Las anécdotas más curiosas de los últimos Papas: de jugadores de bolos a pilotos de helicóptero
Detrás de su solemne responsabilidad, en la vida papal también se cuelan anécdotas y momentos que recuerdan su lado más humano
se cuenta que durante su pontificado, el Papa León XIII vivió un curioso episodio que quedó grabado en la memoria del Vaticano. En una de sus caminatas por los jardines papales, fue inesperadamente derribado por una gacela, un regalo que había recibido de un visitante. A pesar de la sorpresa y del traspié, se levantó con buen humor y, con una sonrisa en el rostro, comentó: «¿Cuándo han visto que un león le tenga miedo a una gacela?».
Sea cual sea la creencia que cada persona tiene, pocos pueden negar la fascinación que despierta el papado, un rol singular que se ha mantenido firme durante más de dos mil años. Más allá de su autoridad en asuntos de fe, el Papa encarna una influencia histórica y cultural que resuena en cada rincón del planeta. Su figura y sus decisiones despiertan la curiosidad y el anhelo de entender a alguien que lleva consigo una misión única y que, al mismo tiempo, lo vincula con millones de fieles católicos alrededor del mundo.
Sin embargo, detrás de la solemnidad y el peso de su responsabilidad, el Papa es también un ser humano con anécdotas y momentos que recuerdan que, aunque sea el Cabeza de la Iglesia, también es una persona de carne y hueso que no está exento de imprevistos y situaciones comunes. Desde situaciones inesperadas en el Vaticano hasta aficiones y gustos personales que a menudo sorprenden, estos relatos pintorescos revelan que, incluso en la vida papal, se cuelan episodios cotidianos y entrañables. Repasamos algunas de esas historias que muestran a los pontífices más cercanos y humanos de lo que podríamos imaginar.
«El Papa bueno» que improvisó su sotana
Al ser elegido en el cónclave de 1958, el Papa Juan XXIII se enfrentó a un curioso inconveniente: al ser de baja estatura y de complexión robusta, ninguna de las sotanas que le ofrecieron le quedaba bien. Ante esta situación, el personal tuvo que ajustar una de ellas de forma apresurada con alfileres y cortando los costados para que pudiera salir al balcón y ofrecer su primera bendición al pueblo.
Conocido como «el Papa bueno», Juan XXIII también tenía un carácter jovial, observador y una gran cercanía con la gente. Solía subir a una torre del Vaticano con unos prismáticos para observar la vida cotidiana de los romanos. Desde allí, miraba a los niños que iban a la escuela y a las personas en su día a día, reflejando su deseo de estar conectado al Pueblo de Dios.
Además, Juan XXIII era un gran aficionado a los bolos. Mandó instalar una pista en los apartamentos pontificios, donde disfrutaba de este pasatiempo divertido junto a cardenales y visitantes, lo que le permitía desconectar de sus deberes como Pastor de la Iglesia.
Pablo VI, un Papa viajero
El Papa Pablo VI, Cabeza de la Iglesia entre 1963 y 1978, se distinguió por su cercanía y humanismo en cada aspecto de su vida. En sus momentos privados, paseaba a su canario llamado Grichting sobre el dedo, mostrando un lado afectuoso que contrastaba con la solemnidad del papado.
Además, Pablo VI fue el primero en romper tradiciones y reemplazar la «Barca de Pedro» por el avión, con el cual realizó viajes históricos a 19 países de cinco continentes. Con apenas seis meses como Pontífice, Pablo VI se convirtió en el primer obispo de Roma en viajar al extranjero, marcando un hito en la diplomacia vaticana.
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Wojtyla hace autostop para irse al cónclave
La mañana del miércoles en que se celebraría el cónclave donde Karol Wojtyla se convertiría en Juan Pablo II, el cardenal polaco decidió visitar el santuario de la Mentorella, ubicado a unos 50 kilómetros de Roma, para una breve oración. Al regresar hacia el Vaticano temprano en la tarde, su automóvil sufrió una avería.
Con el reloj en mano y consciente de que debía llegar a tiempo, caminó hasta una carretera cercana y decidió hacer autostop. Afortunadamente, un autobús de línea paró y lo llevó hasta la localidad de Palestrina, desde donde pudo tomar otro coche para continuar su trayecto.
Finalmente, llegó al Vaticano con el tiempo justo, entrando el último en la Capilla Sixtina. Cumpliéndose así aquella frase de «los últimos serán primeros», Wojtyla pudo unirse a los demás cardenales en la histórica elección que lo llevaría al papado.
Fanta de naranja para Benedicto XVI
Aunque Benedicto XVI provenía de la tierra de la cerveza, su bebida preferida era, sorprendentemente, la Fanta de naranja. Uno de sus platos favoritos era el ravioli de papa, típico de la región bávara, al que acompañaba con su refresco preferido.
Sin embargo, su conexión con su herencia alemana no se perdió del todo: una cervecería familiar en Tann, Alemania, creó una edición especial de cerveza llamada Pabstbier (Cerveza del Papa) en su honor. La etiqueta de esta cerveza estaba dedicada a él y decía: «Dedicado al Gran Hijo de nuestra Patria, el Papa Benedicto XVI».
El Papa alemán tenía otras facetas menos conocidas que dejaron huella durante su pontificado. Amante de la música clásica y pianista talentoso, pidió que su piano personal fuera trasladado a sus apartamentos pontificios. Además, Ratzinger también era conocido por su habilidad para pilotar helicópteros. Lo curioso es que aunque tenía licencia para ello, nunca tuvo el carné de conducir.
Un Ángelus atrasado por un ascensor
En 2019, camino al rezo del Ángelus, el Papa Francisco vivió un momento inesperado: quedó atrapado en un ascensor en el Vaticano. Afortunadamente, los bomberos llegaron a tiempo para rescatarlo, permitiéndole llegar ante los fieles. Aunque con algo de retraso, Francisco explicó el incidente con buen humor desde la ventana del Palacio Apostólico: «Gracias a Dios vinieron los bomberos y, después de 25 minutos, consiguieron hacerlo funcionar», pidiendo un aplauso para ellos antes de comenzar la oración mariana en la Plaza de San Pedro.
Por otra parte, durante su primera visita a Tierra Santa en 2014, el Santo Padre protagonizó otro momento memorable. Para llegar a las aguas del río Jordán, el rey de Jordania insistió en llevarlo en un carrito de golf que él mismo condujo. Aunque esta elección fue singular, ya que el vehículo no contaba con protección, quedó registrado como un momento espontáneo y cercano entre el monarca y el Pontífice.