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José Antúnez CID

Benedicto XVI, los Reyes Magos y el cuarto camello

Perseguían la verdad con humildad y dispuestos a seguir la razón les llevase donde les llevase, convencidos de que vivir así es un bello modo de vivirla

Actualizada 04:00

En la catedral de Colonia se venera a los Magos de Oriente y allí, en 2005, tocó a Benedicto presidir su primera JMJ en su Alemania natal. Recuerdo aquellos días de dormir en polideportivos y a cielo raso, de gustar de oración, peregrinaje y buena cerveza, pues no es incompatible; y cada Navidad releo aquellos textos que giraron en torno a los misteriosos Magos. Esta Navidad de su encuentro definitivo con Jesucristo, no he podido evitar reconocer al mismo Benedicto en aquellos Magos de los que nos habló y de los que escribió también en su librito La infancia de Jesús. ¿Proyección de autor? ¿Sugestión del que escribe? ¿Realidad?

Hace falta un cuarto camello. Les llamamos Magos, nos recordaba, porque esta expresión apunta a la sabiduría: eran sabios que conocían lo oculto a la mayoría. Habían consagrado su existencia a escudriñar con perseverancia y tenacidad la verdad de los astros del firmamento, movidos por la esperanza de encontrar -con su ciencia- una verdad que mejorase el mundo y la sociedad, tan necesitada entonces como hoy: servicio de hombres de ciencia, buena ciencia. Perseguían la verdad con humildad y dispuestos a seguir la razón les llevase donde les llevase, convencidos de que vivir así su vida es un bello modo de vivirla, vale la pena. Hombres de ciencia, de esperanza y de compromiso social. Y allí encuentran el cometa y siguen su estela, o quizá el cometa les esperaba. No me resulta difícil añadir a la caravana un cuarto camello con su paje, por supuesto, y sus alforjas llenas de libros camino de Belén; aunque por entonces solo la estrella sabía dónde iban con exactitud. Oro, incienso, mirra y luz envasada en hermosos tratados, palabras en diálogo de vida y guía, buen pastor entre pastorcitos, sin temor al ridículo, ni al qué dirán, ni a la Cruz.

Los ‘Sabios’ de Oriente, nos decía penetrando en su corazón, tuvieron que cambiar su mente. Tras buscar, oculto el cometa, en el castillo de Herodes, donde en buena lógica humana había riqueza y poder, tan necesarios para cambiar el mundo, la profecía les guía a Belén, allí: Encarnación, Dios diminuto, abrazado a nuestra fragilidad y miseria, pobreza y luz de gloria en el amor del portal. El cometa vuelve, brilla gritando: no es el poder de la riqueza el que salva el mundo, es este otro si de verdad quieres un comienzo nuevo. ¿Crees? De la verdad a la Verdad. Si entonces los Magos hubiesen vuelto su cabeza y hubiesen encontrado al cuarto Sabio, lo hubiesen sorprendido el primero de rodillas, con feliz sonrisa, reconociendo y señalando con todo su ser al Amor que no se impone, sino que crea ese espacio en que nuestro amor responde y nos cambia y cambia nuestro entorno. Hasta el cuarto camello estaba arrodillado. El año que viene lo pondré en mi belén.

Papa, doctor, servidor… Mago y Cometa que el Espíritu ha dado a nuestro tiempo para descubrir y seguir la Verdad y el Poder del Amor de Dios. ¡Gracias!

  • José Antúnez Cid es profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad San Dámaso y Catedrático de Filosofía Sistemática
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