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Dibujo a tinta de Leonardo da Vinci titulado Estudios del feto en el útero

Dibujo a tinta de Leonardo da Vinci titulado Estudios del feto en el útero©GTRESONLINE

Sociedad

Cuando los bebés ya no se crean, sino que se eligen

Las clínicas de fertilidad ofrecen una amplia gama de tratamientos adicionales pensados para hacer una especie de reproducción a la carta

Un mundo feliz, sin enfermedades y libre de todos los males acentuando lo que el Papa Francisco vino a denominar la cultura del descarte. Esto es lo que pretenden las pruebas genéticas de embriones que ofrece Genomic Prediction, la primera compañía que predice la probabilidad de crear un bebé «a medida». Como si de una película de terror se tratase, hay quien pretende elegir los atributos del embrión poco menos que a la carta.

Esta nueva técnica se llama edición de genes y permite borrar, añadir o modificar las raíces del bebé. Las parejas se someten a un tratamiento de fertilidad donde se les ofrecen pruebas genéticas a sus embriones para pronosticar la salud futura del niño. Se jactan de que el cribado de embriones, podría permitir a los padres elegir el embrión con casi un 50 por ciento de menos riesgos de problemas cardiacos y un 42 por ciento de diabetes tipo dos.

Los pacientes pagan 1.000 dólares por una tarifa de instalación, luego abonan 400 dólares por embrión analizado. Así los padres, pueden valorar y desechar aquellos fetos con posibilidades mayores de contraer alguna enfermedad a largo plazo y utilizar solo los más perfectos.

La Autoridad de Fertilización y Embriología Humana tiene una lista de tratamientos a los que otorga una clasificación de semáforo en rojo, ámbar o verde, según la tasa de éxito esperada. La puntuación de riesgo poligénico es tan nueva que aún no aparece en la lista. Hay dudas sobre cuán precisas son las pruebas y cuán significativos son sus resultados, particularmente.

Estaríamos poniendo un niño a la altura de un coche en el que escojo diferentes  extras
Miguel Ortega, profesor de Antropología y Humanidades Médicas en la Universidad Francisco de Vitoria

Al fin y al cabo, esto se simplifica con una sola palabra, eugenesia. Jaime Vilarroig, profesor de la Universidad CEU explica que «podemos hablar de eugenesia encubierta. No se quiere mencionar el concepto porque recuerda al nazismo, pero la eugenesia es una práctica mucho más amplia de lo que parece, que comenzó en el siglo XIX y que se ha llevado a cabo abiertamente en países como Estados Unidos y la zona norte de Europa. Hay medidas eugenésicas blandas, como limitar el matrimonio entre las personas con discapacidad, pero en este caso estamos hablando de eugenesia dura: la eliminación de individuos humanos antes de nacer».

El profesor de Antropología y Humanidades Médicas en la Universidad Francisco de Vitoria, Miguel Ortega, asegura que «es muy importante diferenciar lo que es la salud de lo que es el 'gusto'. Si es porque hay un fin terapéutico, obviamente hay que ver los casos, sería lícito y ético. Pero podemos pensar en la creación de humanos de segunda que piensen poco y trabajen mucho u otras muchas cosas que nada tienen que ver con la búsqueda de la salud sino con la pura manipulación de seres humanos».

Un profesor de genética del CEU que no quiere desvelar su nombre explica que los que quieren cambiar la salud de sus hijos curando una patología no tiene por qué ser malo, «el problema está cuando se quiera quitar hasta el último defecto. No deja de ser todavía una técnica prematura, ahora es mucho más seguro que antes, pero no perfecto. Arreglar una peca puede suponer tres cánceres».

Estos cambios genéticos son estudios que, según Ortega, se hacen para «gustar a los padres». Esto puede derivar en niños rechazados no por lo que significan sino porque no cumplen con los cánones cambiantes de la sociedad.

Los científicos aseguran que las empresas se aprovechan de la desesperación de las familias o fr pacientes vulnerables. Las intervenciones para la futura madre pueden ser simples, como un rasguño en el revestimiento del útero para facilitar la implantación del embrión o tan complejas como el cribado genético de embriones, pero ¿qué pasa con el embrión? El profesor de genética diferencia dos tipos de terapia: «Está la somática, donde se modifican anemias falciformes, células de la medula ósea que pueden perjudicar… Es diferente si hablamos de la terapia génica en células germinales, ahí se retoca al embrión antes de nacer y existe el riesgo de perjudicar otras células. Cuando decimos que queremos arreglar lo que está mal es porque suponemos qué es lo malo y lo bueno… El capricho humano de hoy no es estar hecho para el día de mañana».

«Lo que sea una manipulación de la persona sin un fin terapéutico supone violar la naturaleza, pero además es poner al bebé de diseño como si fuera un objeto, por lo que en ningún caso es ético. Estaríamos poniendo un niño a la altura de un coche en el que escojo diferentes extras. La persona humana no puede ser usada y menos sin tenerla en cuenta», sentencia Ortega.

Que se realice esta edición de genes de manera masiva nunca llegará a cambiar la historia del mundo ni a modificar los datos de cada país. Según el profesor, «en Estados Unidos a lo largo del tiempo se han ido haciendo este tipo de experimentos con Premios Nobel o estrellas del béisbol y los estudios han desvelado que ninguno de sus hijos ha nacido con las habilidades del padre o la madre».

Es temprano aún para pensar que se están diseñando bebés a la carta, de una manera artificial y ajeno a la naturalidad con la que el ser humano lo ha hecho desde la creación, pero la realidad, según Ortega, es otra: «En las últimas décadas parece que hay sectores muy implicados y deseando que acabe el modelo de la reproducción sexual humana. Cuando no se entiende el significado de la corporalidad en la persona y además se ve a la persona como pura materia, como si fuera un objeto cualquiera, es normal que se vaya hacia allá. Otra cosa es que la naturaleza es la naturaleza y la realidad es la que es y, aunque hagamos sucedáneos, esto al final se volverá contra nosotros».

Como decía Santo Tomás de Aquino: «La perfección desde un punto de vista filosófico no existe, lo único perfecto es Dios».

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