Los únicos obispos vivos que fueron testigos del Concilio Vaticano II
Un mexicano, un surcoreano y dos africanos son los únicos vivos de los 2450 obispos que fueron convocados por Juan XXIII y después por Pablo VI para participar en el Concilio Vaticano II
Más de dos mil obispos de todo el mundo fueron convocados en Roma por Juan XXIII para la celebración del Concilio Vaticano II. Era el año 1962 y por los siguientes tres años, hasta el 8 de diciembre de 1965, se sucedieron cuatro sesiones con el fin de aggiornar la Iglesia, ponerla la día.
El Papa bueno no pudo ver terminado su proyecto, ya anunciado en 1959, ya que fallecería al año siguiente de comenzar las sesiones de trabajo. De los 2.450 prelados que acompañaron a Pablo VI en el propósito de lograr una renovación moral de la vida cristiana, en la actualidad tan solo sobreviven cuatro testigos directos del Vaticano II.
Hasta este mes de julio de 2024, eran cinco los testigos directos del último gran acontecimiento eclesial. No obstante, con el fallecimiento del arzobispo emérito de Bengaluru, Alfonso Mathias ha reducido la lista. «Su vida fue un testimonio de valores evangélicos de amor, servicio y humildad», ha afirmado la que fue su diócesis en un obituario. «Su visión de una iglesia vibrante, dinámica y socialmente comprometida sigue siendo una fuerza guía para las generaciones futuras», han añadido. Mathias contaba tan solo 36 años cuando acudió a la tercera y cuarta sesión del concilio en Roma, recién nombrado obispo en 1963.
De los cuatro supervivientes, dos son africanos, uno mexicano y otro coreano, aunque nacido en Bélgica y ninguno de ellos legó a participar en las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II. El último padre conciliar europeo falleció el pasado año. Se trata de Luigi Bettazzi, uno de los firmantes del pacto de las catacumba, por el que unos cuarenta obispos se comprometieron a adoptar una vida de sencillez y una nueva actitud orientada a los pobres y los trabajadores. Este documento es considerado el germen de la teología de la liberación que surgiría en América Latina a partir de 1969.
El obispo más longevo de la Iglesia católica tenía 40 años cuando fue convocado el concilio y asistió a todas las sesiones del Vaticano II, a excepción de la tercera. El mexicano José de Jesús Sahagún de la Parra tiene 102 años y es obispo emérito de Ciudad Lázaro Cárdenas.
Le sigue en la corta lista el obispo surcoreano, quien nació en 1924. Victorinus Youn Kong-hi participó en las últimas tres sesiones. También con 99 años, vive para contarlo el obispo sudafricano (aunque nacido en Bélgica) Daniel Verstraete, quien solo participó en la última sesión antes de la clausura del Concilio Vaticano II. Llegó a ser nombrado obispo de Klerksdorp en 1978, pero su carrera pastoral la inició como misionero de los Oblatos de María Inmaculada.
El más joven tiene 91 años y es el cardenal nigeriano Francis Arinze. En 2002 fue elegido prefecto de la entonces Congregación de la Divina Liturgia y la Disciplina de los Sacramentos, cargo que ocupó hasta 2008, cuando Benedicto XVI aceptó su renuncia. Ha sido durante toda su vida un gran luchador por el diálogo interreligioso, que le valió el medallón de oro del Consejo Internacional de Cristianos y Judíos. Tenía tan solo 32 años cuando le eligieron para formar parte de la última sesión del Concilio Vaticano II y en el cónclave de 2005 su nombre apareció en la terna como fututo papable.