Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas
No estaría de más preguntarnos cuáles son las excusas que nos decimos a nosotros mismos para no entregarnos del todo
Si algo define a nuestra generación es la búsqueda desaforada de la comodidad, pues hemos sido educados en el estado del bienestar en el que prima ante todo el mínimo esfuerzo para obtener el máximo resultado. Esto provoca que no pocas veces, ante las dificultades que plantea la vida, nos rindamos con facilidad, pues creemos que hemos nacido para ser felices por medio del gozo y el placer. En muchos casos la palabra sacrificio o renuncia es un mantra que se identifica con la mala suerte y la desgracia. Facilidad y felicidad son dos compañeras que nunca se deben separar. Pero el Señor Jesús advierte a sus discípulos que el final de los tiempos vendrá acompañado de luchas, desgracias y tribulaciones, de tal modo que muchos se espantarán y huirán de su puesto para evitar el dolor, mientras que los que son fieles permanecerán en su sitio apoyados en el auxilio divino, pues con la perseverancia llegará la salvación. No hace falta que llegue el final de la historia para darnos cuenta que la vida nos invita constantemente a rendirnos frente a las dificultades que cada día aparecen en nuestro camino: sacar una familia adelante, un trabajo o cualquier realidad importante supone una dosis de renuncia personal y sacrificio que no todos están dispuestos a cumplir. Son muchos los que empiezan grandes empresas y pocos los que logran terminarlas, pues la vida es cansada, las personas a veces son muy insoportables y nuestras fuerzas limitadas. Es ahí donde el cristiano debe recurrir al Señor para suplicar el don de la fidelidad a los compromisos adquiridos, ya que lo fácil es rendirse e incluso justificar nuestras huidas con argumentos aparentemente muy firmes. Pero sabemos que al final son excusas que ocultan un miedo al dolor y a perder esa dichosa comodidad que tanto nos esclaviza. Jesucristo nos pide que perseveremos: que aunque sean muchas las heridas o decepciones que hemos recibido en la vida seamos capaces de apoyarnos en la presencia interior del Espíritu divino y querer llegar hasta el final: con cicatrices, con defectos y debilidades pero hasta el final. No estaría de más que intentemos hacer un examen interior y preguntarnos cuáles son las excusas, que nos decimos a nosotros mismos para no entregarnos del todo a las personas que Dios ha puesto en nuestra historia personal y tienen derecho a recibir de nosotros el cariño y el amor debido. Qué fácil es cansarse y qué duro resistir, pero lo que importa es perseverar para que llegue la salvación.