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Un turista se protege con un abanico del sol en Córdoba

Un turista se protege con un abanico del sol en CórdobaEFE

¿Por qué el abanico y los ventiladores nos refrescan si solo remueven el aire caliente?

Muchos opinan que estos elementos no contribuyen a aliviar el calor, pero existe una explicación científica a por qué descienden esa sensación

Este verano, aunque comenzó siendo bastante ligero, sin grandes sobresaltos de calor, ha empezado ya a disparar los termómetros. Con tres olas de calor en julio, muchas zonas de España han rozado o sobrepasado ya los 40 grados en diversas ocasiones, a la vez que no han bajado de 25 grados por las noches, lo que hace que la conciliación del sueño se convierta en misión imposible.

La respuesta a estas temperaturas extremas es el uso de ropa fresca y aire acondicionado, pero también de otros métodos como los abanicos o los ventiladores.

Pero, ¿hasta qué punto estos últimos dos objetos refrescan? ¿Por qué lo hacen si solo se remueve el aire caliente? Se ha llegado a decir incluso que con el abanico se termina teniendo más calor por el «ejercicio físico» que se hace para moverlo. La realidad es que tanto el abanico como el ventilador refrescan, y son más saludables que el aire acondicionado, que a menudo viene mal para nuestro sistema respiratorio.

Tal y como explica el meteorólogo de Antena 3 Roberto Brasero, el aire de los ventiladores y los abanicos no nos refresca porque el aire se enfríe al moverse. Nada más lejos de la realidad: si el aire se acelera se calienta. Por tanto, tiene que ver con el efecto que produce ese aire en las personas, y es que cuando el cuerpo se calienta mucho el hipotálamo ordena al organismo comenzar a sudar. La transpiración es una de las maneras por las que se puede eliminar ese calor.

El problema viene cuando ese sudor se acumula en la piel y ya no puede salir más calor, por lo que al abanicarse o recibir el aire de un ventilador se retira el aire húmedo que está saturado de humedad para que así pueda seguir saliendo más sudor del cuerpo. Este es el motivo por el cual el abanico o el ventilador nos refrescan, algo que ocurre aún con más ahínco en zonas muy húmedas, ya que allí el aire es mucho más húmedo y, por ende, cuesta más dejar hueco para que salga ese calor del cuerpo en forma de sudor.

Al mejorar el aire que nos rodea, la temperatura ambiente se aprecia más baja debido a que no existe tanta humedad, y al reducirse la temperatura ambiente, la temperatura corporal también se regula mejor y no es necesario que sudemos tanto. Por ello, cuando utilizamos una de estas herramientas, nos sentimos más frescos porque nos sentimos más secos, al permitirse la transpiración.

Pero tener el ventilador encendido toda la noche para aliviar el calor nocturno puede conllevar, no obstante, problemas para, sobre todo, los alérgicos. Estas corrientes de viento que generan los ventiladores hacen que puedan arrastrar alérgenos como polvo, polen o pelo, lo cual podría alterar el sueño con los síntomas propios de esta afección, como son estornudos, toses, irritación de garganta o picor de ojos, entre otros.

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