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Daniel HabifMiguel Pérez

Entrevista

Daniel Habif: «La incertidumbre suele sacar los mejores talentos que tenemos guardados»

El libro del mexicano Ruge o espera a ser devorado te invita a escoger a tus amigos como si fueras a ir con ellos a la guerra

Dialogar con nosotros mismos haciendo una verdadera autoevaluación; atrevernos a salir de nuestra zona de confort o recuperar la humanidad en un mundo cada día más lleno de máquinas son algunos de los retos que afronta el mexicano Daniel Habif en su nuevo libro Ruge o espera a ser devorado (Editorial Planeta). El mexicano está considerado uno de los mejores y más importantes conferencistas de habla hispana en el mundo y todo un fenómeno es Latinoamérica con millones de seguidores en Instagram y Facebook.

Ruge o espera a ser devorado. ¿Por qué es importante aprender a rugir?

–El libro lo que hace es exhortarte a hacer una ácida autoevaluación, a tener un diálogo incómodo contigo mismo de los que no se sale ileso, porque nuestra voz va perdiendo matiz, va perdiendo volumen, ya sea por la carga de las expectativas o por los millones de estímulos que recibimos todos los días que te exhortan a compararte o porque tú mismo le vas colocando una mordaza, te vas encasillando, vas siendo brutalmente opresivo y eso te va drenando, va acabando con tu autenticidad. Ser auténtico es casi un acto heroico, es pagar el precio de la dignidad humana.

El rugido es liberar ese grito que lleva mucho tiempo enmudecido porque solemos caer en una tiranía de silencio. Porque, aunque el silencio es muy beneficioso para el ser humano, de repente te miras al espejo y no reconoces nada. Eres una cantidad de pedazos mal pegados, porque estás deformado, porque hay una incapacidad de reconciliarte con tus ideas más absurdas o tus sueños más abstractos. Por eso es importante rugir y hacerle frente a esto que nos ha ido arrancando. Nuestras rarezas solían ser un lujo y ahora todo se parece a todo. Todo es como una copia pálida de otra cosa.

«La confianza se entrena bajo circunstancias extremas, nadie mejora su confianza si no da pasos templando de miedo». Pero, ¿esto no es como lanzarse a la piscina sin saber nadar?

–No, no es una exhortación a ser un insensato o un imprudente, sino los pasos más dignos que el individuo suele dar suelen ser esos que uno da temblando. Es donde se forja en realidad tu carácter. Se necesita de una dosis masiva de coraje para empujarte e ir un poco más allá de tus competencias.

Se trata de medir las consecuencias; si estás dispuesto a pagar el precio, pero no es una exhortación a ser un impulsivo. La confianza en realidad se forja cuando sales de esos lugares de tu zona de confort. No suelen ser sensaciones placenteras y por eso solemos retraernos. Pero la incertidumbre suele sacar los mejores talentos que cada uno de nosotros tenemos guardados. Atrevernos a avanzar en otras rutas puede ser muy beneficioso.

–Aseguras que la gente te puede perdonar todo menos el éxito; ¿crees que la envidia es uno de los males de la humanidad?

–Es la única emoción irracional, completamente irracional, no tiene sentido y sin embargo todos lo hemos padecido en algún momento sin comprender por qué nos da envidia algo. Incluso tratando de ser sensatos con uno mismo te preguntas ¿por qué esto me de envidia? No tiene sentido, porque la envidia suele querer lo que no es suyo. Tratar de domesticar esa envidia es una forma sofisticada de avanzar en la vida. No hay forma de apaciguarla por completo porque hay un sinfín de estímulos que pueden provocarla, sobre todo ahora en el ecosistema digital que solemos comparar nuestras vidas. En las redes sociales se plantea una felicidad utópica.

Genera más morbo el fracaso de alguien que la victoria

Cuando me refiero que la gente te perdona todo menos el éxito, no me refiero ni a la fama, ni a la relevancia, ni a la trascendencia económica, sino la bienaventuranza, la paz, el gozo de una persona cuando en realidad se luce porque está viviendo en plenitud. Eso realmente incomoda muchísimo a la gente. A los demás le genera más morbo el fracaso de alguien que la victoria. Y suele ser porque carecen de victorias. Cuando carecemos de victoria siempre estamos buscando como carroñeros como otros caen, eso nos recuerda nuestra falta de valentía y al mismo tiempo aparece la envidia. Decimos 'Yo quiero eso, este no se lo merece', 'lo consiguió por suerte, o por tal privilegio o por tal situación'. Es como una doble moral.

–Pero, ¿cómo podemos hacer para no tener envidia? ¿Hay alguna fórmula?

–La gratitud es una fórmula extraordinaria que tiene una capacidad de desmantelar las cosas más venenosas que tenemos dentro de nosotros mismos. A veces se menciona que la gratitud es aceptar las consecuencias o las circunstancias, pero, sin embargo, tiene el poder de curar muchísimos males.

Hay que diferenciar entre inspirarte por otra persona y desear lo que otro tiene. Es muy raro encontrar a una persona que realmente sea exitosa, que no disfrute el éxito de los otros. Cuando empiezas a disfrutar o a bendecir el éxito de otras personas has llegado a un lugar bastante sofisticado, porque no eres esclavo de un vacío. En realidad hay una gratitud en ti que te hace decir 'caramba, lo que yo tengo, más allá de tener su mérito, es muy valioso. No necesito precisamente lo que tienen los demás'.

–En el libro tratas el tema del dinero. ¿Crees que da la felicidad?

–No, aunque es cierto que es importantísimo. Forma parte indivisible del individuo porque si dijera otra cosa sería mi postura ante la ante la vida muy romántica. Pero no, yo conozco gente que tiene mucho dinero y son unos miserables. Unos totales miserables que se ahorran los abrazos. Es más, te dicen la hora retrasada para quedarse con unos minutos.

–En todo el libro menciona a Dios. ¿Qué papel juega Dios en nuestras vidas?

–En la mía es el eje gravitacional. Todo gira alrededor de Cristo. Mi caminar busca imitar o apegarse a ese caminar de Cristo en su calidad de hombre, más allá de su calidad divina. Pero todo lo que yo hago tiene que ver con Dios y con mi relación con lo espiritual.

No voy por la vida tratando de evangelizar a los demás. Tengo amigos ateos, agnósticos, panteístas ... porque considero que la religiosidad es el problema, no la religión. Que nuestras diferencias sean puentes en lugar de acantilados creo que es lo más sofisticado a lo que podemos apelar. Pero sí, Dios es mi por qué y mi para qué.

–En el libro afirmas que la vida te ha enseñado a no esperar las circunstancias perfectas, sino a provocarlas. ¿Crees que hoy en día la juventud lo quiere todo rápido y fácil?

–Bueno, es uno de los tantos problemas que tenemos, la obsesión por la velocidad. No hemos entendido que es más importante la dirección que la velocidad y sobre todo, gestionar nuestra atención, gestionar nuestro aburrimiento, la obsesión por llegar, ganar por ganar. Al mismo tiempo somos exhortados a una hiper productividad. No hacer nada parece un pecado. La vida es una competencia, todo el mundo quiere ganar.

Vivimos contando las horas, nos decimos 'No tengo tiempo para llamadas, solamente WhatsApp'. Llegamos tarde a la vida. Si, hacemos todo por nuestros hijos, pero no hacemos nada con nuestros hijos.

–¿Y por nosotros mismos?...

–Sí. Rara vez también hacemos algo por nosotros mismos. Si somos honestos, nuestros sueños están repletos de vanidades. En realidad no hacemos del todo las cosas por nosotros mismos. Hacemos, probablemente las cosas para sentir la relevancia de otros, la certificación de otros. ¿Vas al gimnasio en realidad por tu salud o por lo que otros desean de tu cuerpo? ¿Realmente hacemos las cosas por nosotros o las hacemos para otros, para que la vean otros? Eso es algo que también yo me pregunto.

–¿Crees que estamos en un mundo falto de empatía?

– Probablemente sí. Los corazones cada día están más llenos de callos. El corazón humano sigue siendo el epicentro de todo lo malo que le sucede al hombre porque aquí es donde se gestan las guerras, las tradiciones, los miedos, las mezquindades. Sigue siendo el estado putrefacto. Sabemos trasplantar corazones, pero no llenarlos. Podemos conquistar la luna, pero no nos conquistamos a nosotros mismos.

Sabemos trasplantar corazones, pero no llenarlos

El reto, como he emocionado en diferentes ocasiones es actuar con humanidad en un mundo cada día más lleno de máquinas. Eso es un reto fuertísimo. Devolverle una mirada compasiva al mundo. Pero yo creo que hay gente buena en este mundo. Hay que recordárselos nada más, porque es muy fácil cambiarse de bando. Es muy fácil. Es tan agonizante lo que nos rodea que perdemos la esperanza en la humanidad.

–¿Con qué tres cosas debemos quedarnos de Ruge o espera a ser devorado?

–Aprender a amarte entero y no por partes, esto es algo que tiene que ver con la integridad de aceptar tu oscuridad, tus sombras y no avergonzarte tampoco de eso, sino buscar una forma de expiarla y no fingir esta perfección. No construir un personaje que se trague a la persona. A lo mejor puede ser muy incómodo para muchas personas en la vida pero, ¿qué mas da? Creo que aceptar eso, empezar a amarte bien, darte dosis masivas de amor, no con la intención de caer en una autoestima desequilibrada que vaya aplastando otras personas y vaya caminando y lo que sientan no son piedras, sino personas debajo de uno.

El mundo necesita dosis masivas de amor. Seguimos esperando el amor que nos dieron nuestros padres, que no nos dieron nuestras parejas y vamos metiendo nuestro corazón donde bien sabemos que no cabe y luego decimos, 'me lo rompieron' y no, no te lo rompieron, tú fuiste y lo metiste en un lugar y dejaste entrar a otros que traían los zapatos sucios en lugar que es sagrado.

El libro te invita a escoger a tus amigos como si fueras a ir con ellos a la guerra

El libro te invita a escoger a tus amigos como si fueras a ir con ellos a la guerra. Escoger a tu pareja como si esa persona fuera a ir contigo a la guerra: el pacto, la comisión, los ideales. Puede que sea algo muy romántico por mi parte pero yo todavía creo en la ternura. Todavía creo en esas cosas que son gratis pero que tienen un poder trascendental en el individuo. Mirar a la gente, escuchar con atención es igual a abrazar eso, es lo que quiero con este libro.

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