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mañana es domingoJesús Higueras

«El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros»

Celebrar la Navidad es ser conscientes de la importancia y la dignidad que Dios da a toda vida humana

Actualizada 04:15

Nada hay que desconcierte más al ser humano que las cosas sean absurdas, es decir, que carezcan de significado, pues nuestra naturaleza intelectual busca siempre una razón para todo lo que sucede a nuestro alrededor o dentro de nosotros mismos. Por eso, el evangelista San Juan inicia su relato de la vida de Cristo con una rotunda afirmación: todo tiene un significado, puesto que todo lo que existe ha sido hecho por Aquel que es el Verbo, la Palabra. Y precisamente es la Palabra dadora de significado la que se hace carne, es decir, vida humana con todo lo que esto conlleva: compartir destino, estar con nosotros incondicionalmente y dar un profundo significado a toda experiencia humana. La fiesta de la Navidad es mucho más que celebrar la ternura o sacar los sentimientos benevolentes que todos tenemos guardados en un rincón de nuestra intimidad. Es mucho más que un encendido de luces o un conjunto de compras y regalos que sacien temporalmente nuestro afán de consumo. Incluso es mucho más que reunirse en torno a una agradable mesa en la que nos encontramos los que nos debemos amar. Celebrar la Navidad es ser conscientes de la importancia y la dignidad que Dios da a toda vida humana, por muy insignificante que sea, pues tanto nos valora que se hace uno de nosotros para demostrarnos que amar es más que unas palabras amables pues viene con nosotros para sufrir, reír, llorar con nosotros y así convertir todo lo humano en divino. Celebrar la Navidad es escuchar a un Dios que nos dice a cada uno: «todo lo tuyo es mío para que todo lo mío sea tuyo». Pero como el estilo de Dios es la discreción y el respeto, puede ocurrirnos que un año más Él pase a nuestro lado, incluso llame a la puerta de nuestro corazón y nos encuentre tan ocupados en tantas cosas –qué seguro que son muy buenas– que no tengamos tiempo para Él. Hemos de ser muy conscientes de la necesidad de re-cristianizar las fiestas navideñas en un momento de la historia en el que se pretende ignorar o tal vez negar el origen de nuestra identidad como pueblo, en un momento en el que hablar de Dios es tan políticamente incorrecto que tal vez se convierte al mismo Dios en un enemigo público al que hay que arrinconar en las casas o incluso solo en nuestras conciencias, pues molesta a no pocos que nuestro Señor se haga débil para salvarnos a todos los que somos débiles.

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