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08 de septiembre de 2024

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Paula Andrade

Un estudio sostiene que la profesión que elegimos podría estar determinada por nuestro nombre

La investigación trata de reforzar la teoría del llamado determinismo nominativo, propuesta en el siglo XX pero sin mucho fundamento científico

¿Está nuestra vida determinada por nuestro nombre? A priori, parece descabellado, pero eso es exactamente lo que sostiene el determinismo nominativo, teoría psicológica que defiende que cómo nos llaman nuestros padres o tutores legales cuando nacemos o el apellido que llevamos puede tener el poder de influir en nuestra identidad, personalidad o incluso la futura profesión que escogemos.

Como es lógico, se trata de una afirmación muy difícil, por no decir imposible, de certificar. Según esta teoría, si un nombre tiene un significado específico podría influir en cómo nos perciben otras personas, e incluso en las decisiones que adoptamos o las oportunidades que se nos presentan a lo largo de nuestra vida. Algunos ejemplos clásicos citados, procedentes del ámbito anglosajón, incluyen un jardinero que tenga de apellido «Gardner» («jardín»), un médico apellidado «Doctor» o un meteorólogo con el nombre de familia «Cloud» («nube»).

La literatura científica que ha indagado en esta cuestión desde el siglo XX no ha sido concluyente, y entre los conceptos que se han acuñado está el de «egotismo implícito», según el cuál las personas tienen una preferencia subconsciente por cosas asociadas con sus propios nombres o las letras que lo componen.

Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Journal of Personality and Social Psychology ha venido a reforzar esta teoría.

Para ello, los autores, Promothesh Chatterjee, Himanshu Mishra y Arul Mishra, de la Universidad de Utah (EE.UU.), analizaron datos de 3.400 personas de la red social X, Google News, Google Books y Common Crawl, una organización sin ánimo de lucro que rastrea, organiza y proporciona archivos y conjuntos de datos procedentes de internet. Y concluyeron que, a priori, sí existe cierta tendencia a que la primera letra del nombre de una persona coincida –casualidad o no– con la primera inicial de la ciudad o profesión elegida.

Los ejemplos encontrados por este equipo apuntan, por ejemplo, a que una persona llamada Dennis tiene más probabilidad de ser dentista y elegir Denver como ciudad de residencia. Igualmente, apellidos como Baker («panadero/pastelero» en inglés) se decantan por la panadería o la repostería como profesión, al igual que ocurre con los Lawrence (cuyas tres primeras letras significan «ley») y el ámbito legal o judicial.

Otros ejemplos citados en estudios anteriores son el velocista Usain Bolt (apellido que significa «rayo» en inglés), la presentadora del tiempo Sarah Blizzard («ventisca») o el psiquiatra suizo Jules Angst («angustia»), que hizo carrera en la investigación de la depresión o la ansiedad.

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