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Castillo de Manzanares el Real

Castillo de Manzanares el RealGTRES

Cine

Las películas de Hollywood que se rodaron en el castillo de Manzanares el Real

Mientras el castillo de Manzanares el Real –o castillo de los Mendoza– espera a que se vuelvan a abrir sus puertas al público, quizás sea oportuno hacer un breve recorrido por sus apariciones en el cine, tanto español como norteamericano. El edificio forma parte del maravilloso entorno de este municipio madrileño, sito a pies de la sierra de Guadarrama, y de la que forman parte el macizo granítico de la Pedriza, aún más presente en películas, y el embalse de Santillana, que en la gran pantalla ha pasado, incluso, por mar.

Según parece, la primera vez que el castillo apareció en una película fue en La hija del penal, de Eduardo García Maroto, otro de esos directores olvidados, como Florián Rey o Rafael Gil, de los primeros tiempos del cine español. En el filme, de 1935, la fortaleza se convirtió en una cárcel.

Pero más conocidas son sus apariciones en grandes superproducciones de Hollywood. Quizás la primera fue en Alejandro el Magno (1956), dirigida y producida por Robert Rossen. Aquí, en un alarde de la magia del cine, el castillo, de gótico isabelino, se convierte en una muralla griega gracias a planos cortos que cortan las torres y solo dejan ver los muros.

El gran boom cinematográfico del castillo y de la zona en general llegó cuando Samuel Bronston decidió, para ahorrar costes, rodar sus producciones en España. En Madrid capital tenía sus estudios; en Las Rozas, el municipio madrileño donde el productor está enterrado, compró un extenso terreno para construir decorados como los de 55 días en Pekín; y exteriores los buscó por toda España, aunque la Pedriza y Manzanares el Real aparecen en muchas de sus películas.

Una de sus películas más recordadas es El Cid (1961), protagonizada por Charlton Heston y Sophia Loren –que casi provoca una revolución en la sierra madrileña– y dirigida por Anthony Mann. Para el rodaje el ejército español envió un par de batallones para que, convenientemente disfrazados, sirviesen como huestes de Rodrigo Díaz de Vivar, el que en buena hora ciñó espada. Lo curioso es que en el filme el castillo que aparece es, realmente, el de Belmonte, sito en la provincia de Cuenca. Sin embargo, para la promoción se utilizó el de Manzanares el Real: famosa es la foto del protagonista vestido de armadura junto a un guardia civil con tricornio.

A partir de ahí, el castillo apareció en películas, producidas por Bronston o no, de lo más variopinto: incluso un ¡western! de serie Z cuyo título aún no he conseguido descubrir. Quizás la más famosa que se rodó fue El retorno de los mosqueteros (1989), con Michael York y Oliver Reed, dirigida por Richard Lester, y en la que los protagonistas llegan a la fortaleza montados en un globo aerostático que, para la ocasión, necesitó de un foso y un puente levadizo que construyeron los buenos artesanos españoles de decorados y otros trampantojos.

El cine español también recurrió al castillo con irregular fortuna. Destaca Jeromín, de Luis Lucía, otro espléndido profesional de la antigua industria española, y protagonizada por un jovencísimo Jaime Blanch. Y, si queremos algo más anecdótico, Rocío Dúrcal pasó por Manzanares para el rodaje de La chica de trébol.

Aunque la mayor anécdota en torno al tema es sobre una película en la que, a pesar de lo que suele comentarse, creo que no aparece el castillo. Conan el Bárbaro (1982), el filme que lanzó al estrellato a Arnold Schwarzenegger, ese actor austriaco de cuerpo, apellido y acento raros, y que supuso el debut de Jorge Sanz, aquí como hijo de Nadiuska, se rodó en parte en la Pedriza. El alcázar, en realidad, no se ve, aunque en la ficción todo sea posible.

Sería interesante escribir otro artículo sobre el cine y Manzanares el Real en su conjunto; por ejemplo, el modesto monte San Pedro se convierte en el Vesubio en Los últimos días de Pompeya. En cuanto al castillo en sí, es más su leyenda que su presencia cinematográfica. En cualquier caso, su bella estampa y el aura que lo acompaña lo han convertido en una de las atracciones turísticas más visitadas de la Comunidad de Madrid.

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