más de Católicos
Casi 650 millones de creyentes sufren persecución
Decenas de iglesias en España se iluminan esta noche de rojo por los cristianos perseguidos
Entrevista con el filósofo y escritor francés
Rémi Brague: «Si se olvida de su identidad cristiana, Europa no podrá sobrevivir a largo plazo»