Cristianos perseguidos
15 aniversario de la beatificación del seminarista martirizado Juan Duarte
Se ha celebrado en Málaga el 15 aniversario de la beatificación de Juan Duarte, malagueño asesinado durante la guerra civil española, y beatificado en 2007 por Benedicto XVI
Han pasado ya quince años de la beatificación de Juan Duarte, y de su martirio, ochenta y seis. Por ello, la parroquia malagueña de la Encarnación de Yunquera ha celebrado una misa en honor del joven seminarista malagueño que fue asesinado en el año 1936, con tan solo 24 años de edad.
Juan Duarte Martín nació el 17 de marzo de 1912 en Yunquera, un pueblo de Málaga, en el seno de una familia de diez hijos. Juan era el cuarto de ellos. Fue bautizado a los tres días de vida en la parroquia de la Encarnación de Yunquera, donde recibió también la primera Comunión a los ocho años.
Una gran vocación
Desde muy pequeño, acudía con entusiasmo a la catequesis, rezaba el rosario por las noches, ayudaba a los pobres y jugaba en casa montando altares y tronos. A los trece años ya tenía claro que el Señor lo llamaba para ser sacerdote.
Juan ingresó en el seminario en 1925, a pesar de los insuficientes medios económicos de su familia. Tan firme era su vocación que cuando su padre se preguntó cómo podrían pagar sus estudios, él respondió con seguridad que el Señor les ayudaría. Y así fue.
En el seminario, Juan se sentía cómodo y acogido, con un auténtico padre –el rector– y un excelente director espiritual, el padre Soto. Además, a Juan lo definían como un «seminarista ejemplar», pues era alegre, inteligente, valiente, servicial, bondadoso y tenía un gran amor a la Eucaristía y a su Iglesia de Málaga.
«Un seminarista ejemplar»
Su testimonio fue evangelizador. Durante las vacaciones de verano, Juan daba catequesis a los niños de su pueblo. Así, brotó la vocación de otro seminarista yunquerano, Miguel Díaz Jiménez, quien murió también martirizado.
Juan Duarte fue ordenado diácono en la Catedral de Málaga el 6 de marzo de 1936. Meses más tarde, durante la persecución religiosa de ese año, se llevó a cabo su detención. El 7 de noviembre de ese año fue arrestado por el soplo de una vecina, que le vio asomarse a una ventana para respirar aire después de varias horas sin luz ni ventilación. Había estado escondido en una pequeña pocilga mientras registraban fallidamente su casa.
De su casa le llevaron al calabozo municipal junto a dos seminaristas, José merino y Miguel Díaz. Unas horas después, los trasladaron a El Burgo, donde quedaron sus dos compañeros, que fueron martirizados en la noche del 7 al 8 de noviembre.
Juan fe trasladado hasta Álora, otro pueblo de Málaga. Allí, fue sometido a diversas torturas con las que pretendían hacerle blasfemar, pero él se mantenía fuerte.
Los habitantes de Álora vivieron la pasión de Juan Duarte como la de un ser querido. Muchos llegaron a hablar con él para que cediera en su actitud y acabara aquel sufrimiento.
Lo llevaron a la cárcel después de estar en el calabozo municipal. Allí se inició el proceso de mortificación que le llevaría hasta la muerte.
Un miliciano apodado «El Chato» recurrió a su amante «La Nona» para que visitara a Juan en la cárcel y lo sedujera. Pero Juan rechazó la propuesta. Tras esto, decidieron castrarle con una navaja de afeitar, y pasearon sus testículos por todo el pueblo. La actitud de Juan se hacía más provocadora y los milicianos decidieron acabar con su vida.
Yo os perdono y pido a Dios que os perdone
La noche del 15 de noviembre lo bajaron a un arroyo, lo tumbaron en el suelo y con un machete lo abrieron en canal de arriba a abajo. Llenaron su estómago y su vientre de gasolina y le prendieron fuego. Sus últimas palabras fueron: «Yo os perdono y pido a Dios que os perdone. ¡Viva mi Cristo Rey! ¡Ya lo estoy viendo, ya lo estoy viendo!».
Unos meses después, su familia encontró su cuerpo bajo la arena, pues había sido enterrado por unos vecinos a poca profundidad. Lo trasladaron al cementerio del pueblo que lo vio crecer en santidad y, en 1985, sus restos mortales fueron depositados en la parroquia de la Encarnación de Yunquera, donde hoy recibe las oraciones y el cariño de todo el pueblo.