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La coronación de la Virgen, de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez

La coronación de la Virgen, de Diego Rodríguez de Silva y VelázquezMuseo Nacional del Prado

¿Por qué la Virgen María es Reina de Polonia, de Palestina y de Portugal?

Cada 22 de agosto, una semana después de la Asunción de María, se celebra la fiesta dedicada a la madre de Dios como Reina

Quién le iba a decir a la joven nazarena que dio a luz en un establo que algún día se convertiría en Reina. María, la madre de Jesús, tendría que esperar hasta 1954 para que Pío XII le colocase la corona y le otorgase oficialmente esta distinción. La realeza de la Virgen está profundamente ligada al dogma de la Asunción (ambas fiestas se celebran en el calendario litúrgico con una semana de separación).

María fue trasladada al cielo en cuerpo y alma para ser coronada como Reina por la Santísima Trinidad, como enseña el Concilio Vaticano II. Por ello, es soberana de la Tierra y el cielo. Sobre ello escribió Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris Mater: "La Madre de Cristo es glorificada como Reina universal. La que en la anunciación se definió como esclava del Señor fue durante toda su vida terrena fiel a lo que este nombre expresa, confirmando así que era una verdadera 'discípula' de Cristo».

Su trono no es de piedra, ni de madera ni forjado en hierro, sino de gracia y misericordia, como dice la Biblia (Hebreos 4, 16). Los tres rasgos que distinguen a Santa María Reina, según escribió el anciano Juan en su Apocalipsis son ir vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona con doce estrellas –que simbolizan a las doce tribus de Israel–.

Coronada canónica y secularmente

Debido a esta condición, es muy común que las imágenes de María sean coronadas canónicamente y que en obras de arte a lo largo de la historia se haya representado a la nazarena con la dignidad de una Reina. De hecho, es considerada monarca de algunas regiones del mundo, como en Tierra Santa. María, Reina de Palestina es considerada la patrona de la Órden del Santo Sepulcro de Jerusalén.

Su imagen original fue un icono donado por las religiosas del monasterio de Beit Gemal, en Israel, pintado por ellas mismas. La Virgen María lleva en sus brazos a la ciudad de Jerusalén, símbolo de la nueva humanidad en la que cada cual, sin importar su religión, está llamado a abrazar la fraternidad universal en la fe de Abrahán.

Similar destino tuvo la Inmaculada Concepción en Portugal. Era la época de los grandes descubrimientos cuando Juan de Braganza consiguió la independencia de la Monarquía Hispánica. Seis años después de ser proclamado, Juan IV entronizó a Nuestra Señora de la Concepción como Reina de Portugal. La corona se colocó personalmente a la imagen de la Virgen que su antepasado Nuno Alvares Pereira había encargada para Vila Viçosa. Desde entonces, ningún rey luso se volvió a poner la tiara sobre su cabeza, sino que esta era colocada en un cojín a su lado para las ocasiones solemnes.

Más reciente es la aventura de María en el trono de Polonia. El 15 de diciembre de 2016 el Parlamento nacional aprobó una resolución en la que se reconocía a la Virgen María como Reina del país. Tan solo unas semanas antes, la Iglesia católica, en presencia de las autoridades civiles coronó a Jesucristo como Rey de Polonia, y después su madre fue hecha monarca también. El reconocimiento se produjo cuando se cumplían 300 años de la coronación canónica de la Virgen de Czestochowa, que sucedió durante el papado de Clemente XI en 1717. No era la primera vez que esto sucedía en el país, puesto que el rey Juan II Casimiro declaró a la madre de Dios como protectora del país coronándola en 1652.

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