Gabriela Mistral: «Enseñar con la actitud, el gesto y la palabra»
De la sensibilidad religiosa de Mistral son buena muestra las muchas composiciones dedicadas a glosar la Navidad; y de entra ellas elegimos dos de las más difundidas: el Romance de Nochebuena y El establo
La chilena Lucila Godoy Alcayaga (1889-1957), a partir de 1914, usó el pseudónimo literario de Gabriela Mistral, en homenaje a dos de sus escritores favoritos: el italiano Gabriele D’Annunzio y el occitano Frédéric Mistral. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1945; un premio concedido a «su obra lírica que, inspirada en poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano».
A su labor literaria hay que añadir la diplomática y, también, la docente —con un concepto de la enseñanza novedoso que incluía sus esfuerzos por difundir la cultura y por lograr una mayor justicia social-. Como afirma Santiago Sevilla-Vallejo, «Ella se identifica con la mujer que cuida de los niños en el sentido maternal y también educativo, donde recalcó que, por encima del valor formal de la educación escolar, está el sentido de confianza y humanidad que infunde el docente en sus alumnos». En Eva quiso morder la manzana. Mordedla Autoría y espacio público en las escritoras españolas e hispanoamericanas.
Y no está de más recordar aquí el artículo publicado en diciembre de 1927, en el que aboga por los derechos del niño, escribe desde París un artículo abogando por los derechos del niño, que en resumen, serían los siguientes: derecho a la salud plena, al vigor y a la alegría; derecho a los oficios y a las profesiones; derecho a lo mejor de la tradición, a la flor de la tradición, que en los pueblos occidentales es, a mi juicio, el cristianismo; derecho del niño a la educación maternal. Derecho a la libertad, derecho que el niño tiene desde antes de nacer a las instituciones libres e igualistas; derecho del niño sudamericano a nacer bajo legislaciones decorosas y derecho a la enseñanza secundaria y a parte de la superior.
Como ponencia, y con el título de «Los derechos del niño», la presentó en la Primera Convención Internacional de Maestros, celebrada en Buenos Aires en enero de 1928. (Y habrá que esperar hasta el 20 de noviembre de 1989 para que entrara en vigor la Convención de los derechos del niño, aprobada por la ONU y firmada, entre otros países, por España).
Como poetisa, estos son los cinco libros de poemas publicados por Gabriela Mistral: Desolación (Nueva York, 1922) —libro que incluye poemas en prosa, tan del gusto modernista—, Ternura (Madrid, 1924), Tala (Buenos Aires, 1938) —libro dedicado a los niños españoles víctimas de la Guerra Civil—, Lagar (Santiago, 1954) y el póstumo Poema de Chile (Barcelona, 1967).
De la sensibilidad religiosa de Gabriela Mistral son buena muestra las muchas composiciones dedicadas a glosar la Navidad; y de entra ellas elegimos dos de las más difundidas: el «Romance de Nochebuena» y «El establo».
Romance de Nochebuena
dónde nació el Niño:
nació en todo el mundo,
ciudades, caminos...
Tal vez caminando
lo hallemos dormido
en la era más alta
debajo del trigo...
O está en estas horas
llorando caídito
en la mancha espesa
de un montón de lirios
A Belén nos vamos.
Jesús no ha querido
estar derramado
por campos y caminos.
Su madre es María,
pero ha consentido
que esta noche todos
le mezcan al Niño.
Lo tiene Lucía,
lo mece Francisco
y mamá en el pecho
de Juana, suavísimo.
Vamos a buscarlo
por esos caminos:
¡todos en pastores
somos convertidos!
Gritando la nueva
los cerros subimos
¡y vivo parece
de gente el camino!
Jesús ha llegado
y todos dormidos
esta noche sobre
su pecho ceñidos.
El Romance de Nochebuena está incluido en el segundo poemario de Gabriela Mistral, Ternura, publicado por vez primera en Madrid, en 1924, por la editorial Saturnino Callejas. Hablando con propiedad métrica, se trata de un romancillo en versos hexasílabos que no se presente como poema monoestrófico, sino dividido en cuartas asonantadas -9 en total-, con rima /í-o/ en los versos pares.
La originalidad del romance estriba en la «deslocalización» geográfica e histórica del nacimiento de Jesús («Vamos a buscar / dónde nació el Niño: / nació en todo el mundo, / ciudades, caminos...»; versos 1-4, cuarteta 1), lo que le confiere una dimensión universal. E incluso la propia autora, enternecida por los acontecimientos de Belén, se transforma en una pastora más («Vamos a buscar [al Niño] / por esos caminos: / ¡todos en pastores / somos convertidos!»; versos 25-28, cuarteta 7); y su gozo queda realzado por los tintes exclamativos de los versos 27-28: «¡todos en pastores / somos convertidos!»; tintes exclamativos que se prolongan a los versos 31-32: «¡y vivo parece / de gente el camino!», versos en los que el leve hipérbaton viene pedido por la exigencia de la rima /í-o/ en los versos pares (el camino parece vivo de gente).
La copla que cierra el texto confirma la idea de que la gracia salvadora de Jesús alcanza a todo el género humano: «Jesús ha llegado / y todos dormimos / esta noche sobre / su pecho ceñidos» (versos 33-36. En los versos 35-36 se produce un curioso encabalgamiento, al quedar el complemento preposicional dividido en dos versos consecutivos: «sobre / su pecho», en los que se produce).
Pero lo que queda claro es la implicación directa de Gabriela Mistral en el poema, «entrando en sus mismas entrañas», y para ello utiliza continuamente el plural sociativo: «Vamos a buscar» (verso 1), «hallemos» (verso 6), «nos vamos» (verso 13), «Vamos a buscarlo» (verso 25), «somos convertidos» (verso 28), «subimos» (verso 30); hasta culminar en el pronombre indefinido «todos» (del verso 34), acogidos por el corazón del Niño nacido en Belén.
Como curiosidad cabe señalar que Gabriela Mistral ha reemplazado los nombres de los pastores que suelen ser habituales en poemas navideños del Siglo de Oro -por ejemplo, en Teresa de Jesús-, tales como Gil, Blas, Pascual, Menga, Llorente…, por otros más «cercanos» y más propios de la época en la que escribe su poema: Lucía (verso 21), Francisco (verso 22), Juana (verso 24).