Entrevista al liturgista del Vaticano
Giovanni Zaccaria: «Una parte de la crisis de la Iglesia está en el error de hacer la Liturgia a nuestra medida»
El Papa, a juicio de Zaccaria, «desea que la Liturgia esté en el centro de la Iglesia. No tanto por establecer reglas o normas, sino por ayudar a descubrir el deseo de Dios de entrar en comunión con nosotros»
Una reciente carta apostólica del Papa sobre la Liturgia ha vuelto a poner sobre la mesa algunas carencias y limitaciones en la Iglesia. Giovanni Zaccaria, profesor de Liturgia de la Pontificia Universidad de la Santa Croce, asegura que muchos fieles asisten a Misa como si fuera «un espectáculo, como ir al teatro o una conferencia, donde los protagonistas son otros». A su juicio, es preciso reforzar la formación Litúrgica para entender «qué es lo que estamos haciendo en cada celebración», ya que «los gestos existen, pero es preciso darlos a conocer».
–¿Por qué el Papa ha publicado ahora Desiderio Desideravi, la carta apostólica sobre la Liturgia?
–La carta que el Papa ha escrito me parece un pequeño regalo a la Iglesia. Siempre digo que la Liturgia no es algo urgente, en sentido de que la Liturgia no precisa acciones inmediatas, ya que tiene que ver con la Eternidad, con algo que está fuera del tiempo como es el misterio de Dios. No es urgente, pero sí importante. Creo que el Papa lo entiende bien y por ello desea que la Liturgia esté en el centro de la Iglesia. No tanto por establecer reglas o normas, sino por ayudar a descubrir el misterio de Dios. Su nueva carta aborda este tema, del deseo de Dios de entrar en comunión con nosotros. Y la Iglesia nace de ahí, del deseo de Dios de entrar en comunión con nosotros.
El equilibrio litúrgico es difícil y siempre lo ha sido en la Iglesia. Las polémicas litúrgicas no son una novedad
–¿Parte de la crisis actual de la Iglesia en Occidente tiene que ver con la Liturgia?
–Sí. Creo que parte de la crisis de la Iglesia en algunos países está ligada a la Liturgia, sobre todo porque la Liturgia es el alma de la Iglesia. A mi juicio, de una parte está el error de hacer la Liturgia a nuestra medida, de tal manera que sea comprensible y adaptada a nuestros encuentros. Pero esto nos hace perder la dimensión vertical, la dimensión del misterio de Dios. Hay una iniciativa de Dios que precede a todo. Y se da el caso contrario, donde la Liturgia es demasiado distante, como si consistiera en seguir unas normas rígidas. No es suficiente con seguir unas reglas para que todo vaya bien. No basta con ello, ya que entrar en comunión con Dios tiene que ver también con el corazón. De tal forma, que el equilibrio litúrgico es difícil y siempre lo ha sido en la Iglesia. Las polémicas litúrgicas no son una novedad.
–Tanto en África como en muchos sitios de América hay una liturgia más rica, más sentida que en Europa. ¿Tenemos que aprender de esa vitalidad?
–Creo que en Europa, en general, estamos muy ligados a una dimensión racional. Necesitamos pensar las cosas antes de hacerlo. Lo que nos falta en realidad en la Liturgia es entender realmente qué es lo que estamos haciendo. Me sucede con frecuencia, tanto en la Universidad como en el trabajo pastoral, de explicar el sentido de algunos gestos litúrgicos o palabras que la mayoría no conoce. Basta pensar en los matrimonios. Hay una riqueza de signos y una profundidad que no son evidentes y que personas que han participado en decenas de ellos no han captado. Si no se explica bien, no se entenderá nunca.
–¿Falta una catequesis litúrgica?
–Falta formación litúrgica que ayude a entender el sentido del misterio y falta una Liturgia que ayude a entender el misterio. Si no se entiende la centralidad del misterio de Cristo, en un matrimonio o en una Misa o en otras celebraciones, es que algo falla. Puede fallar por parte de quien celebra o por parte de toda la asamblea. Si no entendemos el sentido de las palabras o de los gestos, se pierde mucho.
Todos los bautizados son sacerdotes, participan del sacerdocio de Cristo. Por tanto, en esa celebración, ellos también son protagonistas
–El Papa habla en su última carta de que los sacerdotes no sean los protagonistas, sino toda la asamblea. ¿Por qué?
–Esto uno de los puntos clave en la formación litúrgica. Hemos heredado un modo de celebrar que es un poco ‘espectáculo’. Los fieles dicen que van a Misa de don Fulano o don Mengano porque ese sacerdote les aporta algo, porque la homilía les interpela. Es algo bueno, pero la esencia de la Misa no es la homilía. El problema es que, en muchas ocasiones, el Pueblo de Dios va a Misa como va a un teatro, a un concierto, como asiste a una conferencia. Incluso buenos cristianos, personas creyentes, pueden asistir a un evento que no les pertenece, donde actúan otros, donde la Misa es del sacerdote. Y yo asisto. A partir de ahí, hay sacerdotes que sí saben implicar a los fieles. Hay otros que toman la Misa como algo propio, que yo mismo gestiono, aunque implico a los fieles en tener algún papel, como hacer las lecturas o participar en las ofrendas. Pero esto no es la participación activa de la que habla el Concilio Vaticano II. El Concilio plantea que quien celebra es Cristo. Y Cristo quiere decir el cuerpo místico de Cristo, como cabeza ante sus miembros, la Iglesia. Es San Agustín quien dice que Cristo es el sujeto de la celebración ya en el siglo IV. Si el sacerdote y los fieles van a Misa pensando que es una función del sacerdote es que no hemos captado la idea.
–¿De qué forma concreta se puede cambiar esta situación?
–La primera necesidad es comprender la dimensión sacerdotal del bautizado. Que todos los bautizados son sacerdotes, participan del sacerdocio de Cristo. Por tanto, en esa celebración, ellos también son protagonistas tanto como el ministro. El ministro, o sacerdote, celebra como servidor de la comunidad, con el don que ha recibido por el sacramento del Orden.
– ¿Cómo se puede expresar esa participación?
–Ya se están poniendo en práctica algunas medidas. El problema es que se malinterpretan o no se entienden bien. Por ejemplo, cuando se realiza una procesión con las ofrendas. Es un símbolo fuerte, donde el pueblo lleva el material esencial para la celebración: el pan y el vino. Sin pan y vino no es posible la Misa. Puede haber una preciosa homilía, pero no es la Misa. Ese simple gesto, esa procesión bien explicada, implica que toda la asamblea está protagonizando la Misa. Otro detalle es el canto. A veces lo interpretamos con una lógica de entretenimiento. Todos tenemos la experiencia de cantar juntos. Es algo que une muchísimo. No se puede dar por descontado. Es una experiencia de comunión. Los gestos de toda la comunidad, por ejemplo cuando se ponen de pie, significa formar parte de una comunidad sacerdotal. Ponerse de rodillas es también un signo de la dimensión sacerdotal. En definitiva, creo que los gestos ya existen, pero es preciso que sean comprendidos por los fieles. Necesitamos explicarlo mejor.
No es que antes del Vaticano II se hiciera algo mal, sino que en el Concilio se profundiza y mejora la comprensión. La Liturgia debería expresar mejor el misterio de Cristo
–En una sociedad tan ruidosa, donde muchos no se despegan de los auriculares, el Papa habla de redescubrir el silencio en la Liturgia. ¿Es fácil conseguirlo?
–Comparto plenamente la dimensión revolucionaria del silencio. Hace poco me contaban de un grupo de jóvenes que había hecho el Camino de Santiago, sin nadie que les acompañara, con la música a tope durante todas las jornadas. De esta forma te has perdido lo más importante del Camino de Santiago. El silencio es una de las dimensiones más evidentes del misterio. Volver a apreciar el silencio es una de las tareas más urgentes en la Iglesia. Gracias al silencio la Liturgia adquiere esa dimensión vertical que corremos el riesgo de perder.
–¿Es cierto que la Liturgia es clave para la unidad de la Iglesia?
- El Papa habla de la Eclesiología del Concilio Vaticano II y de la Liturgia como expresión de la Eclesiología. Esto puede parecer un tecnicismo pero es importante. Supone entender la Iglesia más profunda de lo que parece. El Concilio Vaticano II ha abierto a la comprensión de los fieles el tesoro de los Padres de la Iglesia. Los documentos del Vaticano II hablan de la Iglesia como lo hacen los Padres de la Iglesia. No es que antes del Vaticano II se hiciera algo mal, sino que en el Concilio se profundiza y mejora la comprensión. La Liturgia debería expresar mejor el misterio de Cristo, con gestos y oraciones. Es importante entender que cada fiel es llamado a ser sacerdote, aunque no sea ministro.