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02 de julio de 2024

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Imagen de una ola gigantePxhere

Megatsunamis: las olas de hasta 500 metros que han ocurrido más de 30 veces por diferentes causas

Canarias sufrió uno de estos fenómenos, que son capaces de desplazar masas de agua a velocidades de 400 kilómetros por hora

Olas que van desde los 40 a los 500 metros. Son los efectos de los llamados megatsunamis, que no son más que tsunamis de alcance local con olas de alturas inusuales que se originan por un gran y repentino desplazamiento de material que penetra en el mar o en un lago.

Además de alzarse cientos de metros, los megatsunamis son capaces de desplazar masas de agua a velocidades de 400 kilómetros por hora y, a diferencia de un tsunami que rompe en la costa, penetrar decenas de kilómetros tierra adentro, inundando áreas de hasta 550 metros sobre el nivel del mar.

En la historia se han documentado 31 megatsunamis, que aunque suelen contar con olas de mayor tamaño que un tsunami, tienden a generar una devastación menor, ya que los grandes terremotos submarinos provocan olas moderadas de unos pocos metros que pueden viajar a miles de kilómetros y arrasar áreas de territorio muy extensas.

El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha recopilado los 31 megatsunamis documentados hasta la actualidad en un nuevo título de su colección ¿Qué sabemos de?, publicado por la editorial CSIC-Catarata.

La científica que realizó la publicación, investigadora del CSIC en el Instituto Geológico y Minero de España (IGME), Mercedes Ferrer, expresa que son eventos muy raros, motivo por el que hay tan solo 31 casos conocidos. Las causas por las que se dan este tipo de procesos geológicos pueden ser variadas, incluyendo grandes desprendimientos rocosos, deslizamientos subaéreos o submarinos, erupciones volcánicas explosivas o por la caída de asteroides de gran tamaño al océano.

España, Italia o México los han sufrido

En el libro se detalla la ubicación y causas de los 31 megatsunamis documentados hasta la fecha. En las Islas Canarias tuvo lugar uno en la época prehistórica, pero uno de los que más se destaca es el que se produjo en el río Grijalva en Chiapas (México) en 2007, el único ocurrido en un cauce fluvial. En él se dio un deslizamiento de 55 millones de metros cúbicos de rocas y tierra que obstruyeron el cauce del río y originaron una ola de más de 50 metros de altura que arrasó la población de Juan Grijalva.

Otro hecho destacado fue el ocurrido en Alaska (Estados Unidos) en 1958, cuando un terremoto de entre 7,8 y 8,3 grados provocó un desprendimiento de 30 millones de metros cúbicos de tierra y rocas del glaciar Lituya, cuyo impacto hizo que se levantara una columna de agua de 520 metros de altura, siendo el megatsunami más alto del que se tenga registro en el mundo.

Una cuestión que también se plantea en el libro del CSIC es la capacidad del ser humano para causar un megatsunami, como sucedió en el embalse de Vaiont, en los Alpes italianos. En ese caso, una masa rocosa de 270 millones de metros cúbicos se desprendió de la ladera del monte Toc y se precipitó sobre el embalse. Este desastre ocurrió porque, aunque se conocían los problemas de estabilidad de la ladera, no se tomaron medidas preventivas a tiempo.

Cada vez más frecuente

Desde el CSIC se advierte además sobre el aumento en la frecuencia de megatsunamis causados por avalanchas o deslizamientos en este siglo, ya que entre 2014 y 2020 se han registrado cuatro, una cifra «significativamente superior a lo esperable» según los datos disponibles para el siglo XX.

Según Mercedes Ferrer, «podríamos atribuir esto a la escasez de registros en fuentes de datos de siglos anteriores, pero también es posible que la evolución de las condiciones climáticas esté influyendo en la generación de megatsunamis en zonas heladas. En lugares como los fiordos de Alaska, la retirada de las masas de hielo en áreas escarpadas y estrechas, la presencia de materiales alterados y la frecuencia de fuertes seísmos pueden propiciar grandes desprendimientos rocosos», explicó Ferrer.

No obstante, la posible relación entre la aparición de megatsunamis en fiordos de zonas frías y los cambios climáticos aún no está científicamente demostrada, aunque es muy probable que en pocos años se disponga de datos suficientes para investigar esta cuestión.

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