Salud
Cómo el autismo afecta más a los bebés prematuros
Un nuevo estudio se ha dedicado a observar al detalle los cerebros de fetos de aproximadamente 25 semanas de gestación
Se calcula que uno de cada 100 niños en el mundo sufre el trastorno del espectro autista (TEA), más conocido como autismo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En la mayoría de los casos, los varones son los que presentan esta afección, y con ello, tienen problemas de comunicación e interacción con los demás.
Las personas con autismo presentan a menudo afecciones comórbidas, como epilepsia, depresión, ansiedad y trastorno de déficit de atención e hiperactividad, y comportamientos problemáticos, como dificultad para dormir y autolesiones. El nivel intelectual varía mucho de un caso a otro, y va desde un deterioro profundo hasta casos con aptitudes cognitivas altas.
Las características del autismo pueden detectarse en la primera infancia, pero, a menudo, el autismo no se diagnostica hasta mucho más tarde. No obstante, la medicina tiene un nuevo reto, y es llegar a entender el origen de este problema, para así buscar soluciones.
Un nuevo estudio se ha dedicado a observar al detalle los cerebros de fetos de aproximadamente 25 semanas de gestación. De todos ellos, a algunos les detectaron autismo y a otros no. La conclusión que sacaron los investigadores es que existen varias diferencias significativas en las estructuras cerebrales de las personas que nacen con autismo y las que no.
Gracias a esto, se dieron cuenta de la importancia de la detección temprana y que el trastorno se empieza a desarrollar en algún punto de gestación temprana.
Alpen Ortug, investigador del Hospital General de Massachusetts de la Escuela de Medicina de Harvard (EE.UU.), primer autor del estudio, afirmó que «la detección temprana significa un mejor tratamiento».
Todos los resultados que obtuvieron se centran en el lóbulo insular. Se trata de una estructura propia del cerebro de los mamíferos que se encuentra en las profundidades del surco lateral o fisura de Silvio, el cual separa el lóbulo temporal de los lóbulos parietal y frontal.
Un mayor volumen del lóbulo insular podría significar «un fuerte biomarcador de resonancia magnética prenatal que podría predecir la aparición de TEA a lo largo la vida», argumentó el autor. Para ver la certeza, los investigadores realizaron un estudio con 39 escáneres de resonancia magnética fetal.
El objetivo era comparar a los niños que habían sido detectados con autismo y los que no (llamados neurotípico). Los autores del estudio para comparar el desarrollo cerebral de los fetos decidieron acudir a todas las imágenes en la semana 25 de embarazo y compararlas.
Los investigadores sometieron las imágenes a un sistema de etiquetado anatómico cuya función es segmentar los escáneres de una manera automatizada y comparar las regiones del cerebro de los dos grupos. Así, encontraron que las mayores diferencias estaban en el lóbulo insular del cerebro.
Esta región, situada en una de las zonas más profundas del cerebro, podría tener un papel importante principalmente en la percepción, el comportamiento social y la toma de decisiones. En este caso, aparecía con un volumen mayor en los niños que después fueron diagnosticados de autismo. Asimismo, los investigadores vieron que este grupo poseían una amígdala y una comisura del hipocampo más grandes que los niños que tenían otras afecciones de salud, pero no TEA.
Los investigadores de este estudio, al igual que la mayoría, desconfían de las muestras obtenidas a raíz de un estudio de pequeñas muestras, ya que pueden encontrar asociaciones que no están tan claras si se analiza un gran volumen de información. En este caso, «hasta donde sabemos, este es el primer intento de segmentar semiautomáticamente las regiones del cerebro en la etapa prenatal en pacientes a los que se les diagnostica autismo más tarde y comparar diferentes grupos de controles», afirma Ortug, que defiende así la singularidad de su trabajo.
Autismo, ¿relacionado con el parto prematuro?
La revista científica Pediatrics en septiembre de 2021 publicó un artículo científico que mostraba que los bebés prematuros tienen un mayor riesgo de padecer autismo.
Tras analizar los datos de cuatro millones de personas nacidas en Suecia, los autores y científicos calcularon que la prevalencia de padecer esta enfermedad aumentaba en función de lo prematuro que fuese el bebé.
Porcentajes de posibilidades
- 6,1 % entre las semanas 22 y 27 de la gestación
- 2,6 % entre las semanas 28 y 33
- 1,9 % entre los nacidos entre las semanas 34 y 36
- 1,6 % entre las semanas 37 y 38
- 1,4 % entre las semanas 39 y 41
Esto podría indicar que la clave no está (o no solo) en la herencia genética, sino que el correcto desarrollo del feto durante el embarazo sería uno de los factores más decisivos.
Aún así, hay muchos indicios de que existe un claro componente genético. El dato más contundente al respecto es que, cuando un niño con autismo tiene un gemelo, las probabilidades de que este también sufra TEA son del 80 %, según un metaanálisis publicado en 2015 en la revista Journal of Child Psychology and Psychiatry.