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El beato Nicanor Ascanio, natural de Villarejo de Salvane

El beato Nicanor Ascanio, natural de Villarejo de SalvanésCustodia de Tierra Santa

Será canonizado este domingo

Nicanor Ascanio, el fraile que se negó a renunciar a su fe ante los turcos: «Mátenme, soy cristiano»

Este domingo, 20 de octubre, son canonizados tanto el sacerdote madrileño como sus compañeros mártires de Damasco

El Papa Francisco aprobó la canonización de Manuel Ruiz y compañeros, un grupo de mártires que dieron la vida por su fe, entre otros muchos, en Damasco en 1860. Como la de otros muchos franciscanos en Oriente próximo, su vida estuvo dedicada a la misión, tanto custodiando los Santos Lugares, alentando a los cristianos locales como al servicio de todos con sus escuelas y dispensarios.

Entre este grupo de mártires está el padre Nicanor Gabriel Ascanio y Soria, natural de Villarejo de Salvanés (Madrid). Muy joven llamó a la puerta del convento franciscano de La Salceda, en Tendilla, uno de los de más solera espiritual. Allí donde profesó siglos atrás el cardenal Cisneros.

Con Madre Patrocinio

Como algunos de sus hermanos de martirio, Nicanor sufrió en España la desamortización, pero regresó a su pueblo y se ordenó sacerdote. Llevó a cabo su ministerio en la comarca. Se conservan testimonios de sus predicaciones, como la que llevó a cabo en el Te Deum posterior a la epidemia de cólera. Después se convirtió en capellán de las monjas concepcionistas de Torrelaguna y Aranjuez. Allí tuvo relación con la Madre Patrocinio, quien al contarle el padre Nicanor la moción que había recibido de ir a Tierra Santa, le anunció que moriría mártir.

A finales de 1858, Nicanor volvió a emitir sus votos como franciscano en el convento de Priego (Cuenca) y de allí salió para embarcar en Valencia rumbo a su nuevo destino. Fue enviado a Damasco, donde los franciscanos atendían la iglesia de San Pablo, el convento y la escuela parroquial del barrio de Bar-Tuma.

La nueva relación entre el Imperio turco y las potencias occidentales en el marco del Tratado de París de 1856 y la libertad otorgada a los cristianos había causado inestabilidad en la región, produciéndose disturbios entre los distintos grupos étnicos y religiosos que llegaron a la capital siria.

Frailes masacrados

Los turcos quisieron poner a salvo a los franciscanos junto con otras congregaciones religiosas europeas, pero estos desearon permanecer en el convento junto a sus fieles. Entre el 9 y el 10 de julio se produjo una revuelta contra los cristianos, especialmente maronitas. El convento fue asaltado y los frailes masacrados junto a tres maestros seglares.

Algunos niños se escondieron detrás de altares o debajo de las escaleras y revelaron después parte de los diálogos entre los frailes y sus verdugos. En el caso de Nicanor Ascanio parece ser que le invitaron a renegar de su fe, pero él dijo: «Mátenme, soy cristiano».

Los restos de los cuerpos de los santos se encuentran todos en una urna en el convento de Damasco. Han sido muy venerados por los cristianos, que en ellos han visto un ejemplo y de ellos han recibido aliento en su duro camino de fe en medio de las dificultades y la discriminación.

En estos días, en los que tristemente Oriente medio y la situación de los cristianos está de actualidad, Nicanor Ascanio y sus compañeros pueden ser un testimonio tanto de integridad en la fe como de la tragedia de quiénes pagan las consecuencias de los manejos geopolíticos y de la falta de integración y respeto a la libertad religiosa.

  • José Luis Loriente Pardillo es sacerdote de la diócesis de Alcalá de Henares y párroco en Villarejo de Salvanés.
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